¿Muy difícil de entender?
¿Qué será lo que los políticos y los poderosos no ven con claridad? ¿Es que al recorrer las periferias de las ciudades no notan que miles de personas viven en…
La creciente agitación social en Colombia puede tener varias lecturas. La única que no se puede admitir es la que afirma que aquí no está pasando nada. Desde la Iglesia, no solo ahora, sino desde hace varios años, se ha repetido hasta el cansancio que en este país queda mucho por hacer para que todas las personas puedan gozar de mejores condiciones de vida. Y la Iglesia, sus obispos principalmente, y también los sacerdotes, no afirman eso a partir de lecturas de tratados escritos en Francia o en prestigiosas universidades o en documentos del Estado. De ninguna manera. Estos hombres, y también infinidad de religiosas, distribuidas a lo largo de la geografía nacional, captan, sin lugar a confusiones en el día a día de su labor pastoral, las carencias de la gente más pobre y hoy en día también de la gente de la clase media en sus angustias por sostener su luchado nivel de vida.
¿Qué será lo que los políticos y los poderosos no ven con claridad? ¿Es que al recorrer las periferias de las ciudades no notan que miles de personas viven en condiciones muy precarias? ¿No escuchan acaso todos los días las quejas y lamentos de la forma como son atendidos los pobres en los sistemas de salud o los centavos con que los estudiantes pasan el día apenas sí con algo de comer o los alcances tan limitados de la mayoría de las pensiones? ¿No han visto nunca los racimos humanos que se forman en eso que pomposamente se llama transporte masivo y que obliga a su uso todos los santos días? ¿Les importa, aunque sea un poco, el grito de rabia de mucha gente ante los niveles incontenibles de la corrupción que parece haberse tomado por asalto casi todo el Estado? ¿Los ricos colombianos no habrán pensado por una vez que quizás sea mejor no ser tan ricos y sí más bien ver a muchos de sus trabajadores progresando aún más porque se les retribuye mejor? En verdad, ¿todo esto es tan difícil de entender?
Y punto aparte merecen la mayoría de los políticos. Han convertido su actividad en un saqueo deliberado y descarado de los dineros que pertenecen a todos los colombianos. Se han convertido en una casta que se pasea por el país en unas camionetas de lujo, blindadas, con vidrios oscuros, seguidas de manadas de guardaespaldas, haciendo ostentación de su poder, de sus privilegios y quizás de lo que se han apropiado indebidamente. Ahora, con ocasión del paro nacional y de las masivas protestas, toda esta clase política se ha escondido como si no tuviera nada que ver con lo que está pasando o quizás escondiéndose para que no les hagan justicia en la calle. Sin embargo, pareciera que en las últimas elecciones regionales ha habido alguna reacción de la ciudadanía y se ha votado a favor de opciones alternativas. Ojalá cumplan las expectativas de decencia y buen manejo de la cosa pública que se espera de ellos. Si no sucede así, todo irá a peor.
Es muy importante, como lo sugirió lúcidamente el vicario Cotrino Badillo, en reciente entrevista a la agencia Efe, que el gobierno y los que protestan se sienten a hablar, dejando de lado la soberbia. Pero aún más importante será que el establecimiento –Estado, empresas, banqueros, sindicatos- le den al país mensajes de acciones concretas y prontas, que comiencen a aliviar las múltiples necesidades que tienen los colombianos. Más y mejor educación, dinero más barato, control efectivo a la corrupción, equilibrio entre progreso y medio ambiente, atención en salud de mejor calidad para todos, pensiones más dignas, empleo al alcance de todos, apoyo a los jóvenes en todo sentido, transporte público óptimo. Ninguna petición que no tenga lógica y que no le corresponda atender a un estado social de derecho, a un empresariado con responsabilidad social, a unos dueños del dinero con un poco de sensibilidad a la situación concreta de sus clientes. Bienvenido el diálogo, la conversación nacional. Mejor bienvenida para las decisiones radicales que empiecen a romperle las vértebras a todos los sistemas políticos y económicos, también ideológicos, que no estén buscando el bien común ni la promoción de la dignidad humana.
Imagen: BBC
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