La Vicaría de Evangelización, con monseñor Daniel Delgado a la cabeza, ha surtido de un excelente material de trabajo a estos encuentros que podrían llamarse de la Iglesia siglo 21, que el Sínodo de la Sinodalidad describe como la que sabe escuchar todas las voces y dar cabida a todos.
En efecto, en estas asambleas va asomando poco a poco una visión de Iglesia en la cual los laicos toman, cada vez con más seriedad, responsabilidad y exigencia su ser parte de la comunidad creyente. Cada vez es más común escuchar en estos escenarios voces laicales que se sitúan con criterios bien formados, con claridad sobre la misión de la Iglesia y también sobre los derechos que los asisten a ellos para ser tenidos en cuenta al trazar las rutas del pueblo de Dios.
Al mismo tiempo, dejan ver que tienen claro que es a los pastores a quienes les corresponde, principalmente, guiar, animar y cohesionar la misión que tienen todos los bautizados en el pueblo de Dios. De esta armonía entre el clero, que siempre ha dirigido las parroquias, y los laicos que quieren ser tenidos más en cuenta, dependerá en el cercano futuro la vitalidad de la Iglesia en Bogotá.
Los sacerdotes de la Arquidiócesis de Bogotá han ido entrando progresivamente en esta dinámica de aceptar la mayor participación de los laicos en el modo de orientar y realizar la misión. Algunos todavía oponen resistencia de una manera pasiva a través del ausentismo o la indiferencia ante lo propuesto, pero la corriente de la iglesia sinodal no parece tener reversa. Afortunadamente el clero de Bogotá es una comunidad dedicada con esmero a su misión, de mentalidad abierta, que sabe relacionarse con alegría con su feligresía y que ha abierto sus puertas a muchísimas iniciativas laicales que, en algunos casos, prácticamente han resucitado parroquias envejecidas o muy pobres en lo pastoral.
Y está claro que entre más participación tengan los laicos en la vida eclesial, los sacerdotes podrán dedicarse con mayor empeño a lo propio de su ministerio que no es nada diferente a la salvación de las almas.
De las asambleas se sigue una tarea muy importante para la Arquidiócesis de Bogotá y sus vicarías episcopales, para la de evangelización. Se trata de recoger con sumo cuidado lo escuchado, discernir allí las voces del Espíritu a la Iglesia e ir acentuando la puesta en práctica de lo que la comunidad eclesial está deseando para sus parroquias y para la Iglesia particular.
Para que esto se lleve a la realidad también es importante que, a nivel organizativo, tanto la Curia arquidiocesana, como las vicariales y también cada parroquia, cuenten con la presencia, voz y voto, de un mayor número de laicos y laicas en sus grupos de decisión. Y esto debe tocar todos los ámbitos de la Arquidiócesis: lo pastoral evangelizador, lo administrativo, lo económico, lo educativo, lo social y todos los ámbitos del quehacer arquidiocesano. Es por lo que aboga el Sínodo de muchas formas.
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