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Unir con lazos de amor, esa es la clave

5 de diciembre de 2014

Pescadores y restauradores de redes:
Cuenta San Marcos en su Evangelio que Jesús, bordeando el mar de Galilea, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; que…

Este pequeño trozo bíblico deja entrever un oficio muy poco tenido en cuenta y sin embargo fundamental en una sociedad en la que la pesca constituía parte significativa de la economía y de la cultura alimentaria junto con la agricultura y la ganadería menor: el oficio de los remendadores de redes.

Para un pescador, cuyo trabajo, sustento y posición social depende de la salud de sus redes, la ruptura de estos aparejos constituye la peor calamidad, sin embargo, dentro de la cultura semita, el trabajo de remendar redes es una labor de segundones, de aprendices o de personas jóvenes que no tienen fuerza para recoger o para echar las redes al agua. No en balde en la narración de las cuatro primeras vocaciones del evangelio de San Marcos, los primeros llamados son los pescadores: Simón y Andrés y los segundos llamados son los que están remendando las redes: Santiago y Juan. Cabe decir que no es lo mismo repasar las redes que remendar las redes.

Para entender en parte la importancia de esta faena es necesario saber que las redes de pesca más elementales se conforman de tres partes básicas: 1) La armadura, cuerda de amarre, relinga o tralla; 2) El cabo o cable que sujeta la red a la barca o al brazo del pescador y el copo, que se forma con el paño o tejido. Cada una de las partes es fundamental, pero nada más clave que la urdimbre de los hilos que conforman el paño. Los hilos en sí mismos no son más que hilos amarrados a una relinga.

El artesano de las redes o mallador es quien sabe hacer de los hilos una red y el arte está, precisamente, en saber urdir, es decir, saber “vincular y amarrar”. El arte de anudar conservando una trama uniforme de acuerdo con el propósito de la red, ese es el verdadero quid del asunto, a esto se suma la calidad de los hilos y otros factores de uso y mantenimiento.

Así, se entiende que aquellos dos remendadores de redes llamados por el Señor tenían una tarea muy precisa y además compleja después de los dos primeros llamados a ser pescadores de hombres. Sin duda, es tan importante la pesca como mantener las redes en perfecto estado.

De redes y más redes:

Los estudiosos de la historia afirman que esta, la historia, no es una línea continua o la sucesión inalterada de acontecimientos consignados en volúmenes de biblioteca cuyas fechas es necesario memorizar, sino que la historia tiene que ser vista como una inmensa red de circunstancias y de acontecimientos que encuentran su punto de llegada en la existencia de cada persona y que es desde allí desde donde resulta comprensible, objetiva y constructiva su lectura e interpretación. Sólo desde allí cada individuo puede saberse dueño y protagonista en medio de la red histórica universal, sólo desde allí se puede entender la incidencia del pasado en cada persona y la gravedad de sus decisiones presentes en la construcción de la historia futura de toda la humanidad.

Por otra parte no hace más de cinco décadas que Licklider utilizó por primera vez la expresión Galactic Network (red galáctica) para referirse al nacimiento de una incipiente red de interacciones sociales, con lo que se dio lugar a una nueva era de descubrimientos y de formas de relacionarse la humanidad de finales del siglo XX y hasta el día de hoy. Todo el mundo está hoy conectado a la red y no hay drama mayor para esta generación que encontrarse fuera de la red, o saber que no hay red, o sencillamente experimentar que se cayó la red. Los restauradores de la red son hoy por hoy los profesionales más cotizados y los mejor pagados, sin duda.

¿Un arte olvidado en la Iglesia?:

No obstante la inmersión ineluctable en la red de la historia y en un mundo infinito de múltiples redes sociales, y de la necesidad casi vital de estas para ser y existir en medio del mundo de hoy; en algunos ámbitos de la vida eclesial se marcha como si nada pasara y mientras el mundo entero se empeña en crear más y más estrategias para intercomunicarse de modo que nadie esté fuera de la galactic network,  sea cual sea el objeto de este empeño, la red que crea el Espíritu de Dios entre todos los miembros de su pueblo, brilla no pocas veces por su ausencia. Las desigualdades sociales que produce la injusticia, la incapacidad de perdonar y de reconciliarse, la indiferencia ante la necesidad y el dolor, la violencia contra la naturaleza, las pugnas de poder, la exclusión y la marginación de los más pobres, la justicia tomada por cuenta propia, y muchos otras formas antihumanas de ser y estar en el mundo y en la Iglesia, dan muestra de profundos agujeros en la red que debiera caracterizar las magníficas relaciones de los cristianos y todas ellas agarradas a la relinga del amor.

Tal vez en la Iglesia haya desaparecido el oficio de remendadores de redes. Quizá el ser pescadores de hombres ha hecho olvidar que no basta con poner en contacto al ser humano con el amor redentor que le ha salvado del pecado y de la muerte, sino que hay que ponerlo en contacto (en red) también con el prójimo para que el amor redentor no muera en el solipsismo que amenaza a muchos bautizados. No sobra revisar los pequeños y grandes agujeros en las redes más domésticas: las rupturas intrafamiliares, las rupturas entre los grupos parroquiales, el desconocimiento y el menosprecio de los diferentes carismas, la falta de respeto por la diferencia…y fungir como verdaderos “nudólogos” cristianos capaces de unir, de crear redes eclesiales, redes humanas, redes hechas con nudos de amor, con los lazos de la misericordia y tejidos con la experticia divina de que habló el profeta Isaías: “Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Is. 11,4). Sin olvida que el primer “Nudólogo” es el mismo Señor, que sus hilos son la misericordia y la tralla, su corazón traspasado.

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