XIX domingo del tiempo ordinario: El amor a la verdad como los balbuceos de la fe
En el evangelio de la misa dominical seguimos con la lectura del capítulo seis del evangelio según san Juan, en este capítulo, mediante la imagen del alimento, se presenta la obra de la salvación de la humanidad que realiza Jesucristo; el capítulo se abrió con el relato del pan que Jesús repartió en abundancia, luego siguen dos partes que explican cómo Dios obra la salvación de la humanidad por medio de Jesús, en la primera de estas partes se presenta a Jesús como el pan enviado por Dios, el ‘pan que baja del cielo’; la segunda parte invita a los hombres a apropiarse del don que Dios ofrece en Jesús, y ello mediante la imagen de comer.
Hemos observado que el capítulo avanza narrativamente a través de la controversia entre Jesús y los galileos que se resisten a creer. En nuestro comentario al texto del domingo anterior destacamos la invitación de Jesús a los galileos (y a nosotros) para empeñar a fondo la vida en el trabajo de Dios: «La obra de Dios es esta: que crean en el que Él ha enviado» (v.29), y este trabajo que Dios quiere, el trabajo que Él desea realizar, consiste en constituirnos discípulos de Jesús. Para los galileos esta revelación de Jesús les resulta desafiante y manifiestan que la vida la han tenido garantizada por el cumplimiento de la Ley de Moisés.
El texto del evangelio de la misa de este domingo (Juan 6, 41-51) se abre retomando la revelación con que concluyó el texto de hace ocho días: Jesús es el pan bajado del cielo. Ahora los galileos cuestionan el origen divino de Jesús, el misterio de Jesucristo. En el texto griego esta actitud crítica se expresa con el verbo ‘góggyzo’, que se suele traducir como murmurar. Es la misma acción de los israelitas en el desierto que escuchamos en la primera lectura del domingo pasado y que se repite en varias oportunidades.
En la Biblia murmurar se emplea principalmente para referirse a las ocasiones en las que alguien se niega a aceptar el plan de Dios porque este plan cuestiona lo conocido. A quien busca creer, este plan lo desaloja de aquello que le ha dado seguridad. En el evangelio de hoy a los galileos les resulta desafiante asumir que Dios realice la salvación por medio de Jesús, a quien tienen bien conocido como un hombre. Ellos tienen suficiente información sobre el hijo de José, pero les resulta distante el misterio del Hijo de Dios; saben de la condición humana de Jesús e impugnan que sea capaz de dar la verdadera vida. Murmurar es la actitud de quien se resiste a abandonar su ‘área de confort’ ante el misterio.
Respondiendo a la murmuración de los galileos Jesús nos hace avanzar hacia el segundo tema del capítulo: la necesidad de apropiarnos del don de Dios en Jesús y ello mediante la metáfora de comer.
El texto del evangelio de la misa de hoy nos introduce en este tema con la recordación de Jesús acerca del trabajo que quiere realizar el Padre; el domingo pasado dijo Jesús: el trabajo que Dios está realizando consiste en llevar a cada persona a ser discípula de Jesús, ahora dice: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado».
Este obrar del Padre pareciera coercitivo y marginaría la vida cristiana de la libertad del hombre. En este contexto san Agustín comenta que el Padre atrae no por la fuerza sino con deleite: «Hay cierto placer del corazón, para el que es dulce el pan celeste. … hacia Cristo se atrae el hombre que se deleita en la verdad, en la justicia» (Tratado sobre el evangelio de Juan, 26, 4).
El amor a la verdad lo podemos reconocer en la afirmación de Jesús: «Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí». Tenemos entonces que la revelación de Jesucristo viene a responder a las búsquedas íntimas del ser humano. Desde este deseo de tantos hombres hermanos nuestros por la justicia, por la verdad, por los derechos de los desheredados, podemos reconocer que Dios está atrayéndolos hacia Jesucristo para que en Él tengan vida.
Termina el evangelio de hoy con la revelación abierta de Jesús, este pan que no deja morir es su ‘carne’. En el evangelio según san Juan el término ‘carne’ hace referencia a la condición del Verbo encarnado (véase Juan 1, 14). Terminamos reconociendo un nuevo anuncio de la Pascua de Jesús: Él se entregará a sí mismo para dar vida al mundo.
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