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LITURGIA Junio 16 La salvación se hace realidad en el mundo por el envío del Hijo y del Espíritu Santo

13 de junio de 2019
LITURGIA Junio 16 La salvación se hace realidad en el mundo por el envío del Hijo y del Espíritu Santo

Concluidas las celebraciones de la Pascua, el calendario litúrgico retoma las semanas del llamado ‘Tiempo durante el año’ en las cuales la Iglesia hace presente y…

Dentro de la pedagogía del año litúrgico, las solemnidades de la Santísima Trinidad; del Cuerpo y Sangre de Cristo; de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote; y del Sagrado Corazón ayudan a hacer este tránsito desde la cumbre de la Pascua hacia la cotidianidad de la vida cristiana. Al mencionar estas fiestas es corriente presentarlas como ‘misterio’ y este término en ocasiones nos lleva a pensar en algo como un enigma o un desafío a la lógica.

La reforma litúrgica promovida por el Vaticano II quiere recuperar el sentido original del término misterio. En las cartas de San Pablo se llama misterio al proyecto de salvación de Dios para el mundo (véase Efesios 1, 3-9; Colosenses 1, 24-27), este proyecto o designio se realiza por la intervención de Dios en la historia de la humanidad de modo que la salvación se viene cumpliendo como proyecto histórico, es decir, como realización en la vida de los hombres.

En la ejecución o realización del plan de Dios en la historia hay algunos acontecimientos que introducen nuevos elementos dentro del diálogo de salvación entre Dios y el hombre, estas ‘novedades’ se suelen llamar también misterio; es así como en la Iglesia se habla del misterio de la Encarnación, del misterio de la Trinidad, del misterio de la Eucaristía. Aquello que hoy llamamos ‘sacramentos’ en los primeros siglos de la Iglesia se comenzaron a llamar ‘misterios’.

Viniendo a la celebración de este domingo, la solemnidad de la Santísima Trinidad, más que poner a la Iglesia ante un enigma o reto a la razón, es ocasión para contemplar cómo la salvación de la humanidad corresponde a la ejecución de un designio amoroso de Dios. La oración colecta de la misa de hoy propone una síntesis de este proyecto: «Dios Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu de santificación, revelaste a todos tu misterio admirable».

Asumiendo el término misterio como el proyecto de Dios, se comprende en esta oración que Dios Padre da a conocer –revela– a la humanidad su designio de salvación a través del ‘envío al mundo’ del Hijo y del Espíritu Santo. El Padre del cielo envía al mundo a su Hijo y al Espíritu Santo para que realicen la misión de llevar a cabo el plan de salvación, de manera que al envío corresponde una misión entre los hombres.

Se comprende, entonces, que el designio salvífico de Dios se ejecuta en la historia de la humanidad por el envío al mundo del Hijo –la Encarnación– y su misión entre los hombres, y al llegar a su pleno cumplimiento la misión del Hijo el Padre envía al mundo el Espíritu –Pentecostés– para que continúe en la historia la misión de Jesús.

En el texto del evangelio de la misa de este domingo (Juan 16, 12-15) se presenta en lenguaje propio del evangelio según San Juan esta misma realidad. En estos versículos se anuncia en primer lugar la terminación de la misión de Jesús; el tiempo de Jesús de Nazaret conviviendo con los discípulos llega a su fin, entonces sigue su silencio: «Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora».

Al llegar el final de la misión de Jesús de Nazaret ocurre el envío del Espíritu y empieza su misión: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena».

Una vez concluida la misión de Jesús sigue su silencio, entonces el Espíritu viene a los discípulos para encaminarlos a la verdad plena. No se trata de que el Espíritu traiga con él una nueva revelación o una ampliación de lo que dijo Jesús, el Espíritu ilumina a los discípulos para ahondar en la revelación realizada por Jesús y así ellos se apersonen del misterio. El Espíritu ilumina el pasado para comprender el presente.

Asimismo, la misión del Espíritu en el discípulo realiza la glorificación de Jesús: «Él me glorificará porque recibirá de lo mío y se lo anunciará». Por esta misión del Espíritu el discípulo comprende el mensaje del Hijo de Dios glorificado y participa así de la plenitud del misterio, esto es del designio salvífico de Dios para el mundo.

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