Año eclesial con muchas tareas por delante
Quien no tome en sus manos un remo y ayude en la travesía de la historia actual se convierte en un lastre para el avance de la comunidad creyente y un campo opaco que…
Lo más interesante de la vida de la Iglesia católica en estos tiempos es que hay muchas cosas importantes por hacer. La evangelización, la pastoral, la purificación, la creatividad, la renovación son, entre otras, algunas de las tareas y actitudes que deben asumir los miembros del cuerpo místico de Cristo. A medida que el ambiente en el cual cumple su misión la Iglesia, tanto interno como externo, se hace más exigente y a veces muy crítico, mayor es la medida de perfección y santidad que se requiere para todos los obreros de la viña del Señor. Acudiendo a la vieja imagen de la Iglesia como una barca, se puede decir que no hay allí lugar para los ociosos, los simplemente críticos, los resignados o los pesimistas. Quien no tome en sus manos un remo y ayude en la travesía de la historia actual se convierte en un lastre para el avance de la comunidad creyente y un campo opaco que quita fuerza y esplendor a quienes están empeñados en dar verdadero testimonio de Cristo en medio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
A la cabeza de la Iglesia no está ciertamente un hombre ocioso. Todo lo contrario. El papa Francisco, con más de ochenta años de vida, sigue trabajando sin descanso. Para comenzar el año le esperan dos retos muy grandes. En primer lugar, la jornada mundial de la juventud en Panamá ahora en enero, en la cual podrá seguir su empeño de sembrar el amor a Dios en los corazones de los jóvenes, que son siempre su principal empeño pastoral. Y, en segundo lugar, la reunión en febrero con todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo para abordar una vez más el tema de los abusos sexuales del clero para ir dando una forma definitiva a las líneas de solución, de prevención, de reparación. Se ha quejado el sumo pontífice en las últimas alocuciones de la dificultad que ha encontrado en algunos sectores de la Iglesia para cambiar de mentalidad en este tema tan delicado. Y vienen viajes pastorales y seguramente nuevos documentos. El Papa, a la cabeza, no hay duda, está haciendo la tarea.
La Iglesia en Colombia también tiene mucho por hacer. En los últimos años ha tenido un nuevo auge la pastoral social, aunque sin el carácter conflictivo de otras épocas contaminadas de ideologías ajenas al Evangelio. La afluencia incesante de ciudadanos venezolanos al país ha sido oportunidad de desplegar muy eficazmente todas las fuerzas vivas de la Iglesia en Colombia para acompañar, orientar, animar y afianzar su permanencia en nuestra nación en condiciones de respeto y protección. Es necesario conservar y acrecentar esta acción de solidaridad que es mandato principalísimo del Evangelio de Jesucristo. Pero la Iglesia católica en la nación colombiana también está urgida de un sacudón pastoral que la reanime en la tarea evangelizadora pues quizás por su ausencia o por una acción un tanto superficial, muchos fieles bautizados en ella, o han abandonado la práctica de la fe o han emigrado a nuevas confesiones cristianas. La Iglesia en Colombia tiene que volver a ser mucho más misionera, desinstalándose de su actual aparataje y llegando de nuevo a todos los rincones del territorio encomendado.
Y en Bogotá, donde la Arquidiócesis concentra al 10% de la población del país, y las diócesis urbanas quizás otro tanto, las tareas por hacer son para espíritus radicalmente apostólicos. La arquidiócesis de Bogotá ha delineado bastante bien su plan de acción y llega la hora de concretarlo. En el fondo la tarea sigue siendo la de siempre: anunciar el Evangelio, pero logrando que en verdad arraigue en la mente y el corazón de los oyentes y dé paso a una cultura de la vida marcada por Jesucristo y su Palabra salvadora. Quizás la ganancia más grande de los últimos años en la arquidiócesis de Bogotá ha sido la de involucrar efectivamente a muchos laicos en la tarea de la evangelización. Hay que profundizar esta acción inteligente para que Jesucristo pueda ser anunciado hasta en las calles y plazas más recónditas de la ciudad-región. Y los obispos y sacerdotes deben encabezar esta tarea apostólica, siendo siempre los más entusiastas y comprometidos. Y de paso, dar lugar a un renacer vocacional que está haciendo falta urgentemente en Bogotá. Los cuadros directivos de las vicarías han comenzado a ser renovados y se espera que esto también se traduzca en nuevos bríos pastorales y menos distracciones administrativas del aparato evangelizador de la arquidiócesis de Bogotá.
Dios nos regala un nuevo año para que su viña sea trabajada y cuenta con cada bautizado para que los frutos sean los mejores. Que ningún bautizado sea amonestado por el Señor preguntándole: “¿Qué haces allí ocioso?”
Imagen: youtube
Fuente Disminuir
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