Historias de vida
“Es verdad que el Evangelio se cumple, uno recibe como sacerdote el ciento por uno”
Afirma monseñor Carlos Arturo Leal Barrera, sacerdote emérito y canónigo del Capítulo Metropolitano de la Arquidiócesis de Bogotá, al dar una mirada a 50 años de respuesta generosa, comprometida y misionera al Señor, a su Iglesia y a las comunidades vulnerables.
A sus 78 años, con la convicción de que “Me sedujiste (Señor) y me dejé seducir”, afirma sentirse “feliz, realizado, y en la Providencia Divina, porque aquí recibí tanto apoyo, que pude ejercer mi sacerdocio con mucha libertad, con mucha alegría”.
Recuerda que han sido más de cinco décadas nada fáciles, que iniciaron con el impulso de un niño de 11 años, quien, sin entender la magnitud del sacerdocio, de esta opción de vida, del camino misionero que emprendería, se lanzó con un sí ante la pregunta de un misionero javeriano que pasaba por Tunja, mientras él cursaba su primaria, y que dijo ante el grupo de estudiantes: ¿Quién quiere ir al seminario? “Y yo levanté la mano”, recuerda.
Aunque su madre sintió dudas y temor de alejarse de su pequeño, accedió y en un giro que podría parecer inesperado, pero que realmente fue la acción del Espíritu Santo en su vida, en medio de su inocencia, inició su formación en el Seminario Menor, en Chita (Boyacá), donde se ubicaba el Seminario para la hoy Diócesis de Arauca, en ese tiempo para el Vicariato Apostólico de Arauca.
Luego llegó a Bogotá al Seminario Intermisional, para finalizar su educación básica y adelantar los estudios de filosofía y teología. La formación para el sacerdocio la concluyó en el Seminario Mayor San José de esta Arquidiócesis.
En este camino, no escapó al desafío de la duda vocacional, sin embargo “se me desbarató el plan que yo tenía de retirarme… Y no volví a mirar atrás (…) Uno recibe como sacerdote el ciento por uno, y hay que manifestarlo, hay que decirlo, porque eso es darle veracidad al Señor, a su Evangelio. «Déjalo y tendrás mucho más», y eso es verdad, y produce alegría, satisfacción”, precisa.
Fue ordenado sacerdote para el servicio de la Diócesis de Arauca el 2 de febrero de 1974, por monseñor Jesús Emilio Jaramillo, obispo mártir, declarado beato el 8 de septiembre de 2017.
En tierra de misión
A los 27 años recibe su primer encargo pastoral en un centro poblado de la convulsionada Arauca de la época, en el corregimiento La Esmeralda. “El señor obispo me dice: «Carlos, encárgate de esa región», y allá llego, sin casa cural, no había nada, simplemente algún sitio para celebrar. Viviendo en Saravena, donde ya había una parroquia establecida, viajaba a pie o como fuera para ir a cumplir mis deberes en ese caserío”, recuerda visiblemente emocionado, entre el sentimiento de nostalgia ante tiempos de “alegre misión en una comunidad campesina de muchas necesidades”, que ha padecido el flagelo de la violencia armada, que cobró la vida de decenas de inocentes, entre ellos, el beato Jesús Emilio Jaramillo, y que obligó al exilio a los sacerdotes que acompañaban la zona en ese momento.
En medio de esas retadoras condiciones, con las botas de trocha, un morral y una hamaca, “como itinerante en esa región, se logró la construcción de cerca de cinco parroquias y de distintas obras sociales en beneficio de la comunidad de La Esmeralda: apoyo en la construcción del Hospital San Ricardo Pampuri; la creación de los Hogares Juveniles Campesinos, apoyo en adecuación de vías y otras acciones comunitarias.
“Este tiempo misionero, estoy hablando del comienzo, fue bello, maravilloso, con mucha gente dinámica y progresista (…) Logramos importantes acciones, no solamente en lo social haciendo todas estas obras, sino también una evangelización muy grande en todas las veredas, más de 45”.
Tras el exilio, renace la esperanza
Con el dolor de alejarse de la tierra de ese primer amor pastoral y misionero, el padre Carlos, oriundo de Moniquirá (Boyacá), llega a Bogotá, en obediencia a su obispo, monseñor Alberto Giraldo, encargado de la Diócesis de Arauca tras el martirio de monseñor Jaramillo.
En esta Arquidiócesis experimentó un fraternal recibimiento, una acogida que, aunque en un inicio pensó sería temporal, se convirtió en la segunda etapa de su ministerio.
Fue Incardinado a la Arquidiócesis de Bogotá el 5 de septiembre de 2012.
Servicio pastoral en esta Arquidiócesis
Inicio su servicio pastoral como párroco en San Gregorio magno (1990); fue capellán del Centro de la Construcción del SENA (1990); miembro de la Comisión de Retiros Espirituales del Clero (1991); arcipreste del Arciprestazgo 1.6 (1996); párroco en San Esteban Protomártir (2005), Arcipreste del Arciprestazgo 3.6 (2008), Arcipreste del Arciprestazgo 3.6 (2010); párroco en Santa Cecilia (2010); canónigo del Capítulo de la Catedral (2012); arcipreste del Arciprestazgo 3.3 (2012); párroco en san Antonio de Padua (2016). Actualmente es canónigo del Capítulo Catedral (2023).
Conozca detalles de esta historia vocacional de compromiso, en clave de misión y servicio:
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