Casi un santuario

La parroquia Santa Marta, de la arquidiócesis de Bogotá, es uno de los lugares de peregrinación con gran participación de los fieles, que llegan desde diferentes sitios…
Esta parroquia fue creada en 1948 por monseñor Ismael Perdomo, arzobispo de Bogotá en esa época. Lleva más de 70 años sirviendo pastoral y socialmente a la comunidad de los barrios Alfonso López, Galerías, Palermo.
Allí llegan miles de peregrinos no solo de Bogotá, sino de varios lugares del país a pedir la intercesión de Santa Marta, conocida en la devoción popular como la patrona de los imposibles, y a buscar de Dios que los sane o les haga un milagro para mejorar su vida cotidiana.
Actualmente su párroco es monseñor Rafael Cotrino, vicario administrativo de la arquidiócesis de Bogotá “Hace unos 15 años empieza la devoción a la patrona Santa Marta y entonces gira, casi de ser una parroquia a ser un santuario, porque aquí peregrina gente no solo de toda la ciudad sino de muchos municipios de Cundinamarca y personas que vienen desde muy lejos”, indicó monseñor Cotrino.
Los martes en especial, se celebran nueve eucaristías, la primera a las 5:45 a.m. y la última a las 7:00 p.m. Según monseñor Cotrino en promedio son 400 personas que asisten a cada eucaristía “Tenemos varias eucaristías especialmente las de 10 a.m., 12 p.m., 5:30 p.m. y 7 p.m. donde realmente el templo se llena casi todo y la misa de 12 p.m. la gente no cabe, muchos quedan por fuera del templo, es una peregrinación bastante grande de fieles a Santa Marta”.
¿Quién era Santa Marta?
Marta, hermana de María y Lázaro, es una figura muy entrañable, vivían los tres en Betania y los tres eran muy amigos de Jesús, era una respuesta a su amor, pues Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro; Betania es sinónimo de amistad, hospitalidad y delicadeza.
Allí pasaba Jesús horas de alivio e intimidad, encontraba un amigo, unas manos que le servían con cariño y unos oídos dóciles y enamorados, Marta se esforzaba en servir a Jesús lo mejor que podía, ella cuidaba de la administración del hogar. Estaba acostumbrada al servicio callado que no esperaba agradecimiento ni recompensa, era delicada, solícita y activa.
Es comprensible que un día se haya dejado llevar por su temperamento y se haya quejado ante el Salvador por la actitud de su hermana. Nuestro Señor, conocedor de las profundidades del corazón, no le dio totalmente la razón en su respuesta: “Marta, Marta, una sola cosa es necesaria... María ha escogido la mejor parte”; Jesús le advierte que no se inquiete, que no se impaciente, que lo principal es la amistad, estar juntos, pues no son necesarias tantas cosas.
Otro aspecto de Marta es su fe en Jesús, lo prueba el hecho de que estando su hermano Lázaro enfermo, no confió en los médicos ni en sus medicinas, sino que mandó llamar a Jesús. Esta fe la hace digna de ver uno de los prodigios más espectaculares en la vida de Cristo: La resurrección de un cadáver en plena descomposición. Entonces Jesús le regala, quizás la afirmación más fundamental que ha salido de su boca: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”.
Marta es patrona de todas aquellas mujeres que, como ella, pasan su vida junto a la estufa, junto al lavadero y tienen muy poco tiempo para la oración y la meditación, pero comienzan y terminan la jornada en el nombre de Dios, realizando un verdadero servicio a la comunidad, es decir hacen verdadera oración y actos de culto a Dios en su vida ordinaria.
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