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LITURGIA Julio 7 La fecundidad del Reino y la precariedad de medios

4 de julio de 2019
LITURGIA Julio 7 La fecundidad del Reino y la precariedad de medios

En la liturgia de la misa dominical se está leyendo por estos domingos la segunda parte del relato del evangelio según San Lucas, en esta parte, después que Pedro…

El domingo pasado leímos que Jesús tomó decididamente la resolución de ir a Jerusalén para dar cumplimiento al proyecto de Dios, a continuación, el relato de Lucas pasó a relatar tres breves diálogos en los que reconocimos las disposiciones necesarias en el discípulo que quiere seguir el camino de la salvación propuesto por Jesús; en el evangelio de hoy Jesús define cómo el proyecto de salvación se hace realidad en el mundo y en la vida de los hombres.

El texto del evangelio de la misa de hoy (Lucas 10, 1-12.17-20) tiene dos partes, la primera propone el tema de la evangelización, la segunda parte, en este contexto de implantar el Reino en el mundo, descubre cuál ha de ser el motivo de la auténtica alegría del discípulo.

En la Biblia con frecuencia se presenta la salvación como proyecto que Dios realiza en la historia, en este ambiente aparecen expresiones como ‘tener que…’ o ‘llegado el momento de…’; en el evangelio de hoy esta necesidad de cumplimiento se manifiesta con la expresión «… a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él». Comprendemos, entonces, que el proyecto salvífico de Dios se va cumpliendo al llegar Jesús a determinados lugares.

Esta llegada de Jesús para cumplir el proyecto de Dios, este ‘tener que ir’, el evangelio de hoy lo vincula con la imagen de la siega; en la tradición bíblica la metáfora de la siega es muy socorrida para referirse a la maduración para el juicio en el final del tiempo.

Al inicio del evangelio de este domingo el proyecto salvífico de Dios que se cumple por la decisión de Jesús de ir a Jerusalén se explica con la metáfora de la cosecha: «La mies es abundante y los obreros pocos», esta imagen ofrece una valoración optimista de la salvación, se trata de una cosecha abundante, pero, a renglón seguido, se contrasta esta fecundidad con la situación de escasez de mano de obra para la labor: «La mies es abundante y los obreros pocos». 

De una parte, se habla de un don desbordante y de otra de la precariedad de medios para realizar la misión, al corto número de obreros se adicionan las condiciones de austeridad y fragilidad que aparecen en las instrucciones de Jesús a los enviados. Esta desproporción prepara al lector para comprender la valoración final de Jesús con la que concluye el evangelio de hoy.

En la primera parte del evangelio de la misa entendemos que la evangelización, a la que estamos llamados todos los miembros de la Iglesia, responde al proyecto salvífico de Dios en Jesucristo, y este proyecto se realiza al venir Jesús –al llegar Jesús– a los lugares a donde Él tiene que ir; Jesús viene para anunciar y hacer presente el Reino y para ello vincula a los discípulos que Él establece y envía precisamente a donde tiene que llegar. De esta manera Jesús establece la Iglesia para hacer presente el Reino que se realiza por su presencia.

El texto del evangelio también nos lleva a considerar que este proyecto de Dios no se puede frustrar porque no haya obreros suficientes para la labor de recoger lo abundantemente sembrado o acaso también por falta de preparación o de responsabilidad de la persona para acoger el don de Dios; sin embargo, este desbordamiento de la misericordia de Dios no puede ser principio de desinterés de los discípulos. En este sentido el papa Pablo VI en la exhortación sobre la evangelización escribió: «los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza –lo que san Pablo llamaba avergonzarse del Evangelio– o por ideas falsas omitimos anunciarlo?» (Evangelii nuntiandi, 80).

La segunda parte del evangelio de hoy narra el retorno de los misioneros; al contar los resultados de la misión, los que fueron enviados expusieron su seducción por la victoria sobre los demonios, pero Jesús los invita a alegrarse más bien por haber obrado con fidelidad dentro del proyecto de Dios: «estén alegres porque sus nombres están inscritos en el cielo». La cosecha es abundante, los obreros para recogerla son pocos, los medios y las instrucciones dadas a los enviados ponen en evidencia la fragilidad del misionero; en su misión los discípulos dependen del Señor que los envía y de los hombres que los acogen, de modo que la alegría verdadera para los obreros del Reino no se finca en la eficiencia sino en la comunión con Dios.

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