Pasar al contenido principal
#397dff

LITURGIA: El profetismo que abre el camino de la fe

4 de julio de 2021
Iglesia

En nuestra lectura del relato del evangelio según san Marcos venimos siguiendo una serie de narraciones de milagros de Jesús que hemos propuesto como el desarrollo de una instrucción sobre la fe. Iniciábamos esta secuencia con la situación de los apóstoles abocados a los límites de la existencia humana y el reclamo de Jesús: «¿Aún no tienen fe?»; luego Jesús que reconoce la fe de la mujer que al verse liberada de su enfermedad le descubre al Maestro toda su verdad. En este domingo cerramos esta serie con un episodio que nos lleva a comprender el profetismo como el inicio del camino de la fe para acceder al misterio de Jesús.

Este episodio de cierre de instrucción sobre la fe (Marcos 6, 1-6) principia por poner en boca de los nazarenos un resumen de la actividad evangelizadora de Jesús, las palabras de Jesús han sido captadas como ‘sabiduría’ y como prodigiosas las obras realizadas con sus manos. El episodio del evangelio de este domingo presenta una paradoja, después del reconocimiento del extraordinario actuar de Jesús el lector esperaría una aceptación de sus paisanos, pero sucede todo lo contrario: «Y se escandalizaban a cuenta de él». Esta incomprensión es la clave para hallar el mensaje central del evangelio de la misa de este domingo. Veamos los detalles.

La trama de la incomprensión principia con la desconfianza manifiesta de las personas que están en la sinagoga del pueblo de Jesús; desde el recelo que los atrapa, los hombres buscan una explicación de lo que oyen y ven, o de los ecos que han llegado hasta ellos desde las riberas del mar de Galilea: «¿De dónde saca eso?»

La formulación de la reacción ante el asombro presenta la dificultad para llegar a la fe, los nazarenos de la sinagoga se refieren a Jesús de modo despectivo: ‘este hombre’. El asombro se nutre de algo que no pueden conciliar, por una parte están las evidencias que oyen y ven y, por la otra, la normalidad de una persona ‘común y corriente’ de su pueblo. En el fondo está la dificultad que tienen para aceptar como obra de Dios ‘todo eso’ que dice y hace Jesús. Aclaremos a qué se refieren con ‘todo eso’.

‘Todo eso’, así nombrado por los nazarenos, incluye en primer lugar el contenido de la Buena Noticia que predica Jesús, «¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada?». En lo que hemos venido siguiendo del relato de Marcos la ‘sabiduría que le ha sido dada’ se refiere al anuncio del Reino que se explicitó en las parábolas. Quienes están presentes en la sinagoga reconocen en la enseñanza de Jesús una ‘sabiduría’, pero recelan de su origen: ¿quién se la ha dado?, ¿de dónde proviene? Dicho de otra manera, ¿esto es cosa de Dios o cosa del diablo?

En segundo lugar, ‘todo eso’ incluye igualmente «esos milagros que realizan sus manos». Aquí el término ‘milagro’ es la traducción del griego ‘dýnamis’ (fuerza). En el evangelio de la misa del domingo anterior leímos que Jesús sintió que salió de él una ‘dýnamis’ cuando la mujer tocó sus vestidos (véase Marcos 5, 30).

Regresando a la controversia en el episodio del evangelio de la misa de este domingo, los nazarenos han percibido una fuerza poderosa actuando a través de las manos de Jesús, un ‘poder’ que no es de los hombres. Y de nuevo la pregunta, ¿quién le ha dado este poder?, ¿esto es cosa de Dios o cosa del diablo?

Por la forma despectiva como se refieren a Jesús, podemos deducir que sus contradictores están cercanos a pensar que se trata de ‘cosas del diablo’; pues ‘este hombre’ es un trabajador manual apañado –en griego ‘tékton’, un obrero habilidoso–; su origen y su familia son plenamente conocidos por todos, los nombres de sus hermanos (Santiago, José, Judas, Simón) son nombres judíos corrientes. Nada extraordinario.

La sospecha de los nazarenos manifiesta el problema del inicio de la fe: «Y se escandalizaban a cuenta de él». Lo realmente central del episodio es la interpretación que ofrece Jesús sobre este bloqueo. Jesús manifiesta que esta dificultad para la fe que se presenta entre sus paisanos, entre algunos de su propia familia e incluso en algunos miembros de la comunidad cristiana –casa–, es una cerrazón ante la profecía, una resistencia a la misión del profeta.

El profeta es el hombre de la ‘Palabra’, es el hombre que tiene la misión de hacernos entrar en diálogo con Dios para que a partir de ello reconozcamos cómo Dios está realizando el proyecto del Reino entre nosotros. No es precisamente el profeta un hombre que anuncia acontecimientos del futuro, sino quien nos estimula a reconocer cómo Dios está actuando en nuestro presente.

Este diálogo que propone el profeta es intercambio que nos abre a la fe, sin este diálogo el hombre permanece de espaldas al proyecto de Dios. Con una lamentable conclusión termina el evangelio de este domingo: «No pudo hacer allí ningún milagro (dýnamis)», evidentemente no se trata de la incapacidad de Jesús sino de la negativa de los hombres a acoger el actuar de Dios en nuestra historia presente.

Fuente:
Padre Tadeo Albarracín
Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Noticias relacionadas

#397dff
#397dff
#397dff