La importancia de ser prácticos en la evangelización
Las miles de eucaristías que se celebran a diario en la Iglesia siguen siendo la mejor de las ocasiones para evangelizar, con palabras y con signos
Una de las quejas más frecuentes de algunos miembros de la Iglesia es que en ella todo parece complicado o al menos así se lo imaginan. Típico es el lamento por los trámites de matrimonio que, dicen algunos, son muy engorrosos. Otros levantan su protesta por los requisitos para bautizar niños. Los de más allá piensan que las preparaciones para la primera comunión son muy extensas. Y así se suceden algunas quejas que darían la impresión de que lo que depende del clero suele tornarse complicado. En cambio, hoy en día, existen muchísimas iniciativas de los laicos que fluyen en forma admirable. Eso parece. En todo caso, lo que hay de fondo es como una petición para que toda acción evangelizadora sea viable en la práctica.
Una vez más hay que recordar que la vida de la gente es hoy compleja, llena de ocupaciones. El tiempo es escaso, entre otras cosas, por el caos en los temas de movilidad. Con bastante frecuencia las personas no tienen sino tiempos nocturnos o del fin de semana para destinarlo a actividades religiosas, bien sean estas celebraciones o catequesis o grupos de diversa índole. Por esta misma razón, lo que se proponga desde la Iglesia para adelantar actividades de evangelización, debe tener muy en cuenta el ritmo real de la vida de la gente. No se trata de hacer una evangelización superficial, a la carrera, como tampoco de proponer unos planes irrealizables que nunca llevan a nada. Es necesario encontrar tiempos, medios, lugares, ocasiones, que faciliten tanto a los anunciadores del Evangelio como a sus destinatarios realizar unos encuentros de fe muy provechosos, que sean como una luz en el camino de la vida de las personas y momentos de emplearse a fondo para quienes se han dedicado a predicar al Señor.
Vale la pena recordar lo que enseñaba el papa Benedicto XVI: la liturgia es el primer y más importante lugar de la catequesis. Las miles de eucaristías que se celebran a diario en la Iglesia siguen siendo la mejor de las ocasiones para evangelizar, con palabras y con signos. La preparación a los sacramentos también es una oportunidad muy fecunda para sembrar la Palabra de Dios. Quienes están a cargo de las famosas clases de religión siguen teniendo una oportunidad de oro para anunciar a Jesucristo a los niños y a los jóvenes por largos años. Los grupos, bien sean parroquiales o no, siguen teniendo un atractivo para muchas personas y bien orientados sostienen la fe de no pocos fieles de la Iglesia. Idéntica situación se da con los movimientos apostólicos. También en la Iglesia se ha entrado hoy en una dinámica importante de presencia en los medios y redes sociales. Aunque son un campo a veces resbaloso, allí también se “encuentran” las personas. Sin embargo, todavía falta crecer en esta conciencia para llegar a tener tanto impacto como el que a diario tiene el papa Francisco en el mundo entero. Todo lo anterior, a manera de muestra, revela que no falta el sentido práctico a la hora de evangelizar.
Sin embargo, siempre hay que estar atentos para que no se inocule el virus de lo impracticable a la hora del anuncio del Evangelio. Se requiere hoy una gran flexibilidad en los evangelizadores y en el clero para comprender las situaciones, los tiempos, las necesidades, las distancias, que marcan la vida de la mayoría de las personas. Esta capacidad de adaptarse racionalmente a las condiciones en que viven las personas es ya un acto evangelizador pues revela el deseo de la Iglesia por servir siempre a todos. Más importante que horarios fijos, planes predeterminados, cartillas impresas, es cada persona en sus circunstancias reales. La evangelización con sentido práctico viene siendo, entonces, una combinación amable entre lo que debe hacer la Iglesia en su misión de anunciar y santificar y los ritmos de la vida actual. Y tener perspectiva de largo plazo pues así es que se hace el crecimiento espiritual de las personas. Ojalá siempre la evangelización –anuncio, catequesis, celebración- tengan en la Iglesia el sabor de algo posible, atractivo y al alcance de todos.
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