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Agitación social

27 de marzo de 2019

La mayoría de colombianos se pregunta a diario cuál es la razón para que las protestas repetitivas no tenga soluciones de fondo

No por recurrentes las protestas sociales que hay en el país son menos preocupantes o menos importantes. Indígenas, educadores, transportadores, campesinos, mineros, agricultores, cafeteros y otros más, parecen estar en plan permanente de protesta social. Reflejan un malestar que viene de tiempo atrás y que por lo visto no encuentra soluciones profundas y duraderas. Y no faltan los actores políticos que se valgan de estas necesidades para organizar y agitar el panorama social de la nación. E infortunadamente siguen existiendo grupos violentos que hacen presencia en la protesta y lo que está pensado como expresión civilizada de unas aspiraciones legítimas, termina siendo ocasión de acabar vidas, destruir bienes públicos y privados, lesionar personas. Pero la mayoría de colombianos se pregunta a diario cuál es la razón para que las protestas repetitivas no tenga soluciones de fondo.

Es cierto que en estas protestas hay oportunismos políticos de personas y grupos. Pero no es menos cierto que todavía hay situaciones que afectan duramente la vida de muchos colombianos y que no parecen solucionarse nunca, pese a las protestas, pese a los paros. Es bastante irritante ver que a estas alturas de la historia las vías de acceso a las regiones sigan siendo tan regulares, los precios pagados a los campesinos por sus productos tan bajos, el acceso al agua potable tan limitado, la educación pública tan carente de óptima calidad, el costo del transporte de productos tan alto. Y pasan los años, pasan los gobiernos, pasan los gremios y nada parece tener solución definitiva. Con el tiempo se ha ido creando una presión social muy fuerte, no solo sobre el Estado y el gobierno de turno, sino sobre toda la sociedad, al punto que a veces se percibe en el ambiente un fuerte temor de qué consecuencias puedan tener esta protesta y esta presión.

No obstante todo, Colombia es una nación que ha progresado bastante en las últimas décadas y así lo señalan todos los números y todas las estadísticas confiables. Ya el país tiene una amplia clase media que es un motor de crecimiento y desarrollo en todo sentido. La nación ha ido acumulando una mayor riqueza y es evidente que una buena parte de los colombianos viven hoy mucho mejor que hace unos pocos años. Pero falta crear más riqueza y distribuirla mejor. Y nadie debería sentirse exento de contribuir en este propósito. No basta con pedir más y más dinero para una necesidad u otra. Se hace necesario crear la riqueza que genere los recursos requeridos. De lo contrario los gobiernos se ven presionados a endeudarse más allá de su capacidad y a la larga toda la nación deberá responder por dichos recursos. Plantarse en solo exigirle más gastos e inversiones al Estado puede ser a largo término una trampa.

Pero cabe siempre una anotación importante. Con toda seguridad el Estado colombiano puede mejorar el empleo de sus recursos, puede hacerlos más selectivos y precisos en su utilización. Seguramente puede aplazar temas de menor importancia para que en lo básico a ningún colombiano le falte nada. Y también las comunidades, los gremios, las organizaciones sociales, los emprendedores, pueden repensar su acción para que entre todos llegue más desarrollo y empleo a todas las capas de la población. El bien común, propuesta perenne de la Iglesia, debe ser la meta a la cual deben apuntar todos los estamentos de la sociedad colombiana. Nadie puede creer que es el único importante del país: son más de 40 millones de personas las que habitan el territorio de Colombia. Aún muchos de estos viven en condiciones muy precarias y hay que hacer todo lo posible para que les llegue pronto lo que en justicia deben tener. Si no hay prontitud en esta respuesta el panorama se avizora incierto y de pronto desconcertante.

 

Imagen: Dinero

 

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