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Gracias Señor Jesús…

12 de octubre de 2025
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Es San Lucas el único evangelista que cuenta la curación de los diez leprosos. En ella descubrimos un mensaje y una muy buena noticia.

Entre los israelitas los leprosos eran vistos como personas castigadas por Dios, impuras tanto legal como religiosamente y eran excluidos del templo y de la sociedad. El significado original de la palabra con la que se identificaba esa enfermedad era: ser castigado por Dios.

La enfermedad era incurable, la única esperanza era un milagro. Y, ese milagro se produjo. Los diez leprosos se pusieron en camino con fe en Jesús, a gritos le pidieron compasión y quedaron limpios, libres; y nacieron como personas. La fe en Jesús hizo el milagro.

Uno de ellos, mientras iban a presentarse a los sacerdotes, se sintió curado, regresó exultante, se echó por tierra a los pies de Jesús dándole gracias a grandes gritos. La fe lo ha salvado. Los otros nueve no hicieron mismo. Por eso el Señor pregunta ¿dónde están?...

Este milagro fue un signo palpable de la presencia liberadora de Dios y de la gratuidad de sus dones: la vida, la salud corporal y espiritual, la familia, el trabajo, todo por una sola razón: porque Dios nos ama.

Ese amor de Dios debe llevarnos a descubrir la vida como regalo, como don de Dios; a hacer de la nuestra, de la de cada uno de nosotros, una vida agradecida.

Se muestra agradecido quien ha descubierto la novedad del Reino de Dios, inaugurado por Jesús y vive una relación gozosa con Él, quien ha descubierto la vida como un regalo, como un don de Dios.

La vida de un cristiano no puede estar vacía de alabanza, vacía de acción de gracias, permanente y entusiasta, pues se siente y vive liberado de todo mal.

No dejemos morir en nosotros ese sentimiento, signo de nobleza y de estatura humana y espiritual, y que en una visión cristiana se convierte en virtud: la gratitud.

Un mensaje, una buena noticia: Jesús sana, Jesús salva. Nuestra vida espiritual debe ser una vida de acción de gracias por los dones recibidos.

La virtud de la gratitud para con Dios no puede desaparecer de nuestra vida. Si desde niños se nos enseñó a practicar esa virtud, a vivir de una manera agradecida con Dios y con nuestros hermanos, con todos aquellos que nos han servido y ayudado, que nos hacen o nos han hecho el bien. Gracias a todos en nombre de Dios.

Padre Carlos Marín G.

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