La semana pasada Bogotá, ciudad que tiene una comunidad de más o menos ocho millones de personas, se vio, una vez más, atacada e indefensa. La ciudad ha sido invadida poco a poco por grupos que a la orden de alguien salen de sus escondites a hacer toda clase de actos vandálicos y también criminales contra los ciudadanos.
No tienen el menor problema en atacar los puestos de policía, las estaciones del transporte público, bloquear el tráfico, tomarse las universidades públicas, sembrar el terror en determinados barrios, atentar contra monumentos y símbolos de la capital. También, han intentado incendiar templos católicos. Y, lo peor es que la ciudadanía, el bogotano de a pie no se siente protegido. Y no está protegido.
Ante los ataques y bloqueos no hay más remedio que esconderse, correr, caminar distancias enormes y de esta manera entrar en el riesgo de ser atracado o robado. ¡Muy mal está la situación de seguridad en la capital!
La Alcaldía de Bogotá está proyectando una imagen muy débil cuando de defender a los habitantes se trata. Eso sí, está muy bien dotada de funcionarios que dicen toda clase de cosas extrañas, que razonan en forma rocambolesca, que se sitúan debajo de las columnas del futuro metro para dar impresión de progreso y solidez. Pero la realidad es otra.
Añádase a todo esto, los barrios otrora bellos y residenciales que han sido copados por los habitantes del antiguo Bronx, sin que medie acción de protección o resguardo por parte de la autoridad civil o policial. Por momentos queda la impresión de que ciudades como Bogotá, y quizás también Medellín y Cali, se van transformando como en aquella “Ciudad Gótica”, la de Batman, donde reina la oscuridad y el miedo es el sentimiento dominante. Ninguna esperanza de nada.
Y que pueden generar como en “Ciudad Gótica”, héroes anónimos que empiezan a actuar por fuera de la ley ante la inexistencia de una autoridad que haga cumplir la ley en favor de la ciudadanía de bien. Ya se han visto casos de justicia por mano propia, lo cual es un síntoma de desgobierno muy preocupante e inaceptable.
No alientan a los habitantes de Bogotá las declaraciones del alcalde Galán. Por momentos parece estar suplicando de rodillas al gobierno nacional que venga a salvar esta ciudad. ¿Acaso el burgomaestre no sabe dónde se origina el caos creciente que hay en Bogotá? ¿Esos llamados no son iguales a los del dueño del queso que llama a los ratones a cuidarlo? Parece temeroso de ejercer la autoridad en cuanto a cuidar a la ciudadanía, a la mayoría, el alcalde de Bogotá.
Tampoco sienten los bogotanos que tengan un comandante de policía – ¿algún lector sabe quién es, ¿cómo se llama? – que esté transmitiendo claramente un mensaje de tranquilidad y sosiego. Ni tampoco una brigada militar que dé signos de estar atenta y pronta para defender a los bogotanos de tanta e imparable agresividad y violencia que crece y crece cada día más. Los ciudadanos de Bogotá hoy en día no se sienten amparados ni protegidos por nadie. Son seres indefensos.
Lo que está sucediendo en Bogotá, ciudad indefensa, quizás esté dándose en buena parte de Colombia. Hay una violencia creciente, amenazadora, de tipo físico y material, pero también sociológica y por las infernales redes sociales. Es una violencia que no siempre es fácil de definir, pero que lo llena todo y ha ido copando el ambiente existencial de Colombia, una vez más, pero ahora con más osadía y atrevimiento.
Secuestrar batallones enteros se ha vuelto parte del paisaje nacional. Y mientras los violentos y sus motivadores se mueven como peces en el agua, los gobernadores, los alcaldes, algunos policías y militares, los magistrados, los senadores, se hunden en “pura carreta”, como suele decir el exalcalde Peñaloza, dando señales de tener pavor ante los violentos y poca capacidad de reacción con la ley y las instituciones.
Corresponde a las autoridades legítimas, incluyendo al alcalde de Bogotá, cumplir su deber de garantizar la vida, honra y bienes de los ciudadanos y hacerlo en forma efectiva. Eso no está sucediendo.
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