Para una visita provechosa
En la arquidiócesis de Bogotá, y en general en las diócesis urbanas de la capital, la visita del Papa debe ser sobre todo un motivo evangelizador. Hay que evitar algo…
Pasada la Pascua de Resurrección aparece a la vista la visita del papa Francisco a nuestra nación y en particular a Bogotá. Un acontecimiento para el cual hay que prepararse adecuadamente en todo sentido. Ya la alcaldía de Bogotá nombró un gerente para preparar la ciudad capital para este magno acontecimiento que requerirá de espíritu ejecutivo y muchas acciones puntuales. Las diferentes ciudades que acogerán al Santo Padre también deben imponerse el reto de recibirlo en las mejores condiciones posibles. Y, desde luego, la Iglesia tiene una oportunidad inmensa para renovar su espíritu misionero a nivel nacional. También el gobierno nacional tiene en este augusto acontecimiento una tarea no solo de preparación a la altura de las circunstancias, sino para dar al Pontífice el trato respetuoso y alejado de cualquier sesgo político que pueda revelar un deseo de mejorar imagen o cosa parecida. Y toda la nación creyente está llamada a hacer de los cuatro días de la visita del papa Francisco un tiempo para respirar profundamente y llenarse de esperanza y fe en Dios.
En la arquidiócesis de Bogotá, y en general en las diócesis urbanas de la capital, la visita del Papa debe ser sobre todo un motivo evangelizador. Hay que evitar algo que al Papa le disgusta y es que las miradas se centren más en él que en el Dios que anuncia. La Arquidiócesis tiene experiencias de misiones preparatorias cuando fue visitada por Pablo VI y Juan Pablo II. Es lo que conviene volver a hacer, adaptado a estos tiempos. Pero también aprovechando la inmensa acogida que ha tenido el papa Francisco en todos los fieles y aun entre no creyentes. Es una oportunidad de darle aun más solidez y sentido de cuerpo a la Iglesia en Bogotá, la misma que su nueva propuesta evangelizadora, a través del Plan E, trata de reencontrarse consigo misma y con la ciudad. La visita no debe ser un espectáculo, sino un gran encuentro de fe, de reanimación pastoral, de hallazgo de nuevos paradigmas de evangelización que recojan en forma adecuada todo el espíritu misionero que actualmente se está despertando en Bogotá.
Y no menos importante ha de ser esta visita para toda la comunidad bogotana, tan llena de fracturas políticas y sociales en los últimos años y que por eso mismo la han convertido en una sociedad dura, despiadada y desordenada. La Alcaldía debe aprovechar este visitante ilustre para congregar, unir voluntades, superar divisiones y enfocar a la ciudad en las cosas realmente importantes. En estos casos es usual que la administración de una ciudad aproveche para entregarle obras nuevas e importantes que, tratándose del papa Francisco, serían aún más notables si fueran a favorecer a los más pobres. La organización debe darse de tal manera que la gran mayoría de los ciudadanos pueda ser partícipe de la presencia pontificia en Bogotá.
Conociendo el talante y las ideas fuerza del papa Francisco, es dable pensar que le pedirá a la Iglesia más énfasis en la atención de los pobres, más impulso para salir de los templos e ir a las periferias. Seguro al clero le pedirá desacomodarse para llegar a todos los que están buscando a Dios con nuevos signos y nuevas palabras. A los políticos, a todos ellos, les jalará las orejas para que piensen más en el bien de Colombia y dejen a un lado sus cegueras y sectarismos. En fin, lo primero que habría que preparar para la visita del Santo padre es la capacidad de todos de escuchar con humildad y abrir el corazón a su mensaje que en todo el mundo ha sido reconocido como portador de apertura, inclusión y alegría. No hay tiempo que perder: manos a la obra.
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