Celebrar la Pascua con todo fervor
La liturgia católica, preparada y celebrada con esmero, tiene todo el potencial para suscitar una profunda experiencia de fe en quienes participan en ella. Posee una…
Hablar hoy en día en la sociedad colombiana de una Semana Santa puede no ser una expresión muy exacta. Los tiempos y las costumbres han cambiado y las celebraciones religiosas deben abrirse campo en medio de muchas otras actividades que ocupan y distraen a la gente en estos días. Con todo, sigue existiendo la posibilidad amplia de realizar las fiestas de la fe cristiana pues aún gozamos de unos días reservados para tal fin, pues además del Domingo de Ramos y del Domingo de Resurrección, el calendario nacional reserva el jueves y el viernes para que la población colombiana realice sus festividades religiosas. Corresponde a cada comunidad católica aprovechar al máximo estos días para que, a través de la liturgia, se celebre la fe, se acreciente el fervor y se llegue con abundancia de palabra y de signos a todo el pueblo creyente.
Hoy en día el mundo está retando a todos los grupos que hay en cada sociedad a sostener y mostrar su identidad y quizás también el aporte que cada uno le hace a la comunidad humana. La comunidad católica en Colombia, siendo mayoritaria, no deja de estar enfrentada a este planteamiento. El hecho de haberse convertido en una religión casi que cultural, puede por momentos opacar sus contenidos y significados esenciales. Por poner un ejemplo, algunas de las procesiones de Semana Santa que se realizan en lugares tradicionales como Popayán y Mompox, pueden por momentos no tener propiamente un contenido religioso, sino solo cultural y tradicional. Estos hechos plantean a la Iglesia la pregunta de cómo hacer para que sus celebraciones sean esencialmente fiestas de la fe y no solo escenificaciones públicas que, como dice San Lucas en el relato de la pasión de Jesús, atraen gentes al espectáculo.
La liturgia católica, preparada y celebrada con esmero, tiene todo el potencial para suscitar una profunda experiencia de fe en quienes participan en ella. Posee una palabra potente, que es la de Dios; unos signos elocuentes y sencillos, que pueden comunicar mucho si se presentan correctamente; unos momentos precisos que vinculan el hoy y el ayer de la historia de salvación; unos sacramentos que precisan muy bien sus contenidos. A los ministros de la Iglesia, obispos, sacerdotes, diáconos, lectores, acólitos, músicos les cabe una gran responsabilidad para que la celebración cristiana de la Pascua produzca todos los frutos espirituales que de ella se pueden esperar. Hay que evitar la tentación del espectáculo, de la excesiva teatralidad o aún de la excesiva simplicidad. Conviene preparar muy bien las homilías de estos días para que sean como un momento de siembra de la Palabra de Dios hecha con especial dedicación y cuidado. Sería muy recomendable que en estos días los obispos y los sacerdotes hicieran un esfuerzo por escribir sus sermones y así realizar unas exposiciones muy cuidadosas de la catequesis cristiana.
Con respecto a los fieles cristianos, urge que se vuelva a tomar con toda seriedad la celebración de la pascua cristiana. Quiere esto decir que bien vale la pena hacer un alto en el camino para orar, celebrar, escuchar, recibir los sacramentos –penitencia y eucaristía- y para hacer encuentro con su comunidad eclesial. Las celebraciones de la fe permiten que el creyente, los bautizados todos, recuerden su vinculación a Dios Padre como hijos, a Cristo como redimidos y al Espíritu como santificados por él. Son ritos que bien hechos pueden dar inmensa alegría y paz, como que también consuelo y fortaleza. Dan sentido de pertenencia a la Iglesia. Generan la buena sensación de que se camina con un pueblo que tiene puesta en Dios toda su confianza. Y, más que cualquier otra cosa, una buena celebración de la Pascua cristiana, permite pregustar el amor de Dios por cada una de las personas que ha creado, experimentar su amor inmenso por la humanidad y hace brillar de nuevo el horizonte de eternidad para el cual fueron creados todos los seres humanos. Como el ciervo que busca las fuentes de agua fresca, todo bautizado está llamado en estos días santos a volver a beber en Cristo como la fuente que sí quita la sed y a ver en su pasión, muerte y resurrección, toda la abundancia del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. ¡Feliz Pascua de resurrección a todos nuestros lectores!
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