Programas de evangelización y vida práctica
La gran masa de población bautizada no está vinculada a los procesos de evangelización en profundidad. En parte esto se debe a las ocupaciones habituales que le impiden…
Avanza a paso raudo el diseño y desarrollo del nuevo plan de evangelización de la arquidiócesis de Bogotá. Se ha producido una gran cantidad de material escrito y se siente una fuerza importante para que todos los agentes de la evangelización entren en las nuevas dinámicas que se le quieren imprimir a esta iglesia local. El plan tiene conceptos muy claros, etapas de trabajo bien definidas, animadores con fogosidad en sus tareas y también, poco a poco, la pastoral comienza agruparse en torno a las propuestas allí consignadas. Ha sido un trabajo bien pensado, largo, bien asesorado y con espíritu renovador en todo sentido. El plan reconoce que en muchos campos de la vida de los católicos en Bogotá, casi que se ha de comenzar de nuevo en el anuncio del Evangelio, en la catequesis posterior y en la vida de comunidad.
Y aquí es donde se hace necesario encender una luz, digamos amarilla, no roja, sobre el desarrollo práctico de las tareas de evangelización. Bogotá es una ciudad que impone retos a todo el que quiera llamar a las personas, en forma permanente, a actividades diferentes al trabajo, el estudio o la familia. En general, las parroquias trabajan a fondo la fe, más allá de la liturgia, a través de la vida de grupos, en los cuales participa alguna parte, reducida, de la misma comunidad. Pero la gran masa de población bautizada no está vinculada a los procesos de evangelización en profundidad. En parte esto se debe a las ocupaciones habituales que le impiden a la gente, aunque quiera, participar más activamente en la vida de la Iglesia. Y aquí es donde se impone una tarea de creatividad pastoral para abrir más posibilidades a los fieles que quieran vivir su condición de miembros de la Iglesia.
El papa Benedicto XVI afirmaba que la liturgia es el primer gran escenario de la evangelización y esto es absolutamente cierto. En la práctica, todo lo que se haga por aprovechar de la mejor manera la liturgia en su modo de celebración y sobre todo en la predicación, será una forma muy eficaz de adelantar una evangelización seria y continuada. La reunión dominical eucarística tiene inmensa posibilidades de ser un gran vehículo para renovar la fe del pueblo de Dios. Tal vez sin una mirada tan peyorativa sobre la preparación presacramental y sabiendo que los sacramentos atraen efectiva y constantemente a los fieles, a través de ellos también se puede adelantar una labor profunda de comunicación de la fe. Obviamente está claro que hay mucho por mejorar, pero este es un punto de encuentro de los fieles que no se debe desdeñar. En fin, a través de la liturgia y sus diversas celebraciones y momentos, la nueva evangelización puede encontrar canales muy esperanzadores.
Quiérase o no, buena parte de la vida eclesial en Bogotá está hoy impulsada por movimientos apostólicos, asociaciones, retiros y actividades similares que rebasan un poco el ámbito parroquial y que en general se caracterizan por lograr vincular muy efectivamente a sus miembros en sus diversas actividades de formación y servicio. Conviene mirarlos con más optimismo, dejar de sospechar sobre algún carácter sectario, e involucrarlos todavía más en la anhelada evangelización. Son sin duda un regalo del Espíritu Santo a la Iglesia en Bogotá. Y, de alguna manera, han sido una creación de los mismos laicos ante un clero muchas veces ocupado “en tantas cosas”, como le dijo Jesús a Marta. Estas comunidades de fe han logrado ser muy prácticas y efectivas en encender la llama de la fe entre hombres, mujeres, matrimonios y familias.
Las parroquias, que muchas veces cargan con el peso de las costumbres y las tradiciones, no dejan tampoco de tener un reto en cuanto a la parte práctica de la nueva evangelización. Aparte de su labor litúrgica, se requiere plantear una institución mucho más abierta, incluso de sus instalaciones físicas, para sacar mayor provecho en aras de comunicar la fe. Muchas iglesias resultan ser un espacio grande muy ocioso durante el día. ¿Se pueden aprovechar mejor? Y, en cuanto al funcionamiento, la parroquia urbana debe ser en buena parte de trabajo nocturno. Para muchas personas, para miles, la posibilidad de atender su fe a fondo, arranca a las seis o siete de la noche. Si se amplía el tiempo en que las parroquias están abiertas en todo sentido, seguramente habrá más oportunidades reales para el primer anuncio, para la catequesis, para el compromiso.
Finalmente, conviene enriquecer más que descartar otros medios tradicionales de evangelización, como la que se ha hecho a través de escuelas y colegios, capellanías, universidades. Allí suele faltar un poco el sentido de comunidad, es cierto, pero no es imposible de lograr. Ya hay experiencias en colegios donde se trabaja en la parte religiosa a partir del concepto de comunidad católica. Como quiera que sea, los nuevos ímpetus evangelizadores que ahora están reanimando la arquidiócesis de Bogotá, deben ser filtrados con preguntas muy concretas de orden práctico para desarrollar todo lo pensado. Seguro que hay buenas posibilidades.
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