Misionero de la misericordia y de la paz
El Santo Padre quiere ser también heraldo de paz. Esta realidad, tan difícil de sembrar en Colombia, hay que aclimatarla por todos los medios, no siendo el de menor…
“Deseo ir como misionero de la misericordia y de la paz”, ha dicho el Papa Francisco en vísperas de su viaje a Colombia. Es un mensaje claro, sencillo y también profundo. Viene como misionero, es decir, llega como enviado y por tanto portador de un mensaje que no es suyo, sino de Dios mismo. Y ese mensaje tiene como contenido dos realidades hermosísimas: misericordia y paz. Difícil encontrar dos palabras que recojan en forma más elocuente las dos grandes necesidades de la nación colombiana. Y mucho más difícil, por no decir imposible, encontrar una persona más apropiada que el Santo Padre, este papa, Francisco, luz de Dios para un tiempo tan escaso en misericordia y paz, no solo en Colombia, sino en muchos lugares del mundo. Nos corresponde, pues, a todos los que gozaremos de su presencia esforzarnos por ver estas tres realidades: un misionero, un heraldo de la misericordia y un hombre de la paz.
“Ojalá esta vez sí escuchemos al Papa” ha afirmado con absoluta claridad el arzobispo de Bogotá, Cardenal Rubén Salazar. El Papa se ha alegrado al saber que la oración ha sido el elemento más fuerte de la preparación para su llegada a nuestro país. Orar es ensanchar el corazón, ha afirmado el pontífice. Y el arzobispo añade con precisión: se trata de escuchar. Una vez que Su Santidad esté realizando su misión en el país, la actitud recomendada en todo sentido y a todos es la de escuchar con atención sus palabras, sus mensajes, sus insistencias. Si no hay escucha, en buena medida se perderá la semilla que el sucesor de Pedro quiere sembrar entre nosotros. ¿Cómo hacer, entonces, para que Colombia escuche a este profeta de nuestro tiempo? Con una buena dosis de humildad, los colombianos estamos llamados, en esta semana de gracia, a dejarnos hablar con claridad y a escuchar con esperanza la voz del que no tiene para darnos sino cariño y amor de padre.
Nos hablará seguramente de la misericordia y desde la misericordia. Quiere esto decir que el Papa Francisco anhela poder llegar con su ser y su palabra a todos y muy especialmente a quienes más sufren por cualquier motivo. Imposible encontrar otro camino más sabio para no dejar a nadie por fuera, para que nadie se sienta marginado de su presencia y amor. En Colombia lo que ha dejado a muchas personas al margen de la felicidad, de la justicia, del bienestar y de la esperanza es la dureza de corazón y el egoísmo de otros. ¡Cómo los aliviará el saber que ellos son los primeros en el corazón de Dios y de su enviado! Y cuánto bien se producirá en la nación si todos nos convencemos de que tener un corazón misericordioso es un elemento fundamental para que innumerables personas vuelvan a tener esperanza, alegría, ganar de seguir viviendo.
Y el Santo Padre quiere ser también heraldo de paz. Esta realidad, tan difícil de sembrar en Colombia, hay que aclimatarla por todos los medios, no siendo el de menor importancia el espiritual. Los ciudadanos colombianos estamos en mora de llevar la paz, no solo a unas leyes y acuerdos escritos, sino al corazón, de manera que en realidad podamos vivir con tranquilidad, sosiego y siempre con esperanza. Ojalá, como lo han insistido tanto los obispos colombianos, desarmemos definitivamente los espíritus y comencemos a convencernos de que entre más personas tengan el corazón pacificado, anhelante de justicia y verdad para todos, mucho mejor será la vida para todos.
Sea bienvenido a todo el país, a toda la Iglesia, a la Arquidiócesis de Bogotá, este misionero de misericordia y paz. Dios haga prosperar su difícil tarea y que Colombia deje que su tierra sea regada por una palabra pletórica del amor de Dios.
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