El cambio generacional en la Iglesia
Estos sacerdotes que llegan a los despachos vicariales de la Arquidiócesis y a la rectoría del Seminario, han de traer ideas nuevas para un mundo nuevo en muchos…
Parece ser que en la arquidiócesis de Bogotá vendrán cambios generacionales en las líneas de mando. Actualmente las vicarías territoriales de la Arquidiócesis son ocupadas por sacerdotes cuyas edades están entre los 60 y los 70 años, o sea, nacidos en la década del 50 del siglo pasado. Es un grupo sólido que ha rodeado al Arzobispo Primado con lealtad y cercanía y que ha gozado del general aprecio del presbiterio. Llevan una identidad muy clara con respecto a la ciudad de Bogotá y también a la arquidiócesis de Bogotá. Los ha caracterizado también un quehacer pastoral serio y discreto, sin ostentaciones de ningún orden y sin ningún aire de distancia con respecto a sus hermanos presbíteros, sino todo lo contrario, fraternos y cercanos. Y, hay que decirlo también, distinto a otras épocas, a ninguno de estos vicarios se le ha visto nunca buscando honores o títulos ni nada que desdibuje su primigenia vocación al servicio de Dios y de sus hermanos. Realmente el equipo que acompaña al Cardenal Salazar ha respondido muy bien a la misión encomendada.
Ahora se anuncian el cambio de algunos de los vicarios y la llegada de sacerdotes cuarentones para tomar en sus manos el arado y seguir la misión. Incluso la rectoría del Seminario Mayor pasará a manos de un joven y destacado sacerdote. Todo un mensaje en estos cambios. Llega una nueva generación a tomar las riendas de distintas instancias de la arquidiócesis de Bogotá. Nos parece una decisión muy acorde con las exigencias de las organizaciones actuales, donde la fuerza del diario vivir está en personas más bien jóvenes que, entre otras cosas, tienen más clara la visión real del mundo actual, que no es fácil de percibir en su profundidad para las generaciones mayores. Estos sacerdotes que llegan a los despachos vicariales de la Arquidiócesis y a la rectoría del Seminario, han de traer ideas nuevas para un mundo nuevo en muchos sentidos. Propuestas frescas para una ciudad que se ha convertido en un reto fabuloso y descomunal para la evangelización. Eso sí, han de saber los nuevos colaboradores del Prelado, que les espera una tarea ardua en una época que tiene a prueba a la Iglesia, a los sacerdotes, a los obispos, a las comunidades católicas. Pero, por lo mismo, una época interesantísima para proponer ideas nuevas, modos de evangelización atractivos, respuestas prontas a las necesidades de las comunidades parroquiales.
Las vicarías territoriales de Bogotá, ocho en total, tienen hoy en día muchas tareas pastorales por resolver adecuadamente. Estas pasan por la atención del desarrollo nunca terminado del proceso de urbanización de la ciudad y también por áreas que se han despoblado de residentes y que han apagado la vida de varias parroquias. También enfrentan el reto de consolidar parroquias en sectores difíciles en todo sentido, incluyendo el económico. Y no menor objeto de preocupación de los vicarios ha de ser hoy la vida diaria de los sacerdotes, sus modos de vidas, la soledad en que a veces los ha situado la misma ciudad y la escasez de ministros sagrados que hace que estén en ocasiones muy dispersos, geográficamente hablando. Pero, sobre todo, las nuevas generaciones que entran ahora a la línea de dirección de la arquidiócesis de Bogotá deben ser capaces de promover una verdadera y nueva evangelización de la ciudad, evitando que todo el ímpetu del nuevo plan de la Arquidiócesis se quede en documentos, videos y afiches. En fin, desde aquella antigua invitación a dejarlo todo y echar las redes, las cosas siguen siendo en esencia las mismas: llevar el Reino de Dios a todos los hombres y mujeres de cada época. Pero el reto es lograr sembrar en una época y lugar como el que vive en este momento la Iglesia en Bogotá.
En la Iglesia, estrictamente hablando, nadie pasa a uso de buen retiro. Un apóstol, un obispo, un sacerdote, nunca se retiran. Quienes han prestado servicio en las vicarías o en el Seminario o en cualquier otra área de la Arquidiócesis, pasan ahora a seguir sirviendo en otros lugares y comunidades. Pero no han de trasladarse sin escuchar una voz sentida de agradecimiento por su entrega al servicio de la Iglesia en Bogotá, por su colaboración con el Arzobispo Primado, por su atención y paciencia con los sacerdotes, por sus visitas pastorales y por tantas y tantas cosas buenas que habrán realizado en el silencio y la discreción que les impone su oficio. Desde las páginas de El Catolicismo queremos que sientan la voz agradecida de quienes los conocen, aprecian y reconocen su labor.
A la nueva generación que llega al mando, nuestros mejores deseos para que a través de ustedes la misión de evangelizar, razón de ser de la Iglesia, cobre nuevos bríos, los que nunca le han faltado a la arquidiócesis de Bogotá.
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