Pasar al contenido principal
#ff0000

Banderillas desde Roma

5 de junio de 2017

En una nota informativa reciente, en la que se ilustra la visita de la Presidencia del Celam al Papa y a Roma, se deja ver, en las conversaciones con los rectores de los…

Para ser sinceros, es necesario reconocer que esta especie de resistencia a la vida académica es una vieja deuda que tiene el clero en general de nuestro continente consigo mismo y con la misma Iglesia, el pueblo de Dios.

Son muchas las razones que se han expuesto desde tiempos inmemoriales en América Latina para que la formación académica del clero no sea vista del todo como la gran prioridad. En las últimas décadas ha habido una preocupación desmedida por la famosa “formación sico-afectiva” y lo académico no ha tenido un énfasis especial. Esto es alarmante. La sociedad moderna requiere muchos instrumentos para interpretarla correctamente, para hacerle llegar un mensaje valioso y para comunicarle en forma eficaz. Esto depende en buena medida de una excelente academia, de mucho estudio, de una inclinación clara al análisis y la reflexión. Con frecuencia el clero está refugiado en un activismo pastoral y en una predicación elemental que quizás no sean suficiente para los tiempos que corren.

La insuficiente formación académica e intelectual puede tener más consecuencias. La primera es que la predicación habitual de los sacerdotes puede no estar teniendo la suficiente profundidad y carecer de respuestas a tantas necesidades de los bautizados. La segunda es que la Iglesia puede perder interlocución con la sociedad y sus estamentos de todo orden. En general, hoy en día las grandes instituciones de las naciones tienen al frente personas muy bien preparadas en lo académico e intelectual y para hablar con ellas se requiere estar a la altura. La tercera es el desencanto que a veces se convierte en éxodo de fieles de la Iglesia a otras congregaciones religiosas u movimientos espirituales. Y esta formación intelectual debe ser constante porque también es propio de esta época la rapidez con que todo cambia y se transforma.

Se oye plantear en ocasiones una falsa dicotomía: pastores o doctores. Mejor: pastores doctos. No se trata de convertir el clero en una comunidad de eruditos, llenos de la vanidad del saber. Por el contrario. Está a la vista la necesidad de que presbíteros y religiosos en América Latina hagan un esfuerzo serio y constante por dedicar más tiempo a su propia preparación intelectual, para ser unos pastores más atinados, con mayores frutos en todo su quehacer evangelizador. El mundo actual, con el desborde absoluto y total de las comunicaciones, con su inclemente capacidad de arrasar los viejos relatos y proponer unos nuevos, así sean disparatados, exige al clero ponerse a la altura de las circunstancias o de lo contrario serán cada vez menos quienes atiendan sus mensajes, no porque no sean ciertos, sino porque no alcanzan a dar razón de la fe y tampoco de la vida de sus oyentes. Después de tantos años de escarbar en la vida afectiva y emocional del clero, quizás sea la hora de escarbar en su mente para ver lo que hay allí y lo que hace falta.

Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Otras noticias

#007300
#397dff