Aprende a entender a los niños
Por: Mónica Muñoz, para Catholic.net
Muchos de los problemas que se tiene con los menores es debido a la falta de comprensión y empatía que tenemos los adultos hacia ellos.
Por ejemplo, tenemos el caso del típico berrinche: los niños se tiran al suelo y hacen pataletas para obtener lo que desean, pero a veces no tiene ese significado, sino que lo que desean es llamar la atención de sus padres, quizá para cuestiones más importantes.
Por eso hay que saber diferenciar entre un capricho y una verdadera necesidad.
Sucede que los niños cuando son muy pequeños no saben expresar lo que sienten, por eso lloran y suelen despertar en los padres cierta desesperación.
Pero, si somos un poco observadores. entenderemos que, por lo regular, lo que quieren es jugar con nosotros, o simplemente que les dediquemos un momento de cariño.
Sin embargo, en la actualidad muchos adultos están impedidos física o emocionalmente para dar a sus hijos lo que requieren, a causa de distintas situaciones como: llegar tarde del trabajo y sentirse demasiado cansados. Otra circunstancia, y tal vez la más seria, prefieren entretenerse con el celular en lugar de enfocar su atención en sus hijos.
No nos extrañe, entonces, que los niños imiten nuestro comportamiento. Porque también ocurre, de acuerdo con los expertos, que los hijos se ven influenciados por el estado de ánimo de los padres.
Y por supuesto, de las palabras. No existen las palabras inofensivas, para bien o para mal, nos creen todo lo que les decimos.
Ahora bien, recordemos que, si a nosotros nos cuesta mucho moderar nuestras expresiones de enojo, alegría, tristeza o miedo, con mayor razón a los niños. Ellos aún no son capaces de contenerse. Por eso, aquel famoso refrán popular reza que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, pues no pueden gestionar sus emociones.
Teniendo presente esta realidad, es importante escucharlos y dejarlos expresarse, pues al mismo tiempo que estaremos respetando su individualidad y su opinión, entenderemos mejor lo que necesitan.
Hace poco, mi sobrina de cuatro años se dio un golpe en la frente y le salió un chipote. Lloró mucho y después de revisarla, de ponerle hielo y de consolarla, intentamos distraerla para que olvidara su dolor. Funcionó, pero más tarde se durmió un rato y volvió a despertar llorando.
La tomé en brazos y le pregunté el motivo del llanto. No dijo nada, así que insistí diciendo “¿solo quieres llorar?” y levemente dijo que sí. “Pues ándale, llora”, le contesté. Así estuvo unos cinco minutos hasta que se volvió a dormir. Al despertar nuevamente, el llanto había desaparecido.
Es importante dar su lugar a los niños como las personas dignas e importantes que son. No es justo ordenarles que callen sin saber el motivo de sus expresiones, eso solo generará desconfianza y temor de hablar sobre lo que sienten, y cuando haya alguna situación grave en sus vidas, no querrán compartirla con nosotros.
Aprendamos a manejar nuestras propias emociones y de esta manera le daremos a nuestros niños la mejor herramienta de aprendizaje: nuestro propio ejemplo.
Fuente Disminuir
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