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La misa no se paga

12 de marzo de 2018

La redención es gratuita, la salvación es gratuita, los sacramentos son gratuitos. Lo que no es gratuito es el aseo del templo, el salario de la secretaria, la…

Como si fuera una espada de doble filo, los fieles católicos esgrimen ante sus párrocos las palabras pronunciadas por el Santo Padre el pasado miércoles. «Padre, ¿cuánto debo pagar para que mi nombre se diga ahí (en la misa)?» —«Nada». ¿Entendido esto? ¡Nada! La misa no se paga. La misa es el sacrificio de Cristo, que es gratuito. La redención es gratuita.

Y es verdad, la redención es gratuita, la salvación es gratuita, los sacramentos son gratuitos. Lo que no es gratuito es el aseo del templo, el salario de la secretaria, la manutención del sacerdote, los servicios de luz, agua y teléfono que por ser para la Iglesia los cobran con tarifa comercial, es decir, la más cara. ¿Y quién paga esto? ¿De dónde sale el dinero para el sostenimiento de las parroquias? Existen diversas modalidades.

En Italia como en España el estado se hace responsabilidad del sostenimiento del culto y la religión. Entiéndase de todas las religiones, no solamente la católica. Para ello, los ciudadanos marcan una casilla en su declaración de renta diciendo a dónde quieren que vaya su contribución religiosa. En otras palabras, la gente dice públicamente qué religión profesa: luterano, calvinista, mormón, budista, anglicano, islamista, católico, etc. Incluso está la casilla del estado donde los no creyentes destinan esa parte de su impuesto a obras de interés social. Italia destina el 8 por mil de la renta al sostenimiento religioso, mientras que en España es el 7 por mil.

En países como Austria el impuesto eclesiástico o religioso lo establece cada municipio y puede llegar a ser, en promedio, el 1,1% de la renta impuesta. Dinamarca reconoce que el 1 % que aportan los municipios no es suficiente para cubrir los gastos religiosos, por lo que el gobierno adiciona el 13% al presupuesto religioso. Vale la pena señalar que este beneficio aplica para la Iglesia Luterana, la de mayor representación en ese país.

Alemania tiene otra modalidad. Los fieles católicos pagan un impuesto eclesiástico correspondiente al 9% de la renta. Es decir que si en su declaración de renta el creyente debía pagar €100 en realidad paga €109. Los €9 adicionales están destinados a la religión. ¿Dónde está la diferencia? En que el mismo creyente podría decir que no lo es y así se ahorrar €9 en su declaración. ¿Por qué pagar más si puede pagar menos? Ni tonto que fuera.

Más allá de las críticas que puedan surgir, la Iglesia alemana es tal vez la más rica del mundo. Por cientos de años los fieles alemanes han asumido con responsabilidad el sustento del culto y la religión. Y hoy, aunque el número de creyente-contribuyentes ha disminuido en 162.093 personas, el impuesto recolectado superó los 6.000 millones de euros, cifra record en 2017. Los fieles católicos en Alemania son cerca de 23,6 millones que corresponden al 28,5% de la población.

El número de católicos en Colombia es incierto. La Santa Sede habla de 45,3 millones de bautizados, mientras que solo el 72% de los colombianos se consideran católicos. Lo cierto es que siendo el séptimo país con mayor número de fieles en el mundo nos vemos en la necesidad de pedir ayuda a la Iglesia alemana y a otras organizaciones internacionales para financiar la formación de sacerdotes, la construcción de templos, seminarios y centros educativos. Hacen falta recursos para dotar el comedor comunitario, el colegio parroquial, el dispensario médico, el centro de atención al migrante, la casa de rehabilitación para drogadictos, la atención a jóvenes gestantes.

Tampoco vendría mal tener cómo reemplazar el mantel manchado, el cáliz roto y la imagen del Señor Resucitado que ya no aguanta otra procesión. Los catequistas necesitan cartulinas, marcadores, tableros, computador y video-beam. Los músicos del coro no volvieron a sacar la guitarra porque no tiene cuerdas, los cables del sonido ya están pelados y los micrófonos no funcionan. Para qué continuar con la lista.

Cada comunidad parroquial tiene sus propias necesidades y sin la colaboración de los fieles es imposible atender a ellas. La Iglesia católica latinoamericana ha encontrado en el arancel eclesiástico (ofrenda sugerida para la celebración de la misa y los sacramentos) un modo respetuoso de atender a estas necesidades. Podría y debería eliminarse el arancel eclesiástico, pero para ello es necesario que cada fiel católico sienta como propias las necesidades de su comunidad, que se comprometa, por ejemplo, a donar un día de sueldo al año o fijar una cuota mensual según sus posibilidades para el sustento del culto.

En algunas parroquias existe el Libro Dorado, también llamado Libro de los Amigos o Libro de Benefactores, donde voluntariamente las familias se comprometen a dar y registrar una suma de dinero determinada cada mes para el sostenimiento de la parroquia. Estos fieles vienen exentos del arancel eclesiástico, es decir, no pagan nada por la celebración de misas o sacramentos. Todo esto sin olvidar las palabras del arzobispo de Bogotá: “Ningún fiel puede quedar privado de los sacramentos y servicios eclesiásticos por razón de su pobreza”.

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