Los movimientos laicales en la Iglesia
Las nuevas fuerzas de la Iglesia están haciendo hoy una fuerte presencia a través de obras de misericordia, retiros espirituales, atención de enfermos y ancianos,…
Es muy interesante observar en la vida actual de la Iglesia cómo el Espíritu Santo ha ido suscitando los más variados tipos de apostolado en manos de los laicos. Son movimientos que con gran alegría y prontitud han decidido ponerse al frente de tareas que son propias de todo bautizado consciente de su misión por el reino de Dios. En efecto, las nuevas fuerzas de la Iglesia están haciendo hoy una fuerte presencia a través de obras de misericordia, retiros espirituales, atención de enfermos y ancianos, encuentros matrimoniales y de novios, visitas a las cárceles, atención de migrantes, talleres de oración, difusión editorial, presencia en los medios y en la red, espiritualidad mariana, etc. Es como si algo estuviera prendiendo el ardor misionero que estaba un poco adormecido en la conciencia laical de la Iglesia.
¿Qué puede ser ese algo? Quizás la imposibilidad de exigir más presencia al clero en todas partes pues su ocupación está al límite. Puede ser que, como ya es usual, el número de vocaciones a la vida consagrada no sea el suficiente para atender al pueblo de Dios. Pero, con toda seguridad, los mismos laicos han ido creciendo en su conciencia de ser parte fundamental y viva de la Iglesia y que también ellos tienen una inmensa tarea en su calidad de bautizados para llevar el Reino de Dios a donde el Espíritu lo indique. Y también debe ser cierto que los laicos han ido percibiendo una apertura mucho mayor de obispos y sacerdotes para que los fieles asuman diversas tareas y responsabilidades, no solo administrativas, sino en el orden de la evangelización y la misericordia en todos los lugares donde peregrina la Iglesia y aun donde su presencia todavía es débil o inexistente.
Algunas claves son importantes para que este movimiento laical y apostólico contribuya eficazmente a la misión de la Iglesia. En primer lugar, una conciencia absolutamente clara de que se está sirviendo sobre todo a Dios, nuestro Señor. Y esto conlleva una relación profunda, espiritual y de oración, con quien ha querido poner la Iglesia en medio de la humanidad. En segundo lugar, los movimientos laicales deben respirar una profunda comunión eclesial y evitar así ser ruedas sueltas que pueden terminar en cualquier cosa, incluso dividiendo a la misma Iglesia. Si todas las iniciativas actuales suman fuerzas entre sí y con las ya existentes, en verdad la Iglesia gana mucho y se ve a sí misma con mayores posibilidades de ejercer su profetismo en un campo de acción cada vez más amplio. Y, en tercer lugar, los movimientos laicales deben conocer las necesidades de las comunidades locales y de la Iglesia universal, para responder con lo que Cristo les puede ofrecer a través de ellos y según las orientaciones de los legítimos pastores del pueblo de Dios.
Se observa, finalmente, que quienes hoy en día se vinculan a los movimientos laicales tienen una formación cristiana seria y profunda. Por eso mismo sería interesante que muchas de estas personas entren pronto a formar parte de las mesas de discusión y decisión de la vida pastoral y evangelizadora de cada iglesia particular. Tienen mucho por aportar. Pueden hacerlo desde la visión que da la vida matrimonial, la juventud, la vida profesional, las profesiones de servicio, las actividades de las fundaciones, el ser parte del Estado cuando trabajan en él, etc. Se puede decir entonces que, de alguna manera, estamos como en una nueva primavera de la vida laical en la Iglesia y que, de la mano del papa Francisco, y con apertura de obispos y sacerdotes, la Iglesia puede encontrar un nuevo aire en estos tiempos que ni son fáciles ni la estructura habitual de la Iglesia los puede atender completamente. El Espíritu, definitivamente, sopla donde quiere y cuando quiere.
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