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Nuncio apostólico preside celebración jubilar en cárcel de mujeres en Bogotá

2 de mayo de 2025
Nuncio apostólico preside celebración jubilar en cárcel de mujeres en Bogotá
Imagen:
OAC.
Se conectaron a esta celebración, de manera remota, los servidores penitenciarios y población privada de la libertad a nivel nacional.

En un ambiente de recogimiento y fe, el 29 de abril, se celebró en la capilla de la Cárcel y Penitenciaría con Alta y Media Seguridad para Mujeres de Bogotá, El Buen Pastor, la solemne eucaristía jubilar, presidida por el nuncio apostólico en Colombia, monseñor Paolo Rudelli. 

 

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El representante del Papa en el país, recordó que el Jubileo es una oportunidad extraordinaria que la Iglesia ofrece cada 25 años para facilitar una conversión más profunda. 

Sin embargo, “la Iglesia nos da la posibilidad cada día de acercarnos a la misericordia de Dios, a su perdón (…) El Señor no se cansa de perdonar”, reiteró, citando al papa Francisco, quien durante su ministerio y pontificado fue cercano y compasivo con los más vulnerable, entre ellos, las personas privadas de la libertad y sus familias.

 

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Durante su homilía, monseñor Rudelli, retomando el signo de la Puerta Santa, explicó que abrir puertas va más allá de una acción física, es un llamado principalmente espiritual: 

“¡Un día se va a abrir esta puerta!”, dijo en referencia al encierro carcelario, “pero hay muchas otras puertas en nosotros, que necesitamos abrir (…) Quizás podríamos salir hoy, y nuestras puertas podrían permanecer cerradas, en nosotros; con los demás”.

 

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Refiriéndose al Año Santo dispuesto para todos, recordó que el Santo Padre abrió las cuatro puertas de las grandes Basílicas en Roma, lugares de peregrinación. Y una más, la de una cárcel en Roma, pero eso solo es un signo, los que pueden hacer el viaje, una peregrinación, un gesto... Pero el peregrinaje más grande es el que tenemos que hacer dentro de nosotros”, dijo a las internas y al personal administrativo, de guardia, pastoral y de atención a esta población.

Explicó que “las puertas” que se han levantado en la realidad de cada uno, “no las podemos abrir solos, primero hace falta Dios, que nos libere del interior. Y Dios actúa, también, a través de muchos instrumentos humanos”.

En esta línea, llamó a que “estos lugares (las cárceles) sean también un instrumento para ayudar a abrir puertas”, algo que, aunque no es fácil, se convierte en un compromiso de todos los involucrados en el mundo penitenciario.

Afirmó que se debe tratar de hacer de estos lugares, espacios “en los que se puedan abrir puertas, donde se pueda madurar decisiones, donde se pueda aprender algo, donde se pueda también compartir”.

A las internas, de manera cercana y fraterna, haciendo eco del llamado del papa Francisco a ser una Iglesia en salida, les recordó que “ante Dios no hay diferencias”, y que Él siempre espera la conversión real de corazón, con los brazos abiertos. También, les dijo que no solo ellas reciben una gracia de Dios y de quienes las acompañan en este transitar, sino también ellas son portadoras de esperanza y deben asumir este compromiso.

 

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“La esperanza y la caridad de Dios tienen que hacerse concretas”, agregó, afirmando que “el mensaje para la sociedad es que se puedan dar las condiciones justas y más dignas a las personas privadas de la libertad; las posibilidades de reinserción, de retomar su vida en la sociedad. Y como Iglesia, lo asumimos como un compromiso para ser de verdad signos e instrumentos de esperanza”. 

Finalmente, expresó su deseo de compartir las palabras del papa Francisco a las internas de la cárcel en Venecia, cuya visita pastoral a estos lugares de misericordia, fue el último que realizó el Santo Padre, hace un año´:


Así decía el papa Francisco (28 de abril de 2024):
Queridas hermanas y queridos hermanos! Todos somos hermanos, todos, y nadie puede renegar del otro, ¡nadie!
Saludo a todos con afecto, y especialmente a vosotras, hermanas, internas de la Casa de Detención Giudecca. He querido encontrarme con ustedes  al inicio de mi visita a Venecia para decirles que ocupan un lugar especial en mi corazón.
Por eso, quisiera que viviéramos este momento no tanto como una "visita oficial", sino como un encuentro en el que, por la gracia de Dios, nos regalamos tiempo, oración, cercanía y afecto fraterno. Hoy todos saldremos de este patio más enriquecidos - quizá el que salga más rico sea yo - y el bien que intercambiaremos será precioso.
Es el Señor quien nos quiere juntos en este momento, habiendo llegado por caminos diferentes, algunos muy dolorosos, también a causa de errores por los que, de diversas maneras, cada uno lleva heridas y cicatrices, cada uno lleva cicatrices. Y Dios nos quiere juntos porque sabe que cada uno de nosotros, aquí, hoy, tiene algo único que dar y que recibir, y que todos lo necesitamos. Cada uno de nosotros tiene su propia singularidad, tiene un don y éste es para ofrecerlo, para compartirlo.
La cárcel es una dura realidad, y problemas como el hacinamiento, la falta de instalaciones y recursos y los episodios de violencia generan mucho sufrimiento en ella. Sin embargo, también puede convertirse en un lugar de renacimiento, renacimiento tanto moral como material, donde la dignidad de mujeres y hombres no se "incomunica", sino que se fomenta a través del respeto mutuo y el cultivo de talentos y capacidades, quizá dormidos o aprisionados por las vicisitudes de la vida, pero que pueden resurgir para el bien de todos y que merecen atención y confianza. Nadie le quita la dignidad a una persona, ¡nadie!
Entonces, paradójicamente, la estancia en una cárcel puede marcar el comienzo de algo nuevo, a través del redescubrimiento de una belleza insospechada en nosotros mismos y en los demás, como simboliza el acontecimiento artístico que acogen y a cuyo proyecto contribuyen activamente; puede llegar a ser como una obra de reconstrucción, en la que uno puede mirar y evaluar con valentía su propia vida, eliminar lo que no es necesario, lo que estorba, perjudica o es peligroso, trazar un plan y volver a empezar cavando cimientos y volviendo atrás, a la luz de las propias experiencias, para poner ladrillo sobre ladrillo, juntos, con determinación.  Por eso es fundamental que el sistema penitenciario también ofrezca a los presos y reclusos herramientas y espacios de crecimiento humano, de crecimiento espiritual, cultural y profesional, creando las condiciones para su sana reinserción. Por favor, no "aislar la dignidad", ¡no aislar la dignidad sino dar nuevas posibilidades!
No olvidemos que todos tenemos errores que perdonar y heridas que sanar, yo también, y que todos podemos llegar a ser sanados que llevan la sanación, perdonados que llevan perdón, renacidos que llevan renacimiento.
Queridos amigos, renovemos hoy, ustedes y yo, juntos, nuestra confianza en el futuro: no cerrar la ventana, por favor, mirar siempre al horizonte, mirar siempre al futuro, con esperanza. Me gusta pensar en la esperanza como un ancla, ya saben, que está anclada en el futuro, y nosotros sostenemos la cuerda en nuestras manos y avanzamos con la cuerda anclada en el futuro: Decidámonos a comenzar cada día diciendo: "hoy es el momento oportuno", hoy, "hoy es el día justo" hoy (cf. 2 Co 6,2), "hoy empiezo de nuevo", ¡siempre, para toda la vida!
Les agradezco este encuentro y les aseguro mis oraciones para cada una de ustedes. Y ustedes, recen por mí, ¡pero a favor, no en contra!
Y este es el don que les dejo. Miren, es un poco como la ternura de la madre, y esta ternura María la tiene con todos nosotros, con todos nosotros, ella es la madre de la ternura. Gracias.

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La celebración eucarística, desarrollada en el marco del Año Santo de la Esperanza, convocado por el papa Francisco, quien ha partido a la morada del Padre, fue concelebrada por: monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, obispo de la Diócesis de Soacha (Cundinamarca), y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social - Caritas Colombia; por el padre Eliécer Montañez Grimaldos, capellán general del INPEC y Director nacional de la Pastoral Justicia y Libertad, desde la CEC; y por el padre Yamir Gonzales Suárez, capellán de este centro penitenciario. Acompañaron diáconos; agentes de pastoral penitenciaria de la Arquidiócesis de Bogotá; la ministra de Justicia y del Derecho, Ángela María Buitrago; y el director general del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), Teniente Coronel, Daniel Gutiérrez.

 

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Un grupo de internas de El Buen Pastor y de los centros penitenciarios a nivel nacional; administrativos y personal de guardia, recibieron este mensaje de esperanza y, quienes para ello se prepararon con las condiciones establecidas por la Penitenciaría Apostólica, recibieron la gracia de la Indulgencia plenaria.

Esta celebración jubilar fue una invitación abierta a dejarse tocar por la misericordia de Dios y a comenzar una conversión profunda desde lo más íntimo del ser. Y un momento ampliamente valorado por esta población.

 

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Detalle de la población privada de la libertad entregado al nuncio: Café de Manizales y Calarcá, y frutero elaborado por internos de la cárcel La Picota.

 

Evangelización en el mundo penitenciario

A nivel nacional, 215 sacerdotes, con el apoyo de diáconos permanentes y laicos -animadores de la evangelización, religiosos y religiosas, acompañan pastoralmente a la población privada de la libertad, intramural y extramural, a sus familias, y a pospenados,

Como parte de los frutos evidenciados en este Año Santo de la Esperanza, se destaca la conformación de capellanías en las 14 provincias eclesiásticas de Colombia, y los procesos formativos orientados a la prevención del delito en la niñez y en la juventud.

“Anclados en Cristo, esperanza de los cautivos”.

Bajo este lema, el próximo 10 de junio, en el marco de la Fiesta de los Santos Patronos San Pedro y San Pablo, en la Basílica Metropolitana – Catedral Primada de Bogotá, se llevará a cabo la celebración Jubilar con las entidades del estado colombiano encargadas del Sistema Penitenciario y Carcelario, capellanes. Preside el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá.

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Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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