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Jesús visita a Marta y a María, hermanas de Lázaro

20 de julio de 2025
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Ha habido quienes interpretan este pasaje del Evangelio de san Lucas como un elogio de la hospitalidad por parte de Jesús, porque: Marta lo recibió en su casa. Otros ven en él, más bien, una contraposición entre oración y acción. Es que la visita de Jesús provoca en las dos hermanas reacciones muy diferentes. Veamos:

María encarna la vida contemplativa, piensan y dicen algunos. Estos hacen un elogio de la vida contemplativa y como conclusión de este pasaje evangélico lo resumen en el siguiente principio: Hay que ser contemplativos en la acción y activos en la contemplación.

Marta, en cambio, anda inquieta y nerviosa: es como el prototipo de la persona atareada que siempre tiene muchas cosas por hacer, y se convierte en esclava de su propio estilo de vida. Jesús no reprocha su caridad ni su servicio a los demás, sino su ansiedad, su inquietud y su nerviosismo. Tiene a Jesús en su casa, pero no ha descubierto al Maestro ni la novedad de su mensaje.

María es como la otra cara de la moneda, ha escogido la mejor parte: hacerse discípula, conocer de labios del Señor la Buena Nueva; quiere aprender a ver la vida desde una nueva perspectiva: la que Jesús proclama y comunica; quiere descubrir a fondo, escuchar, acoger, gozar con la novedad del mensaje de Jesús; por eso se sienta a sus pies a escuchar sus palabras. Esa es la mejor parte, y Jesús alaba su actitud.

Pero, antes de seguir adelante, digamos que esta visita de Jesús a las hermanas de Lázaro rompe todos los prejuicios y las costumbres que mantenían a la mujer lejos, muy lejos de las Escrituras Sagradas. Jesús cuenta con ellas. Las visita en su propia casa, las escucha, les revela la Buena Nueva.

La actitud asumida por Marta nos pone a reflexionar sobre la importancia que en nuestra vida espiritual tiene el aprender a meditar la Palabra, escuchar la voz de Dios, aprender a guardar silencio, a liberarnos de aficiones y afanes que muchas veces se convierten en esclavitudes; a reencontrarnos y sincerarnos con nosotros mismos, a escuchar la palabra silenciosa pero transformadora de Aquel que es la fuente de la vida y que le da garantía de autenticidad a nuestra vida cristiana; dedicar unos momentos de nuestra vida a estar en silencio, a comprender y

valorar las alegrías y sufrimientos de los demás, a no ser indiferentes. A descubrir y vivir la ternura de Dios para que el exceso de actividad no acabe apagando en nosotros el Espíritu. A alimentar de Evangelio nuestra vida.

El Señor Jesús nos da, pues, una lección. Hombres y mujeres, tenemos muchas cosas que aprender: de su Palabra y de su modo de obrar. Cómo trabajar por el Reino de Dios en el hoy de nuestra patria colombiana; cómo descubrir y vivir el mensaje y la ternura de Jesús. Cómo llegar a ser hombres y mujeres de oración, comprometidos nosotros y ellas con el Reino de Dios. Una lección para toda la Iglesia.

En la predicación diaria no olvidemos invitar a nuestras mujeres, a las Martas de nuestros días, a ser verdaderas discípulas, a sentarse a los pies de Jesús para que aprendan de Él a descubrir su dignidad y cuál es su verdadera misión en el mundo, en la familia, en su Iglesia; para qué Dios las hizo mujer, en una palabra.

Padre Carlos Marín G

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