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Reflexiones sobre Laudato si', el cuidado de la Casa Común y la economía

11 de marzo de 2024
Imagen:
de referencia - centromontalvo.org
Cuarta entrega en relación a 'The Economy of Francesco'.

Uno de los documentos eclesiásticos más importantes del pontificado de Francisco es la Encíclica Laudato si', publicada el 24 de mayo del año 2015. El texto en cuestión ofrece una mirada interdisciplinaria y minuciosa (aunque con un lenguaje sencillo), sobre temáticas tan importantes como la conservación del medio ambiente, la desigualdad, la pobreza, la exclusión social y, por supuesto, las soluciones que sobre esas problemáticas podemos aportar, tanto cristianos como no creyentes, dado que comprometen a la humanidad por completo. 

El Papa al inicio de la encíclica acude al ejemplo de San Francisco de Asís, quien vivió en completa comunión con Dios y con la naturaleza, asumiendo la austeridad y la pobreza como una elección de vida al comprender que en ella (y en especial en una vida dedicada al servicio de los pobres) está implícita la fe cristológica. 

Sirva el presente artículo para formular algunas reflexiones a partir de la citada encíclica

La tierra, al igual que las criaturas que la habitamos, somos creación de Dios. Al ser criaturas de Dios somos la manifestación viviente de un acto de amor y gracia por parte de nuestro Señor; dádiva ante la cual deberíamos corresponder con asombro y gratitud en nuestras acciones.

“La tierra nos precede y nos ha sido dada”, advierte el Santo Padre. No obstante, la crisis ecológica a la que asistimos tiene dentro de sus causas una raíz religiosa relacionada a malas interpretaciones del texto bíblico que tiempo atrás habría legitimado un uso y dominio inapropiado de la tierra. Su Santidad advierte que no somos dueños de la tierra, sino que, estamos llamados a administrar responsablemente y a compartir con los demás seres de la creación una dádiva que hemos recibido de Dios, quien es el verdadero dueño de la tierra y de todo cuanto existe. 

Ante la situación de maltrato a la que hemos sometido a nuestra Casa Común, a nuestra hermana tierra, el Papa nos invita a “un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el planeta”, a buscar un modelo de desarrollo sostenible e integral.

 

La exhortación profética de Francisco invita no solo a corregir el modelo de desarrollo, sino a “salir de la espiral de destrucción en la que nos estamos sumergiendo”. El mundo globalizado exige interdependencia y urge, por tanto, pensar un proyecto común a la humanidad, desarrollando una conciencia universal que lo haga posible. 

 

Se trata de desarrollar una perspectiva y una ciudadanía ecológica, codificada en un marco legal que involucre a la sociedad entera. Pero para que pueda germinar un proyecto de tal envergadura, advierte Su Santidad, es menester que se reaccione a partir de una transformación personal, puesto que “sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico”. 

Se trata de tomar conciencia del deterioro que vive la Casa Común y que tiene como culpable al hombre; pero a su vez, de aunar esfuerzos en la búsqueda de soluciones que garanticen un desarrollo integral y sostenible. 

Pero el problema de la contaminación medioambiental también encuentra una de sus causas en el sistema industrial, dado que “al final del ciclo de producción y de consumo, no ha desarrollado la capacidad de absorber y reutilizar residuos y desechos”, aspecto que perjudica tanto a los ecosistemas como a los pobres del mundo. Por tanto, el Papa es contundente ante la endeble reacción frente al clamor de la tierra y de los pobres, fruto del “sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas”. 

Sin duda son los más vulnerables quienes padecen con creces las consecuencias de un uso inadecuado de los recursos naturales para fines lucrativos, dado que no cuentan con los medios, herramientas y recursos para hacer frente a los embates propios de una catástrofe natural. En ese sentido los pobres son las víctimas y los crucificados de la historia.

Uno de los grandes problemas del sistema económico actual obedece a que los factores de producción no tienen valor intrínseco, por lo que estos se valoran bajo el criterio de costo de oportunidad. Es decir, el costo se determina al comparar la valoración de los productos en los que se involucraron dichos factores. Por lógica los costos de oportunidad de valores excedentes resultan nulos. 

Entre tanto, se puede aseverar que el razonamiento que reduce a ciertos hombres a ser considerados como sobrantes es el mismo que justifica el maltrato a la naturaleza, lógica que guarda relación con la teoría económica actual. Surge por tanto la lógica del descarte donde el sistema de valoración solo se guía por términos economicistas. 

Este razonamiento implica dos riesgos graves ante los cuales el papa Francisco alza su voz de protesta: en primer lugar, que la existencia humana está atravesada por el descarte, y en segundo lugar, que la economía no esté afianzada en la ética y la moralidad.

Pensemos por un momento en una situación de externalidad en la producción: una empresa arroja desechos contaminantes a un río, perjudicando no solamente a otras industrias que pudiesen usar el agua como factor de producción, sino a las comunidades que satisfacían sus necesidades básicas con el agua. Evidentemente si la empresa contaminante asumiera las consecuencias de sus prácticas su producción como su rendimiento económico disminuirían, no obstante, los costos que genera al perjudicar otras industrias y sobre todo a la comunidad son asumidos por estas últimas, por lo que los precios de un producto de la primera empresa no reflejan los costos sociales generados por la misma. 

Los Estados han recurrido en su lugar a medidas fiscales, por ejemplo, generar algunos impuestos, medidas que no han demostrado ser eficaces y mucho menos han contribuido a solucionar el problema medioambiental.

El problema del deterioro en la calidad del agua, así como la falta de ética y moralidad en algunos sectores de la economía han conllevado a la tendencia de privatizarla. Su Santidad replica ante tal tendencia que el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. El mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable”. 

En ese orden de ideas, Francisco propone abrirnos a un desarrollo que promueva la dignidad del ser humano en contra de un desarrollo que no respeta ni promueve los derechos humanos; un desarrollo que esté en función de la promoción de las personas, modelo que a su vez considere el bienestar de la Casa Común, aspecto que no debe ser optativo, sino un deber de justicia. 

Por tanto, se requiere repensar la economía, dado que el modelo actual solo valora la naturaleza y al hombre en función de la utilidad que a éstos se les puede dar, su valor intrínseco queda por fuera de la lógica del cálculo económico. En ese orden de ideas (y siguiendo lo establecido en la Doctrina Social de la Iglesia), la economía no debe someter a la política ni estar sujeta a intereses del sistema financiero, sino que su rol debe centrarse en la promoción del bien común. 

Se trata de una advertencia contra la idolatría al mercado, la cual refleja a su vez que no es posible pensar que los problemas sociales se resuelven con el crecimiento de los beneficios económicos de una empresa o con la autorregulación del mercado, lo mismo que dilucida que la protección sobre el medio ambiente es un bien que los mecanismos de mercado y la marcada tendencia economicista no son capaces de promover adecuadamente. 

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*Por: Pbro. Fabi Said Castro, administrador parroquial Santa María de Pentecostés / Capellán Instituto San Pablo Apóstol.

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