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¿Por qué y por quiénes vamos a votar?

4 de agosto de 2015

Este es un año de elecciones de Alcaldes, Gobernadores, Concejales y Diputados. Son las elecciones locales y regionales. Es una ocasión para la participación política de…

El voto o sufragio personal, consciente, libre, responsable y secreto, si bien no es la única forma de nuestra participación política, sí es la manifestación de presencia, de compromiso y de vinculación a un modelo o a una construcción de sociedad en el municipio, el departamento y la nación. Sin descalificar a quienes optan por la abstención del voto como modalidad de su comportamiento electoral, entendiéndolo como rechazo y no como desinterés, la manifestación en las urnas deberá marcar al menos la tendencia a conformar una mayoría moral, de ampliación y profundización de la democracia, de inclusión progresiva de la población entera en el bien común, en la cultura cívica, en la convivencia pacífica, en el cuidado de "nuestra casa" y ecosistemas.

Colombia tendrá que pasar del abstencionismo por desinterés o desprecio de lo político, por individualismo y apatía, por anarquismo y formas vandálicas de vivir, a un régimen democrático, electoral y de ejercicio real de los derechos y deberes ciudadanos, si queremos caminar cada vez más juntos hacia un futuro posible. La lucha armada de la subversión, de la contra-subversión paramilitar y aún la estatal, se convirtieron en "lucha desalmada" contra el derecho a la vida, al territorio, a las oportunidades, a la ciudad, a la patria en cuyo suelo nacimos y bajo cuyo cielo anhelamos vivir y morir. En esas condiciones, lo único que podemos esperar, de cara a un futuro posible, es que el Estado, las guerrillas y las organizaciones armadas ilegales, lo mismo que las estructuras criminales, cedan ante el desastre ocasionado y ante la oportunidad histórica de consolidar un país distinto. Y por la vía del diálogo, de los acuerdos, de los movimientos mayoritarios, de la organización popular pacífica y sin fundamentalismos, logremos sacar a Colombia de los extremismos agresivos y mortales que la agobian.

La vida y la supervivencia como humanos y como país, en cada una de nuestras regiones, ciudades y pueblos, es la verdadera razón de un proceso de paz. Esto será lo primero que hay qué elegir en este 2015 y en toda nueva justa electoral: la vocación colectiva por la protección a la vida de todos y por la garantía de una paz pactada y refrendada. Aunque no aceptamos la manipulación electorera y partidista de algo tan sustancial y tan de todos como es la paz, manipulación que resulta evidente en los partidos gobernantes y los que pretenden ser la oposición, sí tenemos que ver que, en una patria amenazada por extremismos y por una guerra de guerrillas y de células que siembran terror, muerte y destrucción, cada jornada electoral, cada movilización social, cada concentración pública, cada lucha sindical o gremial, tendría que ser un plebiscito por la paz y el futuro posible de Colombia.

¿Por qué vamos a votar? La pregunta anti abstencionista pondrá siempre a los candidatos, a los partidos y movimientos, a las campañas políticas, a los medios de comunicación y al Estado mismo, a dar una respuesta. Nuestra frágil e infestada democracia nacional pareciera repetir siempre el mismo esquema de calendarios, de avales, dinastías, maquinarias, componendas, publicidad y contenidos programáticos que no generan sintonía con la población, con los electores y sus realidades "reales". Hay "candidaturas de plata" y de clientela contratista. Otras que son un saludo a la bandera, para ganar algo perdiendo. No es fácil identificar aún por dónde va el flujo político que nos vaya apartando de prácticas corruptas, de programas promeseros, de apuestas por las porcentuales de la contratación pública, de sometimientos a minorías dominantes por el dinero, la trampa y/o las armas. Ojalá los diversos candidatos puedan ayudar, en este escaso tiempo de campaña política abierta, a identificar ese camino de unificación de fuerzas hacia la paz y el futuro incluyentes y posibles. ¿Votan los candidatos, en sus propuestas, por una ciudadanía territorial, familiar, social, cívica y ambientalista? ¿Votan por la inclusión cierta de las poblaciones marginadas como protagonistas de su desarrollo barrial, comunal y beneficiarios de los bienes y servicios y del presupuesto público que los mejora? Las ciudades y áreas metropolitanas, los municipios y los departamentos, vayan siendo bastiones de unidad para la paz, enfrentando el enemigo mortal de la alianza entre la corrupción y la violencia.

¿Por quién vamos a votar? Es la pregunta de los electores. En el panorama actual pesan más los nombres y simpatías que las propuestas y planes a ejecutar. Será urgente que surja una "agenda ciudadana" de lo público, con la que se vaya exigiendo continuidad de avance y de ampliación democrática en cada período. Así, habría modo de confrontar las propuestas y no simplemente "tragar entero" promesas o nombres. ¿Cómo lograrlo? Hay que enmarcar lo electoral en un propósito ciudadano a corto, mediano y largo plazo. Abrir las mesas barriales y construir entre todos los planes de reconciliación y convivencia, de auto desarrollo barrial o de vereda, de integración cívica y ambiental, de desarme y cultura integral, podrían ser iniciativas importantes. Ciudadano, candidato, ciudadanía van juntos.

¿Hay recorrido, trayectoria e idoneidad ética y jurídica claras?

La Iglesia católica como institución no es neutral frente a la vida, la familia, el bien común, la justicia social y la paz. Pero es imparcial frente a las opciones políticas y es independiente de los poderes en ejercicio. Y como dice el Concilio Vaticano II, "La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio de sus semejantes, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio" (Iglesia ante el Mundo, 75).

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