Tiempo para la solidaridad
Con un historial amplio de obras de generosidad con quienes están en calamidad, no nos cabe duda de que ahora, sitiados por el Covid-19, todos los ciudadanos de Colombia…
Los colombianos somos muy buenos a la hora de manifestar la solidaridad y de ello hay muchas pruebas: en Armero con su volcán, en Armenia con su terremoto, lo mismo que Popayán, en Mitú con su avalancha, en la construcción de los centros Teletón, etc. Con este historial amplio de obras de generosidad con quienes están en calamidad, no nos cabe duda de que ahora, sitiados por el Covid-19, todos los ciudadanos de Colombia sabremos estar a la altura de las necesidades que se presentan. Los días que vienen, en principio 19, serán una prueba dura de serenidad, convivencia familiar, uso y consumo prudente de los bienes y servicios que se requieren siempre en la vida de todas las personas. Por ello creemos que es necesario enfatizar una especie de jerarquía de actos de solidaridad para contribuir a superar esta prueba de toda la sociedad en la mejor manera posible.
El primer gran acto de solidaridad es seguir juiciosamente las indicaciones y mandatos del Gobierno Nacional y también de los gobiernos locales. La peor estrategia sería cada ciudadano o cada alcalde municipal estableciendo sus propios planes de contingencia. Es hora de gran colaboración ciudadana. Los lineamientos del Gobierno no son complejos y todo ciudadano los puede cumplir: aislamiento, quedarse en casa, cuidar la salud, manejar oportunamente la presencia el virus en los enfermos, etc. Si los hombres y las mujeres que habitan Colombia, en cualquier lugar de su geografía, ponen su grano de arena, se podrá construir una verdadera muralla para contener la pandemia. No es hora de caprichos, terquedades, gustos personales, sino momento de gran sensatez y de hondo sentido de responsabilidad que nadie debe eludir.
El siguiente acto de solidaridad es pensar en cómo se hará para que los más pobres tengan los medios necesarios –alimentos, servicios, medicinas- para los días o semana que dure la crisis sanitaria nacional. Es claro que hay millones de colombianos que derivan su sustento del trabajo diario, más aún, del pago diario. Estar encerrados en su casa se convierte en un verdadero drama desde el primer día, no al cabo de una semana o de un mes. Especialmente el Estado, pero también todas las instituciones de alcance social y quienes tienen medios en abundancia, están llamados a buscar la forma más expedita y pronta para que se genere una situación de seguridad alimentaria y humanitaria para los más pobres. En esto no puede haber demoras innecesarias o burocráticas pues el hambre no da espera.
La Iglesia católica, también está llamada a una especial actuación solidaria en estos momentos. La misma incluye su actividad evangelizadora, que la impulsa a sostener un mensaje de esperanza, de intensa oración, que anime a toda la población colombiana. El cardenal arzobispo de Bogotá ya ha iniciado esta tarea a través de los medios de comunicación de alcance nacional. Dentro de la Iglesia, las instituciones de servicio social deben maximizar sus esfuerzos y recursos para llegar oportunamente a quienes dependen de ella. No es hora de guardar nada, sino de entregarlo todo. Asimismo, la Iglesia, a través de sus parroquias en todo el territorio nacional, puede prestar un servicio de orientación para quienes puedan estar buscando alimento, acogida, servicios de salud. En la eventualidad de una crisis humanitaria y de salud muy grande, la Iglesia también debe disponer de todas sus instalaciones físicas para el servicio de los más necesitados. En realidad, es mucho el campo de solidaridad en el cual la Iglesia puede desempeñarse ahora a fondo. Y cada colombiano debe sacar a relucir ese talante humanitario y cristiano que nos ha permitido superar infinidad de crisis iguales o peores que la que se vive.
Confiando en Dios, esta no será la excepción.
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