Jesús en oración, así nos lo muestra San Lucas. Los discípulos no participan en ella, pero sienten la necesidad de aprender a hacerlo.
Tengamos en cuenta que en los tiempos de Jesús el templo era el lugar oficial de oración de los judíos; Jesús, en cambio, ora en cualquier lugar. Además, todas las religiones, incluyendo la judía, rezaban a un Dios lejano cuya ira trataban de aplacar.
Jesús les enseña una oración que une dos actitudes: confianza, porque Dios es Padre, y compromiso con Él: ¡hágase tu voluntad! Queda claro que Jesús inaugura una forma de hacer oración totalmente desconocida hasta entonces.
Jesús se dirige a Dios con confianza filial, se dirige a Él como Padre, sustituye el temor por el amor: Dios es Padre. Es un cambio profundo en la relación del hombre con Dios. El Padrenuestro es la expresión de una actitud, de un estilo de vida identificada y enamorada del proyecto de Dios, más que una oración ritual.
En el Padrenuestro encontramos la correcta relación entre Dios y nosotros. Entre lo que esperamos: el cielo, y lo que vivimos: la tierra; entre lo religioso y lo sociopolítico, una unidad que no puede romperse. La primera parte hace referencia a la causa de Dios; la segunda, a la causa del hombre.
Dios no se interesa sólo de lo que es suyo: la santificación de su nombre, la llegada de su reinado, la realización de su voluntad, sino que se preocupa también por lo que es del hombre: el pan, el perdón, la tentación, el mal, todo lo que necesita para poder vivir como ser humano e hijo de Dios.
Diríamos que en el Padrenuestro, así como la causa de Dios no es ajena a la causa del hombre, la causa del hombre no es extraña a la causa de Dios. Es como una relación intrínseca. Quien habla de Dios tiene que hablar también del hombre y quien habla del hombre, necesariamente acabará hablando de Dios.
Pero es una relación en la cual chocan el reinado de Dios y el poder del mal que hay en el mundo, el pecado de los hombres que impide a otros vivir en libertad, y en sana fraternidad. En el centro de ese conflicto están Dios y el hombre. Quien siente pasión por Dios debe sentir pasión por el hombre. Quien no siente pasión por Dios se convierte en enemigo del hombre. Y esa ausencia de pasión por Dios explica la ausencia de justicia en el mundo y de todos los males que de la injusticia se derivan.
Dios es Padre, pero a nosotros nos deja la tarea de que mientras estamos en la tierra se haga su voluntad en nuestra Colombia y nos libre de esos dos males terribles que son la violencia y la corrupción. ¡Que así sea!
Padre Carlos Marín G.
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