Liturgia: El punto de partida de la relación con Dios está en el interior de la persona
Hoy retomamos el relato del evangelio según san Marcos que venimos siguiendo en la lectura del evangelio de la misa dominical, y lo hacemos con un episodio de controversia. En el texto del evangelio de la misa de este domingo (Marcos 7, 1-8.14-15.21-23) se manifiesta el conflicto entre la manera como Jesús propone hemos de relacionarnos con Dios y el comportamiento que fariseos y escribas esperaban de las personas piadosas.
Diferenciamos dos partes en el evangelio de hoy; la primera parte se inicia con el reproche de los fariseos y escribas al proceder de los discípulos de Jesús, este reparo deriva hacia una controversia sobre las tradiciones de los antepasados. En la segunda parte Jesús lleva a un auditorio más amplio –la multitud– la aplicación concreta de su divergencia con fariseos y escribas. En una y otra parte sobrevuela el tema de la ‘Tradición’, así, con mayúscula.
Para lograr una visión más amplia sobre el episodio resulta útil comprender qué es ‘Tradición’. En la Primera carta a los Corintios hallamos dos lugares en los que se puede ver cómo entiende san Pablo aquello de ‘tradición’: en 1Corintios 11, 23, referido a la Eucaristía y en 15, 3, hablando del primer anuncio del Evangelio –kerygma–; en cada caso encontramos los verbos recibir y entregar: Yo les entregué (o transmití) lo que a mi vez recibí.
Lejos de algo rígido, tradición es una actividad que implica ‘recibir para entregar’. Esto nos permite considerar que –en el plano de la fe, que es el que nos ocupa– en primer lugar ha habido una persona o una comunidad que ha sido depositaria de la experiencia de Dios; esto quiere decir que ha habido alguien que en su vida ha experimentado la presencia de la salvación y por ello la comunión con Dios. Es importante tener presente que es en la experiencia de vida –en la ‘propia biografía’– en donde el creyente descubre, acoge y experimenta que Dios está realizando la salvación. San Pablo escribirá: «recibí del Señor».
Esta experiencia personal de comunión con Dios y por ello de acogida de la presencia de Dios salvando, es don, es algo que se ha recibido. Esto ‘recibido’ el discípulo o la comunidad lo quiere compartir con otro u otros, entonces «entrega lo que a su vez ha recibido». Pero aquello recibido no son cosas, lo recibido es experiencia de acogida del don de Dios. De modo que transmitir la fe no se puede reducir a pasar cosas de uno a otro. Habrá cosas, elementos, ambientes, textos, celebraciones que han ayudado a recibir la gracia, a acoger la salvación; pero la gracia y la salvación no consiste en poseer esas cosas o recrear esos ambientes celebrativos; aquellas cosas o elementos que le sirvieron a otro pueden servirnos ahora a nosotros para propiciar y llegar a realizar la comunión con Dios.
Ahora podemos asomarnos a la dura respuesta de Jesús a sus contradictores en el evangelio de hoy: «Ustedes dejan a lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres». Es dura esta denuncia de Jesús a los fariseos y escribas de su tiempo en el sentido de acusarlos de abandonar a Dios por querer asegurar la manera como se les ha transmitido la experiencia de Dios, de modo que terminan siendo cumplidores de ritos y prescripciones llegando por eso precisamente a quedar vacíos de Dios. Reciben solo los elementos que han permitido la experiencia de acoger el don de Dios, pero no experimentan el don de Dios.
En la segunda parte del evangelio Jesús lleva hasta la multitud la aplicación de la denuncia presentada proponiéndola con fuerza: «Escuchen y entiendan todos». En la forma como leemos el texto en el leccionario de la Misa la manera de aplicar la recriminación a fariseos y escribas principia por plantear la relación dentro / fuera, para fijar la atención en el interior de la persona. Para Jesús el punto de partida de la relación con Dios está en el interior de la persona.
Allí, en la intimidad, el hombre decide, el hombre es capaz de deliberar: Porque dentro, en su propio corazón, concibe el ser humano el propósito de hacer cosas buenas o malas. Jesús declara que la persona es capaz de un diálogo interno deliberativo para obrar el bien o el mal y estas decisiones personales, internas, son importantes en la relación de cada uno con Dios, pues la comunión con Dios se manifiesta en un corazón puro.
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