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Iglesia católica y Palestina

16 de enero de 2017

El Papa Francisco ha recibido en el Vaticano al Presidente de la autoridad palestina Mahmoud Abbas y han inaugurado la embajada de esta autoridad ante la Santa Sede

Como temas generales se han abordado la paz en el medio oriente y la protección de los lugares santos en las tierras palestinas. Pero es claro que para el Papa Francisco existe el imperativo moral de seguir apoyando todo esfuerzo por una paz en aquella región del mundo que garantice justamente una tierra para el pueblo palestino y también para el pueblo de Israel. Es inaceptable que los palestinos sigan sin tener un territorio seguro en el cual puedan vivir en paz, sin amenazas y con la esperanza de que poco a poco podrán mejorar sustancialmente sus niveles de vida. Y los israelíes deben poder vivir también sin el temor a ser constantemente atacados de un lado u otro.

Aunque el ajedrez de la política internacional es sumamente complejo y lleno de intereses, la mayoría de ellos ocultos y confusos, en lo que hay que pensar con claridad es en la suerte de quienes habitan en los territorios en disputa. En el diario vivir quienes cargan con el peso de estos conflictos, de las violencias desbordadas, de las dificultades para acceder a los bienes básicos para una vida digna, no son ni los políticos ni los poderosos, sino la gente del común, los padres de familia, los trabajadores, los desterrados, quienes van a las escuelas e instituciones educativas e incluso quienes profesan una fe religiosa que no busca nada diferente a tener una dimensión espiritual viva. Es en esta gente en la que seguramente piensa el Pontífice cuando manifiesta claramente su disposición para que los palestinos tengan tierra, nación, posibilidades de desarrollo, reconocimiento como pueblo histórico.

Entre los pobres de la tierra, tantas veces ponderados y privilegiados por Jesús, hay que contar naciones y comunidades humanas que han sido particularmente afectadas por diversos conflictos entre naciones. Los palestinos han sido una de esas comunidades que no la ha tenido fácil a lo largo de la historia contemporánea. El Papa Francisco también ha manifestado su preocupación por estos pueblos tan sufridos. Y seguramente el mejor camino para que Palestina adquiera el estatus que le corresponde es que llegue a ser reconocida como nación que en el marco de la comunidad internacional y que asuma derechos y deberes. Mientras esto no se dé, la situación seguirá siendo muy inestable para los mismos palestinos y para la nación israelí. Tiene que existir un modo para que estos dos pueblos históricos convivan pacíficamente y seguramente para lograrlo ambos tendrán que ceder en algo y encontrar acuerdos en lo que sea más importante. Y por razones históricas que no se pueden olvidar, la Iglesia católica tiene mucho que decir y hacer en esta búsqueda incansable de una paz estable y duradera. El Papa Francisco lo sabe y no se ha quedado de brazos cruzados.

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