Con inmenso gozo ha sido recibida en la Arquidiócesis de Bogotá la designación hecha por el papa Francisco, en la persona del arzobispo primado, monseñor Luis José Rueda Aparicio, para conformar el colegio cardenalicio, senado que asiste más de cerca al romano pontífice en su misión de gobernar y servir a la Iglesia universal.
Esta creación como cardenal del arzobispo Rueda Aparicio, que tendrá lugar en Roma el próximo 30 de septiembre del presente año, a la vez que es un honor para él y para la Arquidiócesis de Bogotá, es, sin duda, un reconocimiento a una vida de servicio a la Iglesia y a través de ella a Colombia. El futuro cardenal lleva en su sangre la noble raza santandereana y en ese departamento se formó e inició su ministerio sacerdotal, sirviendo varias parroquias.
Actualmente ocupa la tercera sede episcopal en su vida, antecediendo a la de Bogotá, las de Montelíbano y Popayán. Además, sus hermanos obispos le habían reconocido sus capacidades y trabajos habiéndolo designado recientemente como presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. En fin, monseñor Rueda Aparicio ha sido un hombre de Iglesia, de una Iglesia al lado de los pobres; y que lucha a diario por tender puentes para que Colombia algún día pueda ser una nación pacífica y justa.
Por otra parte, en los tres años en que monseñor Rueda se ha desempeñado como arzobispo metropolitano de Bogotá, ha demostrado que vive para su sacerdocio, para la Iglesia y para el servicio a la gente. Su vida pastoral lleva muy marcada las insistencias del papa Francisco en el sentido de que se es ministro de la Iglesia para servir, para estar atento a las necesidades de los pobres y para ser profetas en todo momento y lugar.
Su vida personal está marcada por la sencillez, la austeridad, el trabajo continuo y nunca por la pompa y el boato. Refleja profunda fe y piedad en todo lo que dice y hace.
En general se debe reconocer que la vida sacerdotal y episcopal de monseñor Rueda es un buen signo y testimonio para la Iglesia actual y para la sociedad que reclama, cada vez con más vehemencia, una Iglesia sencilla, servidora y profética.
Finalmente, constatamos que, con la designación de este nuevo cardenal de la Iglesia, Colombia extiende su corta, pero significativa lista de purpurados que la ha honrado siempre.
Recordemos sus nombres: Crisanto Luque, Luis Concha, Aníbal Muñoz, Mario Revollo, Pedro Rubiano, Rubén Salazar, Alfonso López, Darío Castrillón, José de Jesús Pimiento, Jorge Jiménez. Todos han contribuido grandemente a la misión de la Iglesia, a fortalecer los vínculos internos y con Roma y a ser cabezas visibles de una Iglesia que ha querido siempre ser evangelizadora y servidora del pueblo colombiano.
Monseñor Rueda enarbolará una bandera que ha estado en manos apostólicas y trabajadoras, y en las suyas esas huellas serán aún más profundas
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