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Para que la esperanza se haga realidad

17 de junio de 2025
Imagen:
de referencia - img.huffingtonpost.es

¿Cuáles son las principales esperanzas de la población colombiana? Nos atrevemos a responder sin afirmar que sea la verdad única. Pero creemos que los colombianos tienen la esperanza de vivir en paz y seguridad; tienen la esperanza de tener en el bolsillo el dinero suficiente para vivir dignamente; tienen la esperanza de tener un trabajo decente –independiente o en calidad de empleados– y estable; la esperanza de poder educarse suficientemente y con excelente calidad para poder desempeñarse óptimamente en el mundo laboral actual; la esperanza de contar con servicios sociales –de salud, de transporte, de pensión–, que les den apoyo cuando sea necesario; la esperanza de poder tener acceso a la vivienda de manera racional y paulatina; la esperanza de conseguir crédito bancario en condiciones ponderadas. En suma: los colombianos esperan poder realmente vivir y no solo sobrevivir en forma angustiosa.

Nada de lo anterior se logra de la noche a la mañana, ni por arte de magia. Pero es posible obtenerlo en una nación que viva en buenas condiciones de seguridad y de orden público. Es muy difícil progresar en medio de bloqueos, papas bomba, ataques de la guerrilla y asaltos por doquier, ¡así es imposible! 

Se puede avanzar si se crea riqueza de verdad y, a través de un Estado eficiente y justo; se redistribuye con un sistema de impuestos que no ahogue el trabajo y un Estado que invierta con mucha inteligencia lo que recibe de los ciudadanos. Pero sin generar riqueza no es posible vencer la pobreza ni progresar en casi ningún campo. 

Las personas pueden estar mejor si los servicios sociales de salud, educación, transporte y otros más funcionan mejor con la participación armoniosa del Estado y la empresa privada. La gente puede progresar a largo término si las empresas pequeñas, medianas y grandes encuentran condiciones estables y duraderas para perdurar en el tiempo y así generar riqueza, empleo y hasta orgullo nacional. En fin, las esperanzas de los colombianos son realizables si el diario vivir funciona mucho mejor y si dejamos de convertir en conflicto hasta los artículos personales como él, ella y otros.

Y la realización de las esperanzas requiere una dosis altísima de realismo y bajarle enormemente a un idealismo que no hace sino retardar toda solución, enredar toda propuesta, sembrar sospecha sobre toda palabra. El realismo en Colombia indica que, siendo un país rico en su naturaleza, todavía es pobre en desarrollo industrial y tecnológico. El realismo en Colombia indica que ya hay una clase media importante en su dimensión y hay que cuidar lo que ella ha logrado y, al mismo tiempo, que hay todavía mucha pobreza y hay que seguir luchando contra ella de una manera continua, planificada, con inversión inteligente de los recursos disponibles. El realismo en Colombia indica que hay demasiada criminalidad y que el Estado es muy condescendiente con la misma, y que así se destruye todos los días cuanto tiene valor: la vida, los bienes, los logros sociales. Sin un Estado fuerte en el marco de la ley seguirá siendo Colombia un país feudal donde prima la ley del más fuerte. El realismo en Colombia indica que la dinámica del bloqueo, los atentados, los secuestros, los atentados, la extorsión, no hace sino generar más y más de eso mismo. En fin, el realismo indica que los colombianos tenemos que poner los pies en la tierra, aclarar la mente, luchar por lo posible, tener visión de largo plazo y deshacernos de un pensamiento estrecho y sin perspectiva que no nos ha llevado a ninguna parte diferente a la situación actual de desconcierto social.

Y, aunque no lo parezca, la esperanza crece si se echa una mirada honesta al pasado para ver cómo era Colombia y cómo es ahora. Hay que ver cómo eran la mayoría de nuestras carreteras, algo así como trochas intransitables. Eso ha cambiado mucho. Hay que ver cómo eran las casas de la mayoría de los colombianos, viviendas pobrísimas e insalubres. Eso ya no es así en buena parte del país. Hay que ver como era de humillante el servicio de salud pública y eso ha mejorado enormemente, sin ser perfecto. Hay que ver cuántos colombianos acuden hoy a las escuelas, colegios y universidades, se cuentan por millones y eso nunca había sido así. Hay que recordar el sistema de transporte público que hasta hace no mucho dominaba el panorama nacional y ahora hay verdaderos sistemas de transporte, mejorados en todos los lugares y niveles. Y la lista se hace larga. Ciertamente Colombia ha progresado muchísimo en los últimos años y esto no se compadece con una acidez infinita en las narrativas ultra críticas que, desde ciertos sectores, incluso eclesiales, se hace a la vida colombiana. No estamos en el paraíso todavía, pero lejos estamos del infierno. Tendríamos que decir que la esperanza se afirma con la verdad del pasado y del presente, indispensables para construir la del futuro.


Fuente: Dirección El Catolicismo

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