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Nuestra Señora de Altagracia: un templo construido con manos movidas por la fe y con corazón de comunidad
 

11 de julio de 2025
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OAC.
Primer mes de un sueño que inició en una construcción de lata, y hoy se eleva al cielo como regalo de Dios para esta comunidad, y de ella para la virgen María.

En lo alto de los cerros surorientales de Bogotá, donde las calles empinadas abrazan los barrios de la localidad San Cristóbal, la fe de un pueblo ávido por el encuentro permanente, personal y comunitario con Dios Padre, ha construido un nuevo hogar, un lugar digno para congregarse. Tras años de esfuerzo y compromiso comunitario, el templo Nuestra Señora de Altagracia, perteneciente al territorio de la Vicaría Episcopal San José, arciprestazgo 4.2, es una realidad. 

 

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Fue consagrado el pasado 8 de junio, y para la comunidad del sector esta obra dedicada a la Virgen de la Altagracia, quien los acoge bajo su manto y guía, aún los emociona como aquel día en el que vieron hecho realidad el sueño por el que trabajaron incansablemente de la mano del padre Edgar Javier Barbosa Morales, párroco.

Un sueño que nació entre latas

Durante más de una década, esta comunidad celebró la Eucaristía en un templo de lata. Sin embargo, lejos de ser motivo de resignación, aquel modesto espacio se convirtió en el corazón palpitante de una parroquia joven y fervorosa. “Ese lugar de latas fue amado, cuidado, embellecido por todos. En la comunidad siempre ha existido un gran sentido de pertenencia por cada lugar de encuentro en el que celebramos nuestra fe, pero siempre soñamos con un templo digno, y el Señor, por medio de muchas manos generosas, nos concedió este milagro”, aseguró el sacerdote, en medio de una mezcla de orgullo y gratitud.

 

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La parroquia Nuestra Señora de Altagracia se ubica en Cra.13 Este #43A – 91 Sur .

 

Detrás de este nuevo templo hay historias de fe, esfuerzo y providencia. Una de ellas: la señora Piedad, una benefactora que, sin conocer a la comunidad, sintió el llamado de apoyar la construcción. “Ella fue enviada por la Virgen. A partir de ahí, Dios nos mostró que no nos deja faltar nada. No tenemos en abundancia, pero sí lo necesario. Este templo es un milagro concreto para celebrar nuestra fe”, afirmó el párroco, extendiendo su gratitud a la Arquidiócesis, a las religiosas 'Misioneras Cruzadas de la Iglesia', que acompañan la pastoral en el territorio; a sacerdotes y personas de buena voluntad del sector y de distintas zonas de Bogotá que apoyaron la obra, a través de iniciativas como la "ladrillatón", donaciones de materiales o recurso económico, jornadas de trabajo voluntario, entre otras.

 

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Bajo el manto de María

La nueva parroquia, ubicada en el sector Altamira, es mucho más que una estructura de concreto. Es un signo de esperanza. Cada detalle arquitectónico habla de María: su cubierta representa el manto protector de la Virgen; las paredes laterales curvas evocan la orla de ese manto que arropa con ternura a sus hijos; y el altar, en forma de manos, sostiene a Cristo, vivo en la Eucaristía.

 

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“Este templo es sobrio, como María. Es ella quien nos conduce a Jesús, y esa es también la misión de esta parroquia: llevarnos al Señor”, subrayó el padre Barbosa.

El templo tiene capacidad para 450 personas sentadas, pero su valor espiritual sobrepasa cualquier medida física. Fue consagrado el Domingo de Pentecostés, en una celebración que desbordó alegría y devoción. “Un sacerdote me dijo: fue una misa carismática, llena del Espíritu. Porque se notaba la presencia viva de Dios en el pastor, en la comunidad, en el templo. Todo fue un regalo”, recordó el párroco.

La celebración, el pasado 8 de junio, con la presencia del cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá; de monseñor Alejandro Díaz, obispo auxiliar en esta iglesia particular; y de más de 20 sacerdotes, que acompañaron a esta comunidad que vio hecho realidad lo que durante años fue solo una esperanza tejida entre oraciones, sacrificios y manos solidarias, estuvo colmada de alegría y lágrimas contenidas. 

“Altamira y, en general, todo este sector de la parroquia se caracteriza por la presencia de muchas personas de provincia, muchos llegados de los pueblos, entonces digamos que este es como un pedacito de campo metido en la ciudad. (…) El corazón de la parroquia Nuestra Señora de Altagracia está ubicado acá, no territorialmente, sino por la dinámica pastoral que hay en este lugar. Esta es una comunidad muy viva, participativa, que ha visto florecer y trabajar este, que es un sueño de Dios para ellos”.

 

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Una parroquia joven y viva

Erigida en 2014 por el cardenal Rubén Salazar Gómez, la parroquia Nuestra Señora de Altagracia abarca nueve barrios y una población aproximada de 45 mil personas. Cuenta con cuatro centros de culto: Altamira (el templo principal), Quindío, Miraflores y Gaviotas, cada uno con su propio ritmo de vida y necesidades pastorales.

 

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La presencia de Iglesia en el sector ha dado abundates frutos, entre ellos, un destacado dinamismo pastoral. Más de 120 servidores hacen parte activa de los grupos pastorales: catequistas, ministros extraordinarios de la comunión, pastoral social y de salud, infancia misionera, acólitos, y hasta un equipo de microfútbol Altagracia Fútbol Club–, con 150 niños en formación. Pero lo más impactante, tal vez, es la Eucaristía diaria, a las 7 de la mañana, donde más de 70 personas se congregan antes de irse a trabajar, dando priorioridad al encuentro con Cristo en medio de los afanes matutinos y, muchas veces, de las bajas temperaturas al iniciar el día. “Aquí buscamos la santificación en lo cotidiano”, afirmó el padre Javier.

El cardenal Luis José, durante la consagración, reconoció la alianza pastoral entre sacerdote y comunidad: “Padre Javier, se nota que usted ama a su comunidad y que su comunidad lo ama a usted (…) Que la Virgen María sea su alegría de noche y de día”.

Una misión que continúa

Esta consagración marcó también la despedida del padre Edgar Javier Barbosa, quien culmina su servicio pastoral en la parroquia, tras 5 años de pastoreo comprometido, cercano y anclado en el Señor y en nuestra madre del cielo, la virgen María. Se va con el corazón lleno:

“Aquí he sido un sacerdote feliz. Le agradecí al cardenal porque aquí descubrí lo que es vivir la vocación en plenitud. Espero que esta comunidad siga cuidando este templo, no solo como una obra física, sino como el espacio donde día a día se encuentra con Jesucristo”.

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Para su querida comunidad: un abrazo, gratitud y el deseo de que “la Eucaristía que hoy celebramos en este templo, un día la celebraremos con plenitud en el cielo”.

Finalmente, sus palabras a este medio de comunicación, hace cuatro años, continúan resonando y dando testimonio de la manera como la fe y el trabajo comunitario mueven montañas. Aquel octubre del 2021, en entrevista con El Catolicismo aseguró algo que hoy es realidad:

Una comunidad constituida es capaz de construir su templo. No soy arquitecto, no soy ingeniero, no soy constructor, soy sacerdote… pero al lado del ministerio, de la tarea evangelizadora, de llevar el Evangelio, viene lo otro que no se puede descuidar (…) En este camino, también hemos sentido la bendición y el acompañamiento de parroquias hermanas; por ejemplo, la parroquia Cristo Rey, a quien manifestamos nuestra gratitud. La comunidad ha puesto todo lo que nosotros podemos, porque tenemos un principio y es que no nos gusta lo regalado, tenemos que poner también nosotros. La comunidad tiene que sentir que la obra es de todos. Pero, claramente, una obra que sale con precios elevadísimos no podríamos hacerla nosotros solos”.

(…) Somos cuatro capillas y un templo, que todavía está en lata. Si el Señor lo permite, será nuestra próxima construcción”. 

Y ¡así fue! Este Año Jubilar de la Esperanza, ese anhelo se ha cumplido...

Nuestra Señora de Altagracia ya no solo tiene una comunidad viva, ahora tiene un templo que los acoge, forma y fortalece en la vivencia de su fe. Uno que brotó de la montaña y del alma, donde cada piedra, cada sacrificio y cada plegaria apuntan hacia lo alto: hacia Dios, en su corazón de Padre de amor y misericordia.


Nota relacionada: Parroquia Nuestra Señora de Altagracia: comunidad parroquial joven y viva en su dinámica de fe


A continución, amplíe detalles sobre la cristalización de este sueño de fe en los cerros de Bogotá:

Parroquia Nuestra Señora de Altagracia: Expresión de fe y unidad
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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