Anarquía es lo que se busca
Es increíble que ciudades como Santa Marta hoy no tengan agua, como le sucedía hace poco a Yopal. Y que gran cantidad de municipios no tengan completos los servicios…
Sería ingenuo pensar que los actos desestabilizadores que se han dado últimamente en diferentes lugares del país son solo actos vandálicos. Es evidente que hay una acción previamente pensada y milimétricamente ejecutada para crear una sensación de caos en la nación y de debilidad gubernamental. Se nota que hay deseo de provocar al Estado, a las fuerzas armadas y a la misma ciudadanía para que asuman una posición de confrontación y así generar choques y violencia. Hasta ahora, tanto el Estado como sus fuerzas de policía y militares, lo mismo que la ciudadanía, han asumido una actitud de prudencia y de esquivar lo que pueda generar violencia. Sin embargo, está claro que las provocaciones continuarán para ver si se produce el incendio que necesitan los anarquistas para abrirse camino hacia las instancias del poder.
La sociedad tiene derecho a defenderse con los recursos que le dan la Constitución y las leyes de todo acto de agresión. Y es importante que las autoridades defiendan a los ciudadanos dentro de este estricto marco del derecho y del respeto a los derechos de todas las personas. Pero cuando se dan fenómenos como los que ahora parecen generalizarse en Colombia, no se puede dejar de hacer preguntas sobre la raíz o el origen de estas manifestaciones que, además de llevar un sello ideológico innegable, contienen también elementos de descontento social. Y esto se ha dicho y escrito infinidad de veces. Y la pregunta sobre cómo llevar a mejores situaciones de bienestar al mayor número de personas en Colombia debe ser dirigida tanto al Estado y al gobierno de turno, como a todo el sector productivo y empleador del país. Y debe ser dirigida a sectores tan importantes como el educativo y al financiero. Nadie que tenga una presencia importante en el país puede dejar de pensar cómo potenciar un desarrollo que beneficie prontamente a más y más ciudadanos.
A veces es un poco desesperanzador ver la lentitud con que se dan los desarrollos importantes en Colombia. Es increíble que ciudades como Santa Marta hoy no tengan agua, como le sucedía hace poco a Yopal. Y que gran cantidad de municipios no tengan completos los servicios públicos. Todavía hay regiones donde las escuelas y colegios apenas sí funcionan. Y ni se diga nada acerca de las vías terciarias o de penetración para el servicio de los campesinos. No acumula menos problemas el acceso a la educación superior pública y por sus altísimos costos el acceso a la educación superior privada. Y los costos del dinero para los colombianos, vía sistema financiero, siguen siendo altísimos. Y los maestros insatisfechos, los transportadores siempre en pie de lucha por sentirse afectados por costos, los cafeteros trabajan a pérdida, al menos los pequeños cultivadores. Y la lista es larga. Situaciones y problemas que nunca parecen tener solución y que se convierten en el mejor caldo de cultivo para la protesta social legítima y para que los anarquistas prendan las hogueras de la violencia.
Por donde quiera que se miren los problemas de Colombia, está claro que el recurso a la violencia para crear soluciones no resulta ser sino un sofisma que a la larga hace que las cosas empeoren más y que el país pierda años de progreso, riqueza que ha acumulado con esfuerzo y logros importantes en todo sentido. Pero a la larga también es muy dañina la actitud demasiado lenta e ineficiente, por no decir corrupta, con que desde la legitimidad pública y privada se afrontan los retos y necesidades de la mayoría de la población colombiana. Cada solución demora una eternidad. A veces las fuerzas y recursos se concentran en muy pocas personas y hay grandes mayorías olvidadas. La Iglesia ha repetido hasta la saciedad que el bien común debe ser la prioridad en toda acción con repercusión en la sociedad y que, dentro de esa acción, los pobres deben ser prioridad. Si no se entra en esta forma de ver la situación del país, los anarquistas no tendrán que hacer mucho esfuerzo ni tirar muchas piedras para lograr sus metas.
Fuente Disminuir
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