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El Papa tiene un millón de amigos

5 de agosto de 2025
Imagen:
OAC

Las agencias de noticias informaron que el pasado domingo, en el cierre del jubileo de los jóvenes, cerca de Roma, el papa León XIV estuvo acompañado por una multitud de jóvenes que podría alcanzar el millón de personas. ¡1.000.000 de jóvenes en una reunión espiritual, religiosa, eclesial! Aunque la fe nunca se mide con números, no hay duda de que esta cifra es impresionante, muy diciente y digna de una reflexión profunda. 

Las informaciones afirman que había personas de 145 países. Además, el número de sacerdotes, obispos y cardenales presentes en esta reunión de la Iglesia fue también enorme. Por donde se mire, el jubileo de los jóvenes de este año fue uno de los eventos de la Iglesia más multitudinarios de las últimas décadas. Y, también, de los más concurridos en cualquier sentido en el mundo occidental. Hay que tomar atenta nota.

La gran concurrencia de jóvenes a este tipo de eventos papales, iniciados por Juan Pablo II, tiene muchos mensajes implícitos. El primero que salta a la vista tiene que ver con el ambiente que se crea en estas ocasiones y que es fruto de los mismos jóvenes. Es un ambiente de fraternidad, de desprendimiento de toda comodidad, de voluntariado, de un sentimiento grande de humanidad y universalidad. Es como si los jóvenes se dejaran llevar del todo por sus más espontáneas fuerzas y sentimientos, antes de entrar a la edad adulta y empezar a llenar sus vidas de situaciones complejas, egoísmos, discriminaciones, compromisos encadenantes, etc. Y, lo más sorprendente es que esta multitud se reúne con solo una invitación abierta de la Iglesia que, además, es aceptada también por personas de otras iglesias y aun gentes que no tienen religión. ¡Extraordinario!

Pero también hay en estas congregaciones multitudinarias de jóvenes católicos un mensaje acerca del tipo de encuentro que ellos quieren y que no siempre encuentran en las iglesias locales. Antes que nada, es un encuentro realmente de gente joven y para jóvenes. Con mucha frecuencia las iniciativas para jóvenes terminan siendo colonizadas por adultos y esto no siempre les agrada a ellos. El mundo juvenil tiene su lenguaje, sus gestos, sus símbolos y es importante respetarlo. Estos encuentros tienen también una fuerza interior muy grande que se manifiesta a través del canto, el silencio, el contacto físico, el caminar, las dinámicas interpersonales, etc. Hay que ser joven para entender y aprovechar esto de la mejor forma posible. Desde luego que, siendo reuniones de jóvenes, la informalidad es un sello inconfundible y que no necesariamente significa desorden ni desorientación. En muchos sentidos se puede afirmar que allí el espíritu fluye con mucha fuerza y libertad. En suma, si a los jóvenes se les permite ser realmente jóvenes en el ámbito eclesial, la Iglesia tiene un futuro esplendoroso.

Quizás, uno de los mensajes más elocuentes de estas congregaciones multitudinarias de jóvenes, por motivos religiosos, es que no es cierto que el Papa, los obispos, los párrocos, las religiosas, la Iglesia, hayan desparecido del horizonte de quienes están comenzando la vida. Los últimos papas: Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco y, ahora, León XIV, han sido los más sorprendidos gratamente por la respuesta mundial a sus invitaciones en las jornadas de jóvenes. 

La palabra de los papas, el mensaje de la Iglesia, la labor silenciosa pero incesante de los párrocos, siguen siendo luces en el camino para infinidad de jóvenes que se niegan a rendirse ante la sociedad del sinsentido, del absurdo, del consumo, del vacío y la soledad. Tal vez ningún acto sea hoy en día tan sinodal como esta de los jóvenes alrededor del papa y de la Iglesia universal.

Realmente, el papa León, con un estilo sencillo, claro, con mucha vitalidad y hasta jovial, con el idioma inglés y el español, va abriendo caminos de vida nueva en la Iglesia. Conviene que lo haga con mucha decisión pues, al mismo tiempo, las noticias de Europa y de América también dicen que crece la idea de los Estados de “controlar” la actividad religiosa, porque no se ajusta a los cánones de este mundo y califica de fanatismo toda actividad y posturas espirituales. 

La desorientación y el vacío de la cultura moderna no ha hecho sino despertar aún más el sentido de trascendencia de la humanidad, y los jóvenes parecen estar dispuestos a dar la batalla. Nadie puede encadenar el Espíritu.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección- El Catolicismo.com.co
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