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Iglesia y ecología práctica

9 de septiembre de 2019

Este vincular de lleno y desde adentro a la Iglesia con los temas que hoy, ocupan y preocupan a la humanidad, es de una audacia extraordinaria. Es como si el Santo Padre…

Una de las acciones más visionarias del papa Francisco ha sido la de situar a la Iglesia en medio del tema ecológico que hoy preocupa sobremanera a la humanidad. Prontamente se estará realizando el sínodo, convocado también por el pontífice, que se ocupará del tema amazónico mucho antes de que los incendios de las últimas semanas llamaran la atención de naciones y gobernantes. Este vincular de lleno y desde adentro a la Iglesia con los temas que hoy ocupan y preocupan a la humanidad, es de una audacia extraordinaria. Es como si el Santo Padre quisiera, en el mejor sentido, que su Iglesia pusiera los pies en la tierra, sin retirar la mirada del cielo. Un esfuerzo para que la energía de la comunidad creyente y la de sus pastores no se dilapide en tantos temas y propuestas que a nadie interesan y que no tienen ninguna repercusión real en la vida de las personas y las comunidades.

El tema ecológico tiene un sustento teórico y de estudios científicos que son lo que, precisamente, han dado con este despertar de la conciencia de la humanidad por el cuidado que hay que tener por la casa común, nuestro planeta. La deforestación, el crecimiento de los desiertos, el deshielo de cumbres y polos, la escasez del agua, el calentamiento global, son las manifestaciones concretas del desbalance en la relación entre el hombre y la naturaleza. Las consecuencias de este desequilibrio son reales, visibles, concretas. Y las soluciones deben tener ambos componentes: sustento teórico - científico y respuestas concretas, en tiempos oportunos, o sea, cuando ya no resulte ser demasiado tarde. Y a nadie se le debe olvidar que no se trata de la ecología por la ecología, sino la ecología por el hombre mismo, por su posibilidad de seguir viviendo sobre el planeta Tierra y de hacerlo en forma tranquila y pacífica. Porque una vez la escasez de recursos sea protuberante, no hay por qué dudar de que comenzarán guerras para apropiarse de lo que quede, comenzando por el agua.

Dentro de este marco, le cabe a la Iglesia la pregunta sobre cómo contribuir para que la Tierra siga siendo un lugar para la vida humana y para toda especie viviente. Dentro de su misión de reflexionar y predicar, la Iglesia ha venido abriendo espacios de pensamiento y estudio para hacer su aporte teórico a la revitalización de esta casa común. El sínodo sobre la Amazonia es un ejemplo de ello. Viene después la tarea de proponer acciones concretas de orden ecológico, tareas que sean en verdad realizables y en las cuales se pueda involucrar el mayor número posible de personas, comunidades e instituciones. Seguramente en este campo la Iglesia deberá vincularse con acciones estatales y de organizaciones que conocen en profundidad el tema y que deben tener acciones muy bien diseñadas para la restauración de la naturaleza. La Iglesia puede motivar a sus miembros para que hagan causa común en el cuidado de toda la naturaleza.

En Colombia el reto ecológico es asombrosamente grande. Narcotráfico y minería ilegal han causado un daño infinito al territorio nacional. La ganadería extensiva sin criterios de sostenibilidad se volvió un medio gigante de deforestación. La aproximación química al máximo en temas agrícolas ha causado desequilibrios y exterminios sin fin. La vieja industria, el obsoleto parque automotor, el auge desbordado del motociclismo, la asimilación de ríos con cloacas y mucho más, han dejado sobre la nación colombiana una herida por la cual hay que avergonzarse cada día más. Como el problema es nacional, cada agente de pastoral tiene la posibilidad de contribuir con su reflexión y sus propuestas de acción para que las cosas sean diferentes. Predicar sobre el cuidado de la creación, fomentar campañas de siembras y reciclaje, uso racional del papel (esta es una acción concreta que aún no se da en todas las instancias eclesiásticas), empleo de algunos fondos económicos para protección del medio ambiente, son algunas acciones posibles desde el ámbito eclesial. El papa Francisco quiere una Iglesia que palpite con los dramas, pero también las esperanzas de la humanidad y su planeta. La comunidad humana debe poder contar con la Iglesia, con todos los cristianos, para reparar, así sea en este último momento, lo que de Dios recibimos en perfectas condiciones: la vida en todas sus manifestaciones.

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