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LITURGIA Octubre 28 De mendigo a discípulo

25 de octubre de 2018
LITURGIA Octubre 28 De mendigo a discípulo

En su camino hacia Jerusalén, probablemente Jesús pasó la noche en Jericó y en la mañana del domingo deja esta ciudad para acometer la última jornada que lo lleva hasta…

Con el episodio del ciego Bartimeo, a la salida de la ciudad de Jericó, concluye la narración del camino de Jesús a Jerusalén y con ello el periodo de formación de los discípulos; en este contexto, el ciego que recupera la visión viene a ser el prototipo de quien adquiere la forma que Jesús ha querido para sus discípulos.

La escena del evangelio de la misa de este domingo (Marcos 10, 46-52) es una narración viva y llena de colorido, al inicio tenemos la presentación del ciego Bartimeo, un invidente que ejerce la mendicidad; aprovechando la sensibilidad religiosa de los peregrinos que se dirigen hacia Jerusalén, se sienta al borde del camino para recibir de aquella gente piadosa alguna dádiva.

Acostumbrado a ‘hacerse oír’, al enterarse de que es Jesús quien esa mañana pasa por allí, lo llama. Se dirige a Jesús gritándole «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Esta manera de llamar a Jesús puede estar expresando un reconocimiento mesiánico, pues los anuncios de los profetas sobre el Mesías (Salvador) lo presentan precisamente como descendiente del rey David. A esta forma de llamar a Jesús con una profesión de fe, Bartimeo une su súplica: «¡Ten compasión de mí!».

Para los presentes se trata de otra realidad; ellos interpretan este grito como algo ‘políticamente incorrecto’, pues están viendo y oyendo una posible acción provocadora y desafiante al imperio romano. En el ambiente de la Pascua, fiesta de liberación, y con la concurrencia de muchos peregrinos, los romanos están atentos sofocar manifestaciones nacionalistas y amotinamientos de protesta contra de las ‘fuerzas de ocupación’. Los circunstantes, temerosos quizá de una reacción de los soldados romanos, quieren silenciar al ciego.

Destaquemos en este inicio dos formas de comprender al Mesías y con ello dos formas de concebir la salvación: como acción amorosa y liberadora de Dios en nuestra propia persona o como caudillismo que puede arrebatar el poder de unos hombres para imponer el de otros.

El ciego se ha hecho oír y su clamor ha llegado hasta Jesús. El Maestro no se desentiende, el ‘peligro’ de lo políticamente incorrecto no lo paraliza, por el contrario, busca el encuentro personal. Esta actitud de Jesús contagia y transforma a los presentes y quienes antes censuraban al ciego ahora pasan a animarlo y a disponerlo para el encuentro al que lo invita Jesús.

En una segunda parte del evangelio de este domingo tenemos el encuentro personal del ciego con Jesús. Al clamor de Bartimeo, Jesús responde con una pregunta: «¿Qué quieres que te haga?». Tanto como decir: ‘¿Para qué me necesitas?’. Bartimeo no duda, de inmediato responde: «‘Rabbuní’, que recobre la vista». Bartimeo, quien antes se dirigió a Jesús como Hijo de David, ahora, en la cercanía del encuentro, lo llama ‘Rabbuní’ (Maestro); esto nos hace pensar que él ha comenzado ahora a asumir la condición de discípulo. Entonces Jesús le revela que la fe lo lleva a recobrar la vista: «Anda, tu fe te ha salvado».

En este episodio se presenta la fe como iluminación para seguir a Jesús, como luz para ser discípulo. 

En nuestra lectura del relato de Marcos nos hemos venido enterando en esta segunda parte de la dificultad o de la resistencia que ofrecen los Doce para asumir la forma de discípulos que quiere Jesús; en la escena final del camino hacia Jerusalén Marcos nos presenta el contraste de Bartimeo, quien se vuelve discípulo: fue iluminado por la fe «al momento recobró la vista y lo seguía [a Jesús] por el camino» hacia Jerusalén.

Quien al inicio ejercía como un mendigo que venía sobreviviendo del sentimiento religioso y de la caridad de los peregrinos que van a Jerusalén, al ser iluminado por la fe pasa a ser discípulo que no solo recorre el mismo camino, sino que se hace seguidor de Jesús hacia Jerusalén.

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