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La Iglesia católica en el bicentenario

5 de agosto de 2019

Es imposible para cualquier observador ecuánime escribir la historia de los dos últimos siglos de Colombia sin aludir frecuentemente al papel que en ella ha cumplido la…

Ahora que nuestra República llega a sus doscientos años de vida independiente, han surgido naturalmente la reflexión y el estudio sobre esta ya larga historia. Pero hoy en día la historia ya no se escribe desde una sola mirada sino desde múltiples puntos de vista, lo cual ha enriquecido la noción de lo que realmente ha sucedido en estos dos siglos. Esta amplitud de miradas ha incorporado a grupos, etnias, minorías, regiones, voces que durante décadas enteras no aparecían en los relatos del acontecer nacional. Y esto ha sido positivo. Al mismo tiempo, y en esto hay que llamar la atención, también hay cierta tendencia a acallar viejas voces, como la de la Iglesia, para que su accionar no sea reconocido ni valorado. En la interpretación y en el escribir la historia también se juega el futuro de personas e instituciones.

Es imposible para cualquier observador ecuánime escribir la historia de los dos últimos siglos de Colombia sin aludir frecuentemente al papel que en ella ha cumplido la Iglesia católica. Desde las luchas mismas de la independencia, con personas y doctrinas políticas, pasando por tareas tan esenciales como la educación, la salud, la legislación, la vida de las familias, la atención a los pobres, hasta los días presentes, la labor de la Iglesia en Colombia no solo ha sido muy amplia y productiva, sino también muy reconocida por la población en general. Y ha tenido momentos oscuros y errores, cosa que hoy en día se puede reconocer sin que esto demerite el resto de su labor. Pero la Colombia actual lleva sin duda en su alma la impronta de la labor evangelizadora en múltiples campos de la Iglesia católica.

La Iglesia debería hacer un repaso de esta historia en tierras colombianas para llenarse de nuevo de un gran espíritu misionero, viendo lo que sus miembros han hecho a lo largo de estos doscientos años de vida republicana. En efecto, a través de esta mirada, la Iglesia católica se encontrará con hombres y mujeres, obispos, sacerdotes, religiosas, misioneros, que a decir verdad adelantaron una obra espectacular y de dimensiones colosales. Podrá contemplar iniciativas de todo tipo a favor de los más humildes, a favor de la educación y progreso de miles de comunidades. Igualmente, sobre todo en años recientes, ha contribuido enormemente a tender puentes de reconciliación en medio de tantos conflictos armados que ha padecido la nación. Podrá, en fin, encontrarse con que prácticamente no hay dimensión de la vida colombiana en la cual la Iglesia no haya hecho aportes significativos desde su misión propia.

Pero tal vez sea importante insistir, no solo en el reavivar el espíritu apostólico de toda la Iglesia en Colombia, sino en que ella misma recobre el interés por llevar clara memoria de sus acciones. Esto no por vanidad ni vanagloria. Más bien para tener un punto de referencia que no le permita nunca disminuir en la magnitud de sus labores de evangelización y desde luego, para no dejarse quitar el espacio que se ha ganado en un trabajo hecho día a día sin descanso ni tregua. También para identificar fallas, cuyo análisis sirva para la conversión permanente. Realmente la historia de la Iglesia en Colombia no es de doscientos, sino de más de quinientos años y esto ya de por sí es un motivo suficientemente grande y visible como para que alguien siquiera quisiera pensar en celebrar un bicentenario sin reconocer a ese gran actor en Colombia que ha sido la Iglesia católica.

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