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Historias de vida

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10 de marzo de 2017

Un sacerdote maestro, prudente y sencillo. Comprometido con su ministerio y con las comunidades más vulnerables.

El padre Elías Portalés Albelda, nació en Valencia (España), el 2 de diciembre de 1929. Fue ordenado el 28 de junio de 1953 para la comunidad de los padres capuchinos. Llega a Colombia en diciembre de 1958, dentro de toda la complejidad de los medios de transporte de la época. Estuvo tres meses en altamar, desembarca en Cartagena, para desplazarse posteriormente a la Guajira donde llega como misionero. 

Siempre estuvo muy comprometido con las comunidades vulnerables en la Guajira, hasta que tuvo un problema gastrointestinal por el consumo de agua contaminada, que lo obligó a abandonar su labor en esta región del país. El padre Guillermo Agudelo en 1971 le ofrece ir a Bogotá y lo presenta en la arquidiócesis bogotana.

En el año 1978 es nombrado como párroco de San Antonio de Fosca, posteriormente en 1980 arriba a la parroquia de Cristo Maestro, y en 1982 a la parroquia de los Santos Ángeles Custodios. En 1989 llega a la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes como vicario parroquial, donde estuvo 27 años.

Como lo afirma la hermana del padre Elías Portalés, Consuelo Portalés Albelda, su deseo era el de morir en Colombia, país que lo acogió y en el que desarrolló la mayoría de su vida presbiteral. El 17 de noviembre de 2016 falleció a sus 87 años a causa de varias complicaciones derivadas de una gastroenteritis que lo aquejó por varios años.

 

Recordado como un sacerdote confesor

Adolfo Vera, quien estuvo como párroco de la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes de 2011 a 2015, conoció profundamente al padre Elías y afirma que una de sus principales cualidades como sacerdote era la de confesor.

“Era muy dedicado al sacramento de la confesión. Toda Bogotá pudo experimentar la misericordia del padre Elías, como sacerdote confesor, le gustaba mucho la confesión y mucha gente lo buscaba como director espiritual y como confesor personal”.

Un sacerdote maestro, prudente y sencillo, cualidades que lo hacían ser muy cercano a la comunidad, desde el momento que llegó a la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes como vicario parroquial, tuvo una gran relación con todos los peregrinos. Trabajó mucho en el sector social de la localidad de Chapinero con el gremio de los emboladores de la época, los cuales fueron reunidos y organizados en una asociación de lustrabotas.

Era una persona demasiado humilde, de pocas palabras. A pesar de su avanzada edad nunca perdió sus capacidades. Hasta sus últimos días fue un sacerdote dinámico, conciente y capaz de poder celebrar los sacramentos. 

A continuación el testimonio del padre Adolfo Vera y de Consuelo Portalés Albelda:

 

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