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Justo reconocimiento

10 de julio de 2017

Estos dos obispos y este sacerdote, en síntesis, con claridad meridiana pusieron su fidelidad a Dios por encima de cualquier invitación a actuar de manera diferente y…

Ha anunciado el Vaticano la beatificación del obispo mártir Jesús Emilio Jaramillo y del sacerdote Pedro María Ramírez, también martirizado en el desaparecido Armero. Igualmente, anunció el reconocimiento de las virtudes heroicas del arzobispo y siervo de Dios Ismael Perdomo Borrero, pastor de la Arquidiócesis de Bogotá, en la primera mitad del siglo veinte. Quienes conocen las biografías de estos tres colombianos, que se dedicaron al servicio de Dios en el sacerdocio, reciben con inmenso júbilo este reconocimiento más que merecido y oportuno. En ellos también se hace un homenaje a muchos otros miembros del clero católico que en Colombia han sido asesinados en los últimos años.  Y con este reconocimiento el Vaticano sube la nota de fe a los preparativos de la visita del papa Francisco a Colombia, en septiembre próximo.

En la vida de los tres ministros sagrados destacados por la suprema autoridad apostólica, se cruzó como un viento fatal la vida política apasionada y violenta que tanto mal ha hecho a Colombia. Al obispo Jaramillo lo golpeó con ferocidad y crueldad la soberbia asesina del grupo Eln, que nunca ha soportado ideas contrarias a las suyas ni cuestionamientos, pues todo lo salda con bombas y balas. Al padre Ramírez, el mártir de Armero, lo golpeó el fanatismo partidista que arrasó la nación a mediados del siglo pasado y que anegó en sangre buena parte del país. A monseñor Ismael Perdomo le resultó muy dolorosa su tarea de sacar definitivamente a la Iglesia en Colombia de toda contienda partidista, situándola en su verdadera y específica misión pastoral, que le imponía el servir a todas las personas y no a las de uno u otro partido político. Estos dos obispos y este sacerdote, en síntesis, con claridad meridiana pusieron su fidelidad a Dios por encima de cualquier invitación a actuar de manera diferente y esto es lo que la Iglesia ahora, en justicia, reconoce y exalta.

Pero, aunque pudiera parecer a alguien que estos reconocimientos son como un grito de victoria de la Iglesia, en realidad tienen un sentido más profundo. Son también un llamado vehemente a quienes ejercen el apostolado para emplearse a fondo, y aun a costa de la propia vida, en la tarea de anunciar el Evangelio y denunciar la injusticia en todas sus formas. Hay numerosos signos que le han anunciado a la Iglesia católica en Colombia que se hace necesario apretar el ritmo de la misión apostólica pues no son pocos en esta nación los que no conocen realmente a Cristo y tampoco son pocos los que han abandonado las huestes de los bautizados en busca de otras confesiones religiosas, incluso de corte cristiano. El clero, es decir, obispos, sacerdotes y diáconos, que laboran en Colombia, saben que la misión de evangelizar está en un momento en que sin duda está haciendo falta más espíritu apostólico para recoger mejores frutos de gracias y salvación.

Y, sin duda, el más profundo significado de la vida de los obispos Jaramillo y Perdomo y del sacerdote Ramírez, tiene que ver con la muy conocida afirmación que aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles en el sentido de que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Esto es lo que en últimas define y caracteriza la vida del verdadero creyente y por supuesto la del apóstol y pastor. Y en el caso de estos tres hombres esta obediencia a Dios fue caracterizada, no solo por la fidelidad, sino por la templanza y la cordura, lo cual siempre ha causado escozor a tanto fanático ciego que deambula por la patria colombiana y que casi siempre cobra la vida de personas nobles e inocentes. Arauca y Antioquia, el Tolima y el Huila, lo mismo que Bogotá, se sienten felices de ver cómo unos de sus hijos se acercan al honor de los altares con sobrados méritos. La Iglesia en Colombia se fortalece al ver reconocida la obra de sus sacerdotes. La ciudadanía colombiana también se siente refrescada al ver que las víctimas son visibilizadas y que por una vez los victimarios no son exaltados como si de héroes se tratara.

 

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