La evangelización hay que dinamizarla siempre
La evangelización, para hacerse real, requiere personas concretas, oyentes concretos, lugares concretos, programas que realmente se puedan llevar a cabo. Por eso es que…
Entre las escenas más bellas que se encuentran en los Evangelios se cuentan aquellas en las que Jesús se sentaba a enseñar, bien fuera en la sinagoga, en el lago, en la llanura, en el monte. Muchos pintores de todas las épocas han querido crear imágenes de esta actividad del magisterio de Jesús. Después de Jesús, relata sobre todo el libro de los Hechos de los Apóstoles, estos últimos reproducen casi idénticamente la escena: recorriendo pueblos y aldeas, reuniendo personas y sentándose a anunciarles la buena nueva de la salvación. Esa es la evangelización en su esencia más profunda y pura: personas entregadas al servicio de transmitir el evangelio como ocupación permanente y principal. Y si queremos ser más precisos: la evangelización es una acción concreta en la cual alguien predica, enseña, transmite, y otros escuchan y aprenden.
En la Arquidiócesis de Bogotá existe hoy en día un espíritu empeñado en dinamizar aún más la labor de evangelización. Dentro de la estructura de la Curia, hay una coordinación central y de ella dependen otras coordinaciones que, en diversos campos, se proponen promover la tarea evangelizadora. Es la dirección correcta. La Iglesia existe para evangelizar y por ende la arquidiócesis de Bogotá también. Y los obispos, los sacerdotes, los diáconos, las religiosas y religiosos, los laicos consagrados, los catequistas y profesores de religión, todos, ocupan un lugar en la Iglesia para adelantar la bella misión: predicar el Evangelio. ¡Y ay si no lo hacen!, advierte el Apóstol. Y toda la estructura eclesial debe estar al servicio de la misión y debe ser capaz de no distraer excesivamente a los agentes evangelizadores en tareas de menor importancia, como la administrativa, la jurídica, la “reunionitis” repetitiva, la consecución de recursos, etc.
La evangelización, para hacerse real, requiere personas concretas, oyentes concretos, lugares concretos, programas que realmente se puedan llevar a cabo. Por eso es que quizás hoy sea necesario insistir en lo que hacían, concretamente, Jesús y sus apóstoles: reunir personas con frecuencia en lugares determinados y una vez congregados darles a conocer el Evangelio. Todos los agentes evangelizadores deben redescubrir el gusto por encontrarse con personas para hablarles de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo, de la salvación, del reino de Dios. Parece una acción muy simple, pero contiene en sí todo deleite. Nada debe entusiasmar más a un evangelizador que tener frente a sí un grupo de personas que quieran escuchar la Palabra de Dios y poderles explicar las enseñanzas allí contenidas para que se transformen en vida concreta. Los escenarios para llevar a cabo esta precisa acción de predicación pueden son muy variados: parroquias, colegios, universidades, movimientos apostólicos, campamentos, retiros, convivencias. Pero sin perder lo esencial: anunciar a Jesucristo, don de Dios para la humanidad y realizador de la salvación universal.
En este propósito de dinamizar aún más la evangelización en la Arquidiócesis, conviene recuperar el brillo de la sencilla acción de enseñar, predicar, hablar de Dios, reflexionar en torno a la Palabra de Dios. Conviene ser precavidos para no dejar que lo que Jesús hizo con tanta sencillez y prontitud llegue a convertirse en una acción demasiado compleja y muy difícil de realizar en la práctica. Con toda seguridad, si se logra darle aún más fuerza al predicar el Evangelio, se revitalizará, no solo la vida de muchos bautizados un poco adormecidos en su fe, sino también la de los mismos agentes evangelizadores. Por donde quiera que se mire el contenido del Evangelio, siempre encontrará allí, el que escucha atento, una palabra luminosa, orientadora, consoladora, generadora de esperanza. El Evangelio es el tesoro de la Iglesia. Es lo que hay que predicar y compartir. Es lo que hay que vivir. Todo el que quiera unirse a esta misión en Bogotá hace un bien inmenso para su vida, para la de quienes lo escuchen y vean y para la misma Iglesia. Todos suman.
Imagen: Cerezo Barredo
Fuente Disminuir
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