LITURGIA Febrero 17 Cómo se viene resolviendo la tensión entre la historia y el Reino

En nuestra lectura del evangelio según San Lucas, que venimos siguiendo los domingos de este año, hemos leído la presentación de Jesús en la sinagoga de Nazaret…
Hoy iniciamos la lectura del llamado ‘sermón de la llanura’; de manera similar como en el evangelio según San Mateo, Jesús sube a la montaña y desde allí expone el proyecto del Reino de los cielos, Lucas nos refiere que Jesús baja de la montaña y en el llano encuentra una multitud, a ellos les expone el proyecto del Reino.
El evangelio de este domingo (Lucas 6, 17.20-26) tiene dos partes, la primera, muy breve, da cuenta de la situación de la narración y del auditorio al que se dirige Jesús. Esta descripción nos evoca el relato del Éxodo en el que Moisés desciende del Sinaí con las tablas de la Ley y expone al pueblo las cláusulas de la alianza. El auditorio de Jesús está conformado por discípulos y simpatizantes, estos últimos, son personas procedentes del pueblo judío y de naciones extranjeras que encuentran atractiva la enseñanza de Jesús.
Hasta ahora la narración de Lucas nos ha dicho que Jesús expone la palabra de Dios, pero no nos ha revelado el contenido de esa predicación, ahora, en el sermón de la llanura, comienza a develarse el proyecto de Dios para el mundo a través de Jesús.
Pasando a la segunda parte del evangelio de hoy tenemos la apertura del sermón de la llanura, esta consiste en cuatro bendiciones o bienaventuranzas a las que Jesús contrapone cuatro lamentos o quejas: dichosos los pobres / ¡ay de los ricos!; dichosos los que tienen hambre / ¡ay de los saciados!; dichosos los que lloran / ¡ay de los que ríen!; dichosos los perseguidos por el hecho de ser cristianos / ¡ay de aquellos de quien todo el mundo habla bien!
Creemos que la clave de estas sentencias está en el adverbio ‘ahora’ que está en las tres últimas parejas. La bienaventuranza de los pobres y el lamento sobre los ricos no tiene este adverbio: «Dichosos los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. (…) ¡Ay de ustedes, los ricos!, porque ya tienen su consuelo». Esta clave nos lleva a comprender que más que de promesas, las bienaventuranzas proponen descubrir cómo se viene resolviendo la tensión entre la historia y el Reino.
Desde el anuncio en la sinagoga de Nazaret, «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír», proponemos que la intención del evangelista es llevarnos a ser consciente cómo la fuerza del Dios (el Reino) se va manifestando en la historia, mejor, va transformando la historia en historia de salvación. Desde esta clave, tenemos hoy la explicación de las condiciones o el ambiente en el que se va manifestando el Reino en la historia, pues el Reino de Dios, bajo forma oculta, ya está aquí.
En las tres últimas parejas de bienaventuranza y lamento el texto precisa la situación con el adverbio ‘ahora’: «Dichosos los que ahora tienen hambre… / ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados!». Para los dichosos se revela que quedarán saciados, para los desdichados se revela que su prosperidad o bonanza se terminará. Este cambio de situación pareciera una venganza o un desquite, pero esta solución quedó descartada en la interrupción de la lectura de Jesús en el texto de Isaías en la sinagoga. (Jesús suprime la segunda parte del versículo 61, 2: «[El Señor me ha ungido, me ha enviado] para anunciar el año de gracia del Señor»; no continúa con el texto «el día de la venganza de nuestro Dios»).
Los dichosos son los que ‘ahora’ tienen hambre, los que ‘ahora’ lloran’, aquellos a quienes les llega en día en que son perseguidos por el hecho de ser cristianos; son dichosos porque Dios interviene
por ellos haciendo presente el Reino, ellos encuentran justicia, consuelo, abundancia en la manifestación del Reino, que vienen dándose cuando el discípulo acoge el amor de Dios y se deja transformar por él.
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