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Se espera que haya solidaridad y responsabilidad de los gobiernos europeos ante las migraciones

21 de agosto de 2015

Los migrantes dejan sus familias y su tierra en búsqueda de un futuro soñado que no podrán lograr en sus propios países

Frente a las cada vez más amplias dimensiones del fenómeno migratorio y a la emergencia de los refugiados “vemos una Europa frecuentemente confundida, que parece no tener una verdadera cultura de la acogida ni de la verdadera solidaridad entre los distintos países que la forman”, es lo que ha afirmado el cardenal Josip Bozanic, arzobispo de Zagreb y Responsable de la Sección de Migraciones de la Comisión Caritas in Veritate del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, presidido por monseñor Giampaolo Crepaldi.

 

En su intervención de apertura en el encuentro de los obispos y responsables nacionales para la pastoral de los migrantes en Europa, que tuvo lugar en Vilnius el pasado 29 de junio al 2 de julio y en el que participaron 40 delegados de 21 conferencias episcopales en Europa, el cardenal Bozanic ha afirmado que “sin embargo no podemos dejar de recordar al mismo tiempo a nuestros responsables y a los gobernantes que es tarea de la política encontrar soluciones que faciliten la acogida con responsabilidad de las personas, como es tarea también de la política europea comprometerse a ayudar, sin egoísmos e hipocresías, en la resolución de situaciones de guerra y pobreza que están a nuestras puertas”.

 

“El desafío espiritual de la acogida -ha indicado después- está vinculado a la responsabilidad de cada uno de pronunciar su sí al que llega” y “sólo quien no pierde el valor infinito de la persona que tiene delante es capaz de gestos de acogida”.

 

La acogida, por lo tanto, es un deber porque no se acogen "problemas" sino seres humanos que tienen en sí mismos un valor y una dignidad inalienables. Por ello, cualquier cuestión vinculada a la acogida no podrá ser nunca un tema a debatir de manera ideológica, sino que debe ser ante todo una actitud existencial, vivida tanto por la persona individualmente como por la comunidad. La acogida quiere decir también reciprocidad, porque no se trata de ofrecer sólo algo a alguien en dificultad, sino de dejar espacio al encuentro. La acogida es, por consiguiente, un encuentro que genera una nueva relación.

 

De aquí la necesidad -subraya el cardenal Bozanic- de una educación a la acogida también en las comunidades cristianas, porque acogida quiere decir también integración, que expresa el deseo de  dar estabilidad a quien llega. Pero para integrar, recuerda el cardenal, “se necesitan paciencia y amor”. Por esto, el desafío de la acogida no es sólo hacía quien llega extranjero en nuestros países, sino que está dirigido también a todos los que están llamados a acoger y que, por consiguiente, deber ser comprendidos y abrazados con la misma paciencia y amor para, de este modo, abrirse a quien llega.

 

El encuentro estuvo dividido en tres ámbitos de estudio: las cuestiones que concernían a los refugiados y las emergencias migratorias más recientes, en Europa y en el mundo; la pastoral de los migrantes europeos en vista de una mayor colaboración entre las Iglesias de origen y las de acogida; la lucha contra la trata de seres humanos, con un atención especial al trabajo desarrollado por el “Santa Marta Group”, que se creó por iniciativa del papa Francisco. Como conclusión del encuentro se reservó también un espacio de tiempo para empezar a considerar el trabajo pastoral y de evangelización de los chinos presentes en Europa, partiendo de testimonios recibidos por parte de la comunidad china de Prato, que será visitada por el papa Francisco en el próximo mes de noviembre.

 

El arzobispo de Vilnius, monseñor Gintaras Grusas, hizo un recorrido por distintos aspectos de la historia lituana que presentaron a Vilnius como ciudad de acogida y profundamente marcada por la experiencia de la movilidad humana.

 

El Nuncio Apostólico en Lituania, monseñor Pedro López Quintana, resaltó los compromisos asumidos por la Santa Sede en ámbito internacional para garantizar la tutela jurídica y la asistencia humana de muchas personas que hoy, en el mundo, están obligadas a refugiarse en terceros países a causa de guerras, conflictos étnicos o bien por razones de tipo económico.

 

Los delegados de los episcopados europeos compartieron sus experiencias y proyectos, demostrando que la Iglesia católica, a través de este compromiso en favor de los migrantes y refugiados, sigue siendo una voz profética en defensa de la dignidad humana.

 

Como conclusión del encuentro, los participantes quisieron confirmar que el compromiso de la Iglesia católica en el ámbito de las migraciones y de la movilidad humana se apoya en cinco principios de la Doctrina Social de la Iglesia que se complementan entre ellos, a saber: cada persona tiene derecho a vivir con dignidad en el propio país; cada persona tiene derecho a emigrar para poder proporcionar un mejor sustento a la propia familia; los Estados soberanos tienen el derecho de controlar legítimamente las propias fronteras; los refugiados y las personas que piden asilo deben recibir la protección que les garantiza el derecho internacional; la dignidad humana y los derechos humanos de los migrantes indocumentados deben respetarse siempre.

 

Si es verdad que los Estados soberanos pueden imponer límites razonables a las migraciones, es también verdad que no se promueve el bien común cuando los derechos humanos fundamentales de los migrantes no son respetados.

 

 

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