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Vivir con esperanza y perseverar

16 de noviembre de 2025
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Con este discurso sobre sobre el final de los tiempos San Lucas concluye la predicación de Jesús en Jerusalén.  

Su finalidad o propósito no es tanto describir los acontecimientos que van a suceder en el futuro, sino la de dar a los creyentes la fuerza y el coraje para que perseveren en la fe y vivan con esperanza.     

Nos da una visión de la historia de la salvación de los hombres en tres momentos: la destrucción del templo, el tiempo de la misión de la Iglesia y el juicio final.

Los judíos tenían la creencia de que el Templo nunca sería destruido, pues para ellos era el símbolo de su fe y de su nacionalidad, como también de la alianza y presencia de Dios en medio de su pueblo. Su destrucción, anunciada por Jesús, significa el fin de una etapa de la historia de la salvación, pues en el Reino de Dios, inaugurado por Jesús, ya no serán necesarios ni el templo, ni sacrificios, ni la ciudad santa. La humanidad será el gran templo de Dios.

la destrucción del Templo no es el signo de la llegada del fin, pues éste no vendrá enseguida; el final no será inmediato. Antes del final está la realidad de la historia de la humanidad, está el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la predicación y del testimonio de la fe, y de nuestro seguimiento de Jesús mientras estamos en la tierra.

Toca a nosotros descubrir el valor que de cara a la construcción del Reino de Dios tiene el tiempo, el sentido profundo y el valor que tienen la historia del hombre y de los pueblos; descubrir y comprender cuál debe ser la actitud de cada uno de nosotros y de todo el Pueblo de Dios. Jesús ha dejado el Reino de Dios en nuestras manos: «id por todo el mundo y predicad el Evangelio». Es la dimensión histórica y humana del Reino de Dios. 

El deber nuestro es enriquecer nuestra fe, ilustrarla, confesarla, celebrarla, defenderla y perseverar en ella hasta el último día. Y hoy tenemos que hacerlo en un contexto social, político y económico que desconoce, que ignora la fe en Dios,  en el respeto a su Ley y al magisterio de la Iglesia.  

La mejor defensa que podemos hacer de nuestra fe en Dios es predicarla, darla a conocer con convicción, con valor, con alegría, vivirla, dar testimonio de ella, convencidos, lo repito, de que es el tiempo de la Iglesia, el tiempo que a cada uno de nosotros los elegidos y enviados nos da el Señor Jesús para construir su Reino en esta patria nuestra. Es la dimensión histórica de la misión confiada a la Iglesia del Señor Jesucristo.  

Un tiempo durante el cual, en vez de ignorar, minusvalorar, los desafíos que hoy se plantean al Evangelio, a la Ley de Dios, lo que Él espera de todos nosotros es que perseveremos en una acción pastoral que sea fiel expresión   de la misión confiada por el Señor Jesús a sus Apóstoles, a sus sucesores y, en ellos, a todos nosotros sus discípulos.

Perseveremos, es lo que el Señor Jesús nos mandó.  No quedarnos sentados. Vivir el Evangelio, el amor de Dios, anunciarlo, denunciar el pecado. Es el tiempo de la Iglesia. ¿Tenemos los colombianos de hoy conciencia de lo que esto significa?

*Padre Carlos Marín G..

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