Celebración merecida
El jueves de la semana pasada, la arquidiócesis de Bogotá celebró los jubileos sacerdotales, los cuales abarcaron a presbíteros que han alcanzado los 70 años de vida…
El marco lo dio el Seminario Mayor de San José, casa por excelencia de la formación de nuevos sacerdotes para la ciudad capital. No obstante ser una celebración que se repite cada año, siempre conserva el toque de alegría por la obra que Dios hace en unas personas concretas a las cuales llama a servirle en la predicación del Evangelio y en la santificación del pueblo de Dios.
Contemplar a los sacerdotes que celebran estos aniversarios tan significativos es como hacerse una imagen viva del apostolado en la Iglesia. En efecto, entre los celebrados, había un obispo que hoy sirve a la Curia Romana, varios sacerdotes que ya gozan de buen descanso habiendo sido párrocos, profesores, capellanes, miembros del Tribunal Eclesiástico. Los más jóvenes se ocupan principalmente de parroquias y de capellanías, así como de infinidad de tareas que solo Dios conoce y aprecia suficientemente. La buena marcha de una iglesia como la Arquidiócesis de Bogotá se debe en gran medida al apostolado de estos sacerdotes. Han sido personas entregadas de lleno al servicio que les pide Dios a través de la Iglesia y de este modo han construido una comunidad arquidiocesana y sacerdotal muy sólida, con claridad absoluta sobre su misión y siempre al servicio de las personas, que es la forma concreta en que se prolonga el sacerdocio de Cristo en cada obispo y cada sacerdote.
Una ganancia muy bella de esta celebración jubilar es el escuchar el testimonio de gratitud y alegría con que cada presbítero define sus años de ministerio. Todos, sin excepción, hablan muy bien del sacerdocio, se sienten agradecidos con Dios y con la Iglesia, todos aprecian el trabajo que les ha encomendado el obispo de cada época de la Arquidiócesis. También, con absoluta humildad, todos reconocen que quizás han fallado en ocasiones y que siempre estarán en deuda con Dios y con su pueblo. Pero, al mismo tiempo, quieren hacer saber que han dado lo mejor de sí mismos como respuesta a un llamado que siempre tendrá algo de misterioso, pues solo Dios sabe por qué escogió a cada uno. En verdad solo Dios sabe eso y solo Dios sabe cuánta de su gracia y salvación ha llegado a infinidad de personas a través de las palabras, las manos, la entrega de estos sacerdotes que recorren día y noche sin parar hasta el más recóndito lugar de la ciudad capital y de sus municipios vecinos al oriente.
En estos tiempos de dura prueba para el sacerdocio y la Iglesia, la celebración de los jubileos, con alegría y sobriedad, reanima todo el caminar de la Arquidiócesis de Bogotá. Fue ocasión de reconocer una vez más la obra de Dios que nunca abandona a su Iglesia ni a sus ministros. Es momento de gran fraternidad para que los que fueron destinatarios de las felicitaciones se sigan sintiendo acompañados y muy apreciados. Y momento para que todo el presbiterio sienta la fuerza de su unidad, la capitalidad de la comunión con el obispo propio, la alegría de la misión cumplida, la libertad que surge de ponerse de lleno en las manos de Dios. Nos alegramos, pues, en cada obispo y sacerdote que ha llegado a un aniversario importante y significativo. Nos felicitamos por la Arquidiócesis de Bogotá, hoy más viva y activa que nunca. Nos ponemos de nuevo en manos de Dios para que siga acompañando con su gracia a quienes ha llamado a su servicio y para que llame a muchos más pues la tarea por hacer es grande y hermosa.
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