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Corrupción total

22 de agosto de 2017

Una de las posturas más firmes de la Iglesia, y ya muy conocida, es que las estructuras no son las que fallan. Son las personas

¿Faltará decir algo acerca de la corrupción que se ha tomado por asalto quizás toda la vida política colombiana? Tal vez todo esté dicho, pero hay que reforzar el mensaje de rechazo a este cáncer que nos carcome sin misericordia. Y también hay que insistir en posibles caminos de solución para un mal que, como dijo el Ministro de Justicia, ha hecho metástasis en los estamentos del Estado, pero también en aquellos que desde fuera del mismo quieren tener acceso ilícito a sus recursos. Hoy en día en Colombia una de las mayores injusticias es la falta de ética en extensos campos de la vida social pues esto ha permitido que recursos, oportunidades, servicios, dejen de llegar a los ciudadanos y especialmente a los más necesitados de toda clase de apoyos.

La corrupción actual ha puesto a la vista varias realidades. La primera es que el apetito por el dinero se ha vuelto una verdadera obsesión en la clase dirigente colombiana. El Estado es un botín por conquistar y hay verdaderas hordas de delincuentes que están en ese plan. La segunda es que los sistemas o instituciones de control, en realidad de verdad, para poco y nada sirven, pues siempre llegan después de que las arcas han sido saqueadas. En tercer lugar, lo más triste de todo, la corrupción ha dejado en evidencia la casi nula presencia del sentido ético y moral en demasiadas personas. Muchos colombianos no tienen el más mínimo sentido ético para que los acompañe en el diario vivir y mucho menos para administrar lo que es pertenencia común de toda la ciudadanía. Y, cuarto, la corrupción está dispuesta a todo, mejor dicho, los corruptos, con tal de no ser alejados de las arcas del tesoro nacional o local. La guerra contra ellos es muy peligrosa.

Una de las posturas más firmes de la Iglesia, y ya muy conocida, es que las estructuras no son las que fallan. Son las personas. Ahora se escucha hablar de una posible constituyente para la rama judicial. ¿Quiénes la harían? ¿Los mismos de siempre? ¿Para crear instituciones para los mismos de siempre? No está la fiebre en las sábanas. Mientras no se dé un hombre nuevo todo seguirá igual. Mientras desde el Estado, la academia, la gran prensa, las iglesias, los centros de pensamientos no se logre “crear” un nuevo ser humano colombiano, con fortaleza moral y ética, las cosas serán irremediablemente iguales. Pero la verdad es que desde la mayoría de instancias que tienen bajo su responsabilidad la formación del hombre y las mujeres colombianos el discurso ético es muy gris, cuando no ausente o tímido y con mucha frecuencia sin un norte definido. Por comodidad hay una tendencia en las instancias formativas actuales a no meterse en el espinoso campo de orientar la conciencia de las personas. Los resultados están a la vista.

Hay riesgos grandes ante la debacle moral de nuestra sociedad y en concreto de nuestros estamentos políticos y judiciales. Uno de estos riesgos es el de ir formando un caldo de cultivo, ya muy avanzado, para que surjan líderes despóticos que inesperadamente se tomen la nación y entremos en otra forma totalitaria de injusticia y autoritarismo. Las sociedades se cansan del desorden y el desequilibrio y de pronto salta la liebre que no hubiéramos deseado. El otro riesgo es que todo este panorama abominable haga surgir nuevas formas de violencia pues el Estado no responde a las necesidades más esenciales de los ciudadanos constituyentes del mismo. ¡Y en Colombia sí que sabemos de organizar violencia! Y el mayor riesgo de la corrupción es que finalmente nadie está protegido, sino que todos estamos expuestos a la codicia material del matón de turno y no sabemos qué hará la gente cuando la quieran saquear sin límites.

Cabe un aguijón en los lomos de la Iglesia: ¿Cuándo volveremos a retomar la muy importante tarea de formar dirigentes para el bien del país desde los valores del Evangelio y desde la doctrina social? Quizás está llegando la hora de volver sobre empresas realmente influyentes para el bien del país y ojalá la próxima visita del Santo Padre nos sacuda un poco de cierta modorra en estos campos tan importantes y trascendentales para nuestra sociedad.

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