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La pastoral de la salud

11 de marzo de 2019

“No solo de pan vive el hombre”, se escuchó en el Evangelio del primer domingo de la cuaresma. En la pastoral de la salud, en el acompañamiento de los enfermos y las…

Uno de los logros de las últimas décadas en la arquidiócesis de Bogotá ha sido la consolidación del ministerio extraordinario de la comunión. Se trata de laicos y laicas, debidamente preparados, que colaboran asiduamente con los sacerdotes para distribuir la sagrada comunión tanto en las eucaristías donde hay una gran congregación de fieles, como en la visita a los enfermos y personas que no pueden acudir a la iglesia por diversas razones, especialmente los adultos mayores. Ya es habitual ver a estos hombres y mujeres en las funciones litúrgicas y también recorriendo los barrios para llevar el alimento espiritual, que comprende la comunión eucarística, pero también la Palabra de Dios y momentos de oración. Y no pocas veces son portadores de signos de caridad, cuando es necesario. Además, estos ministros extraordinarios constituyen hoy en día un grupo de miles de personas que colaboran muy bien en la pastoral y en la evangelización.

Por otra parte, hay un frente que ha crecido ampliamente y cuya atención a veces desborda a las mismas parroquias. Es el de la gran cantidad de clínicas, hospitales, centros de salud y de especialistas, tanto públicos como privados, que hoy están situados en la jurisdicción de la arquidiócesis de Bogotá. Aunque algunos cuentan con capellán propio, a la mayoría acuden los sacerdotes a llevar los auxilios sacramentales, en la medida en que la gente los solicita. Cabe preguntar si es posible pensar una acción más orgánica que garantice una presencia más estable y una acción más continua en las diferentes instituciones dedicadas a la salud de las personas. No es fácil cuando el número de sacerdotes en Bogotá siempre es insuficiente para el tamaño de la población, pero quizás se puede pensar en constituir equipos que queden a cargo de asistir sin falta a las personas que son atendidos médicamente y también al personal que allí labora, en un trabajo por lo demás complejo, agotador y hoy en día con muchos interrogantes éticos.

“No solo de pan vive el hombre”, se escuchó en el Evangelio del primer domingo de la cuaresma. En la pastoral de la salud, en el acompañamiento de los enfermos y las personas impedidas sí que se hace palpable esta afirmación. Allí, en la situación de deterioro físico y mental, queda a la vista cómo el ser humano siempre está necesitado de apoyo espiritual, del amor de Dios, del servicio de la Iglesia, de la palabra que lleva consuelo. Por esta razón, la pastoral de la arquidiócesis de Bogotá y todas las iglesias particulares están llamadas a consolidar su misión entre los enfermos y a seguir creciendo en este servicio. En los tiempos actuales, en que obispos, sacerdotes y diáconos, han sido obligados a realizar tantas y tantas tareas administrativas, es de la mayor relevancia, que nada de eso los prive del tiempo necesario para acompañar al enfermo y al adulto mayor. Todos los ministros de la Iglesia son testigos de cuánto ayuda al enfermo la presencia del sacerdote, la posibilidad de recibir el sacramento de la eucaristía y también el de la reconciliación y siempre un rato de compañía y de solaz.

Existen congregaciones que realizan una labor extraordinaria en la pastoral de la salud y que han apoyado inmensamente a la arquidiócesis de Bogotá en esta misión. Congregaciones masculinas y femeninas. Ahora, en el pulular de instituciones médicas, bien valdría la pena que quienes tienen amplia experiencia en este campo, iluminen aún más la labor de la Iglesia en medio de clínicas, hospitales, centros de salud. Además de las ya citadas acciones de los sacerdotes y ministros extraordinarios de la comunión, quizás se pueda empezar a trabajar la idea de equipos de pastoral de la salud en los lugares de la ciudad donde hoy se concentran estas instituciones, por ejemplo, la Avenida Primero de Mayo, la autopista Norte con calle 100, la calle 26, el bario Olaya y quizás en el futuro La Castellana. Y todo esto partiría de una situación sumamente positiva y es la gran apertura y acogida que encuentra la Iglesia en estas instituciones. Y en pocas labores la Iglesia es más fiel al mandato de Jesucristo que cuando se acuerda del enfermo, lo visita, alimenta espiritualmente y acompaña en su etapa de desierto.

Que no se nos queden los enfermos y las instituciones por fuera de las prioridades de los nuevos planes de evangelización. Seguro que no.

 

Imagen: ACI

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