Jornada mundial de la juventud y lo que sigue
Es claro que a muchas personas jóvenes de la ciudad un encuentro como la jornada mundial se les presenta como una oportunidad única de festejar su fe, de compartirla…
Se acerca ya la Jornada Mundial de la Juventud, convocada por el papa Francisco, y que tendrá lugar en Panamá. Entre las iniciativas más exitosas de los últimos pontífices, esta congregación de jóvenes ha sido quizás la de mayor acogida a nivel de la Iglesia y también fuera de ella. Son memorables las verdaderas multitudes de jóvenes que se han reunido alrededor del pastor universal en un plan absolutamente diferente al que habitualmente llevan en sus vidas. Oración, plegaria, canto, silencio, escucha de la Palabra de Dios y de la enseñanza de la Iglesia, fraternidad son algunas de las actividades que componen un encuentro de esta naturaleza. Hoy en día es difícil que alguien logre convocar tantas personas jóvenes en un solo evento como lo han logrado los papas y esto ya es significativo.
Ya a las puertas de Panamá se siente el entusiasmo de los grupos que asistirán desde diferentes partes de Colombia y en particular desde la arquidiócesis de Bogotá. Aunque la convocatoria pudo ser más fuerte y menos dispersa en Bogotá, es claro que a muchas personas jóvenes de la ciudad un encuentro como la jornada mundial se les presenta como una oportunidad única de festejar su fe, de compartirla fraternalmente con gentes de todo el mundo y de crecer en el compromiso cristiano de transformarlo. Incluso participarán jóvenes que no viven la fe con especial entusiasmo y aun otros que ni siquiera son católicos, quizás porque descubren en un acontecimiento de esta naturaleza una posibilidad de crecer en esperanza y de sentirse parte de las nuevas fuerzas que pueden hacer algo nuevo por la humanidad. Como quiera que sea, la jornada mundial de los jóvenes es un encuentro para la esperanza.
Y lo que sigue no es menos importante. La Iglesia ha demostrado que tiene una gran capacidad de convocatoria y que sabe realizar eventos masivos. Pero de allí surge la tarea más importante: acompañar a los participantes en la etapa posterior y en este caso a los jóvenes que estarán en Panamá. Generalmente quienes asisten a estos encuentros salen llenos de entusiasmo, de ideas nuevas, de sentido de unidad y fuerza y se hace necesario capitalizar esa dinámica, tanto para profundizar en ellos la evangelización, como para comprometerlos con la misión de la Iglesia, especialmente entre los mismos jóvenes. De vital importancia será que la arquidiócesis de Bogotá, al regresar sus jóvenes de Panamá, les tenga una propuesta sólida y continua, de vivencia de la fe y de compromiso con la misma Iglesia. Nos auguramos que esto ya esté en proyecto.
La lección de estas jornadas de la juventud es que la población joven es muy abierta cuando se piensa en algo concreto y específico para ella en cualquier campo de la vida. Y también es lección, que a veces no creen del todo los agentes de evangelización y pastoral, que los jóvenes sí son receptivos a las propuestas espirituales y pastorales hechas con inteligencia, creatividad y alegría. Sería muy interesante que al regreso de los jóvenes de la arquidiócesis de Bogotá, fueran recibidos por el arzobispo primado, por sus obispos auxiliares, por los vicarios episcopales y los párrocos como signo de acogida y de invitación a participar más y más en la misión de la Iglesia. No se debe olvidar que los jóvenes creen sobre todo en los signos y los gestos y eso lo han entendido perfectamente los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Panamá puede convertirse en un semillero muy interesante de jóvenes que quieren vivir su fe todavía más comprometidamente. Dios quiera que los pastores y todos los agentes de la evangelización los acompañen con el mismo entusiasmo que ellos tienen.
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