“la Iglesia debe ser sinodal para afrontar los retos del tercer milenio”

Se refirió a los retos que persisten en la aplicación de los temas surgidos en la última Asamblea de Obispos, en particular, la aplicación del principio de subsidiariedad y la búsqueda de un equilibrio entre un enfoque jerárquico dentro de la Iglesia y un sistema caótico que amenaza su unidad y misión.
Explicó que los conceptos sinodalidad y subsidiariedad,a primera vista, podrían parecer «en tensión» entre sí, pero que en el ámbito eclesiástico encuentran, por el contrario, una profunda «relación».
La sinodalidad representa el modus operandi del Pueblo de Dios, basado en la participación plena y compartida, en el discernimiento comunitario y en las decisiones tomadas de manera descentralizada, respetando la autonomía de las distintas voces sin comprometer la unidad. Un principio, por tanto, que se entrelaza naturalmente con la subsidiariedad.
El concepto de sinodalidad
En su discurso, titulado «Sinodalidad y principio de subsidiariedad», el arzobispo venezolano profundizó inicialmente en el concepto de sinodalidad, recordando cómo san Pablo VI y san Juan Pablo II lo habían relacionado con la «unión colegiada entre los obispos».
Fue el papa Francisco, con la exhortación apostólica Evangelii Gaudium y la constitución apostólica Episcopalis Communio, quien amplió la perspectiva, refiriéndola a la «Iglesia entera», es decir, a todo el Pueblo de Dios y no a una «opinión pública» genérica.
El camino común
La palabra «sínodo», explicó el prelado, deriva del griego e indica el «camino común» de toda la comunidad eclesial. Implica un proceso de discernimiento que busca la plena voluntad de Dios no solo a nivel personal, sino también comunitario, abarcando la totalidad de la Iglesia.
Comunión «orgánica»
El prelado recordó entonces el concepto de comunión, que san Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica postsinodal Christifideles Laici, definía como «orgánica», similar a la de un cuerpo vivo: caracterizada por la diversidad y la complementariedad de vocaciones, ministerios, carismas y responsabilidades. En esta perspectiva, la sinodalidad se manifiesta como expresión concreta de la comunión, en las relaciones entre «todos», «algunos» y «cada uno».
El principio de subsidiariedad
Pasando luego a la subsidiariedad, Peña Parra explicó que esta presupone un orden jerárquico, pero al mismo tiempo valora el papel de cada individuo dentro de la comunidad. Se trata de uno de los principios más constantes y característicos de la doctrina social de la Iglesia, que afirma la importancia de resolver las cuestiones al nivel más bajo y menos centralizado posible, con un equilibrio entre la «no interferencia de la autoridad» y su deber de «apoyo y asistencia».
El «peligro de la fragmentación»
El arzobispo reconoció que la aplicación de este principio, en la historia reciente de la Iglesia, ha suscitado opiniones divergentes: algunos temen que pueda poner en peligro la unidad del Pueblo de Dios, exponiéndolo al «peligro de la fragmentación». Sin embargo, precisó, no se puede comparar a la Iglesia con una nación soberana, ya que en las comunidades eclesiales las autoridades locales no «restan competencias» al centro, sino que «contribuyen a la misión universal» de la Iglesia.
Las realidades sinodales de la Iglesia
Peña Parra recordó que las realidades sinodales ya están presentes en la vida eclesial: en las Iglesias particulares y en sus estructuras, así como en las Conferencias Episcopales y en los Concilios particulares, que encarnan la unión colegiada de los obispos. La sinodalidad, añadió, es «lo que la Iglesia está llamada a ser». En esta perspectiva, también la Curia romana no se presenta como un simple instrumento de mediación entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares, sino como expresión de una armonía ya existente, a través de un enfoque «intradicasterial» en el que cada organismo representa la totalidad del Pueblo de Dios.
El trabajo de las Conferencias Episcopales
Este estilo de servicio también se comparte con las Conferencias Episcopales, que han demostrado ser muy valiosas por su familiaridad con las necesidades de los fieles y por la competencia demostrada en la redacción de acuerdos bilaterales «sin romper su vínculo con la Santa Sede». Se refleja, por tanto, una «sana descentralización» inspirada precisamente en el principio de subsidiariedad, fundamental para afrontar los retos del tercer milenio.
Aplicar el estilo sinodal
Para concluir, destacó los «numerosos retos» que aún persisten en la aplicación de los principios de sinodalidad y subsidiariedad. El objetivo, dijo, es encontrar un equilibrio entre dos riesgos opuestos: por un lado, el retorno a un enfoque jerárquico y verticalista que sofoca el papel de los fieles; por otro, un sistema caótico que amenaza la unidad y la misión de la Iglesia.
La clave, reiteró, reside en promover «el tan deseado estilo sinodal»: es decir, en compartir información, escuchar y respetar cada contribución. Un camino que supone un deber «irrevocable» de revisar «con valentía» las estructuras eclesiales, convirtiéndolas en «medios» y no en «fines» de la sinodalidad.
El evento bienal «Lynwood Lecture» es organizado alternativamente por la Sociedad de Derecho Canónico de Gran Bretaña e Irlanda (que se ha encargado de la edición de este año) y por la Sociedad de Derecho Eclesiástico. Ambas instituciones promueven el estudio del derecho canónico y sus relaciones con otras disciplinas.
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